Op-ed

Hacer un soraya

Hacer un soraya

Confieso mi interés por Vox. No mi interés personal, que ese no lo confieso. Sino el del analista. Por tres razones. Primera, porque creo en la democracia representativa y considero una anomalía de nuestro sistema que el pensamiento liberal-conservador español, muy vivo en la sociedad civil, no tenga representación nítida. Nuestro arco parlamentario va de corrido desde la izquierda menos recatada y la socialdemocracia, pasando por el centro reformista, hasta… pararse en seco. Las Cortes están cojas. En segundo lugar, Vox es una oportunidad de que esa derecha sociológica, tan fragmentada en milimétricas variantes de inmenso interés intelectual (democristianos, liberales, conservadores, tradicionalistas, distributistas, reaccionarios, etc.) encuentre un útil denominador común. Lo es porque la trayectoria de sus fundadores, encabezada por el liderazgo moral de Ortega Lara, no viene marcada por ninguno de los grupos clásicos de la derecha histórica.

La mejor despedida

La mejor despedida

No he venido a hablar de mi libro, pero. Hace ya un año le mandé al Presidente Rajoy un ejemplar de mi «Maquiavelo para el siglo XXI». Iba con una doble dedicatoria. Una a mano y otra impresa, justo en el lugar donde Maquiavelo había escrito el nombre de Lorenzo de Médici.

Lamparones en el traje blanco del nuevo periodismo

Lamparones en el traje blanco del nuevo periodismo

Con su nuevo periodismo, Tom Wolfe clavó una palada más en tumba de la novela clásica, y eso se ha dicho una y otra vez desde hace un mes, tras la muerte del escritor del traje blanco. Los clásicos esquemas de la ficción decimonónica habían quedado obsoletos, dejó dicho en su manifiesto ‘El nuevo periodismo’, y solo podía resucitarse desde la no ficción. Entre los años 60 y 70 lideró una corriente que introdujo en el reporterismo el uso de la primera persona, diálogos, monólogos interiores… todas esas técnicas literarias que convirtieron el periodismo en un producto mucho más atractivo de lo que se hacía en los diarios tradicionales, aunque para ello hubiera que sacrificar la veracidad.

El explorador de la condición humana

El explorador de la condición humana

Durante mucho tiempo, Philip Roth (Newark, 1933 – Nueva York, 2018) escribió de pie. Empezó a hacerlo así porque le dolía la espalda. Luego descubrió que le permitía pasear y desatascarse cuando no conseguía la frase, el párrafo o la palabra que buscaba. Lo hacía de espaldas a la ventana, para no distraerse. Después, solo podía estar de pie la mitad del tiempo que dedicaba a su escritura. Después, anunció que dejaba de escribir. Para The Economist, el detalle de que Roth escribía de pie es más importante que el hecho de ser judío o de haber nacido en Nueva Jersey: “Hay páginas de su trabajo donde la vitalidad irreprimible de su escritura parece brillar como si estuviera cargada con algún tipo de incandescencia existencial: la gran y persistente pregunta de sus novelas no es menos ni más que: ¿qué demonios creen que hacen los seres humanos aquí en la Tierra?”.

Suicidios nada ejemplares

Suicidios nada ejemplares

Me dice un buen amigo y conservador decimonónico que no todas las tardes uno asiste al suicidio de un partido con 139 años de historia. No está mal. Ciertamente, Pedro Sánchez es un hombre perturbador. Cual adolescente en ebullición de la testosterona, su imprevisibilidad de reacción no deja de asombrarnos. Ha pasado por todas las fases imaginables de comportamiento menos por la compostura. Apareció como la encarnación 2.0 del Felipe de la pana y se despidió sollozando en el hombro de Jordi Évole aquello de que la culpa fue del Ibex 35.

