Nuestros enemigos nos definen. «Pido que me juzguen por los enemigos que he hecho», que dijo Roosevelt. O sea, que la grandeza de los enemigos es un indicador de la grandeza de aquello que se ataca, del objeto de esa enemistad. Siguiendo esta lógica, los enemigos de España, o mejor, los enemigos del Estado, dan una idea cabal de la mediocre actualidad en la que chapoteamos. Hubo un tiempo no muy distante, durante las dictaduras y los tiempos bélicos, donde los que luchaban por expresar sus opiniones se jugaban su vida, además de la de los suyos. Ahora, a golpe de tuit, se juega de puro aburrimiento a los héroes. Y la tan cacareada libertad de expresión