Una razón brillante

Una razón brillante

Muchas veces las películas representan el zeitgeist del momento. En el Reino Unido, aparecieron muchas películas sobre las huelgas del carbón. Billy Elliot, por ejemplo, tiene como trama principal la de un niño que quiere bailar, pero el telón de fondo es la lucha de su padre y hermano mineros, en los años del Tatcherismo.

Cuando ya nadie espera

Cuando ya nadie espera

Nos desespera perder el tiempo. Y es que nos repiten machaconamente que este siempre es oro. Ni sabemos esperar, ni sabemos qué esperar. No hemos sido educados en la espera. Deseamos vivir la inmediatez. Todo lo queremos aquí y ahora, instantáneamente. Nos repetimos: siempre, todo, en cualquier momento y en cualquier lugar. Los retrasos nos angustian e incomodan. El ejercicio es sencillo. ¿Qué nos sucede cuando nos enfrentamos a una conexión de internet más lenta de la que usamos habitualmente? Para la mayoría, por muy banal que sea la búsqueda, se trata de una experiencia desquiciante e inquietante. Lo mismo sucede con nuestra participación en el debate público en las redes. Fallamos demasiadas veces, pero no aprendemos del error.

Vendrá el sistema y tendrá tus ojos

Vendrá el sistema y tendrá tus ojos

No sabemos en qué estaba pensando David Byrne cuando escribió «Once in a Lifetime», la memorable canción incluida en Remain in Light, álbum de Talking Heads publicado en 1980. Pero sí sabemos que hoy podría aplicarse con facilidad no tanto a Pablo Iglesias -quien debería saber por qué se encuentra hipotecado y a las puertas de la paternidad- como al partido que lidera y sus votantes. Su perplejidad es más que comprensible. Ya que nos hemos acostumbrado a pensarlo todo en términos de «relato», el famoso chalé en la sierra hace algo más que suministrar un inesperado giro narrativo: nos sugiere, como en algunas novelas de Nabokov, que el narrador nos había estado engañando. Quizá sigamos leyendo, pero ya no confiaremos en él.

No podemos tener un final feliz

No podemos tener un final feliz

En el centro social La Morada, cerca de Arganzuela en Madrid, cuelga un cuadro que cuenta la breve e intensa historia de Podemos. Con un estilo juvenil, de tebeo, que recuerda a las primeras campañas del PSOE en la Transición, se parece a un romance de ciego. En este se iguala el partido de izquierda al pueblo y lo enfrenta a unas “fuerzas del mal” tan tópicas como banqueros, políticos o empresarios. Unos Quijotes barbados que tenían como armadura camisas de cuadros y polos oscuros frente a unos gigantes afeitados y neoliberales cuyo gabán era el traje y corbata…

El racista Quim Torra ya es presidente

El racista Quim Torra ya es presidente

En dos minutos han solventado el trámite. Quim Torra, afamado escritor de textos supremacistas, de claro corte nazi, ha tomado posesión como presidente de la Generalitat. Es un presidente vicario, títere, que va a permanecer en el cargo poco tiempo, lo que le permita la justicia o hasta que los independentistas logren que sea restituido en el cargo Puigdemont, el huido. Ha estado muy solo, rodeado únicamente por los suyos, en un acto en el que no han tenido cabida otras instituciones como el Gobierno de España o los Ayuntamientos, o los grupos con representación en el Parlamento catalán, y tampoco la prensa, que ha tenido que seguir el acto a través de la señal de TV facilitada por la presidencia de la Generalitat. Todo muy simbólico, porque Torra no representa a los ciudadanos catalanes, se representa a sí mismo, ya que ni la mayoría de su partido está en las posiciones radicalmente supremacistas que representa Torra, al menos en teoría.

El otro CIS

El otro CIS

Hay un dato del último CIS que creo que apenas se ha analizado, y que merece algún comentario. Me refiero a la estimación de voto por condición socioeconómica, y lo que ello se puede deducir de nuestro sistema de partidos.

Memoria

Memoria

A la señora Paula le diagnosticaron la enfermedad hace ya muchos años. Recuerdo la noticia perfectamente, a pesar de que yo acababa de llegar a Madrid, sin equipaje apenas, a esa edad en que no conoces el porqué ni el cómo de casi nada. Pero como ya digo recuerdo la voz temblorosa de mi madre, ese tono trágico de quien explica algo que no comprende, que ni siquiera sabe pronunciar, pero que a pesar de todo le provoca un miedo atroz. La señora Paula, como buena vecina de meseta, tenía mucho más de confesora, de canguro o de vigilante que de simple vecina. Eso, en el plano objetivo. En el subjetivo, era una de esas figuras que no desaparecen de la niñez, y que por muchos lustros que pasen seguirán viviendo allí, inevitablemente. La voz que gritaba alto cuando todos los niños de la provincia de Segovia querían ser Perico Delgado, o que te recordaba que no había nada al otro de la carretera cuando el asfalto de la nacional a La Coruña te atraía.

Ser liberal no es tener la razón. Es buscarla

Ser liberal no es tener la razón. Es buscarla

Hay un sinfín de causas del populismo que vemos, unas más profundas, otras más obvias, pero hay una, la más sencilla y cotidiana, que lo mantiene vivo como ninguna otra. Y es la antipatía de nosotros los liberales que nos hemos declarado su enemigo. Insisto, no es un tema ideológico (el populismo, vale redundar, no es un tema ideológico), ni de si preferimos fronteras abiertas o cerradas o si creemos en el matrimonio homosexual o si en el individuo es naturalmente bueno o naturalmente malo. Tampoco es un desacuerdo historiográfico, en el que se designan tales o cuales minorías y se busca conseguir justicia en sus nombres. Es simplemente eso, antipatía.

Decir adiós para quedarse

Decir adiós para quedarse

En esta disolución por fascículos, ETA acaba de publicar su “declaración final al Pueblo Vasco”. La gramática del documento es más infame que la moral de la banda terrorista. Y hasta hacen gala de alguna que otra falta ortográfica. ETA da por concluida su “actividad política”. El eufemismo está logrado y se cuenta solo. Pero ETA dice adiós para quedarse. Los etarras consideran que, si bien ha concluido un ciclo y su función “liberadora”, seguirán con su lucha “responsable y honesta”. Cada uno, eso sí, en el lugar que decida. Y es que el “conflicto” continúa hasta que consigan sus objetivos. Por cierto, un “conflicto” que enfrenta a Euskal Herria “contra los estados”. Parece que todos: los habidos y por haber. Lo que se contradice con su esperanza de construir un “Estado Vasco”. ETA dice adiós porque los “estados”, léase España, están débiles y temerosos. Y aún querrán que los felicitemos.

Cataluña y la cultura de la victimización

Cataluña y la cultura de la victimización

Hace unos días se inauguró en Gerona la plaza 1 de octubre, hasta entonces plaza de la Constitución. La alcaldesa Marta Madrenas (PDeCAT) encabezó la fiesta y descubrió una placa conmemorativa con el siguiente texto: «Durante el referéndum del 1 de Octubre de 2017, la ciudadanía de Girona sufrió la brutal agresión de las fuerzas de seguridad españolas cuando ejercía de forma libre y pacífica su derecho de voto. Esta plaza quiere dejar testimonio de admiración, memoria y recuerdo del digno comportamiento del pueblo y de su coraje». Si existe una constante en el nacionalismo catalán es su capacidad de engrosar su colección de agravios; un acontecimiento tiene interés solo si es posible reinterpretarlo como un ultraje al pueblo, para posteriormente eslabonarlo a una tradición victimista: 1714, la Guerra Civil, la sentencia del Estatut, el 1-O, el 155 o el penalti en el último minuto. Esta tendencia no es anecdótica: responde a un modo muy concreto de entender la realidad y, por tanto, la política. Se trata de una arraigada cultura de la victimización.

Virtudes cotidianas y globalización

Virtudes cotidianas y globalización

Michael Ignatieff es un intelectual atípico, con costumbres nada propias de su gremio: está dispuesto a remover las bases de su pensamiento si la realidad lo requiere y a escuchar a quien le habla. Su último libro, Las virtudes cotidianas: orden moral en un mundo dividido, acaba de ser publicado en español por la Editorial Taurus y presentado por Aspen Institute España.

Las rosas amarillas

Las rosas amarillas

Las rosas rojas, como endivias hechas de amapolas, están peleando contra las rosas amarillas, falsos tulipanes, sobre la alfombra de un dragón muerto, falso perro heráldico de la casa. Las rosas rojas dicen que son por la sangre del dragón. Hasta los monstruos, hasta la muerte, tienen hijos bellos, o al menos dejan un candelabro de sangre para el salón familiar. Un soldado romano mata un dragón en Capadocia, o eso nos cuentan, y resulta que aquí heredamos un libro atado con una delicada cinta de sangre, como el lazo de las medias de una virgen desvirgada. Pero la sangre tiene muchos vinos, las rosas tienen muchos colores, el libro se vende más como caja de música cerrada y como bombonera de bombones de cartón que como arte o pensamiento, y lo de San Jorge y el dragón jardinero y bibliotecario es una patraña.

Todo podría ser mentira

Todo podría ser mentira

Este artículo está escrito con un estado de ánimo tan exaltado que no estoy seguro de que deban leerlo quienes me consideran una persona ecuánime, pero es que la alcaldesa de Barcelona me ha puesto de los nervios al considerar que es más digno de rememoración un payaso que un soldado. No es una anécdota que esta mujer insípida se permita dar una calle a un actor que si fuera de derechas sería machista, mientras desprecia al Almirante Cervera. Es la confirmación de que se ha instalado en la ortodoxia un síndrome político que podemos caracterizar por los siguientes síntomas: 

La posverdad es pecado

La posverdad es pecado

Un banco de alimentos es un observatorio de la pobreza. El reparto de comida entre los más necesitados no tendría sentido sin un protocolo que cuantificara la demanda por municipios, distritos, barrios; que constatara, por ejemplo, la existencia de un súbito pico de menesterosos en un área determinada y, en razón de ello, y en cooperación con los servicios sociales de la localidad, evaluara a qué obedece, de qué modo paliarlo o si va acompañado de otras carencias. Se trata de que la beneficencia no sea únicamente un parche más o menos redentor, sino también una oficina de monitorización de la miseria o, por emplear un tecnicismo al uso, del riesgo de exclusión social. Para los (des)amparados, obviamente, esa cuota de burocracia suele ser desagradable. Nombre, estado civil, número de hijos, profesión…  Nadie responde de buena gana a la taxonomía  de su propia desventura.

Un millón de millones de razones para evitar el dólar

Un millón de millones de razones para evitar el dólar

Tal es el remolino de escándalos que azota a Washington (el ex-director del FBI, James Comey, y su nuevo libro revelador; Michael Cohen, abogado del imperio Trump, a escasos pasos de la cárcel; el reciente ataque a Siria; los gastos personales de Scott Pruitt, director de la Enviromental Protection Agency; las compras de silencio desde el partido republicano a ‘playmates’ y amantes de políticos del mismo; la robótica defensa de Zuckerberg, dueño de Facebook, ante la revelación del mayor escándalo de privacidad de la historia; la impetuosa investigación de Mueller ante la influencia rusa en las pasadas elecciones; etc, etc, etc) que lo que sucede un lunes ya el viernes se ha olvidado. Más aún si se trata de la emisión de una nueva estadística, afónica ante tanto ruido. Pero resulta que el pasado lunes ocurrió la noticia más importante ya no de la semana, sino de lo que va de año. Y es, por supuesto, un numerito, publicado con cierta timidez por la Oficina de Presupuestos del Congreso: 1,000,000,000$. Un trillion* de dólares.

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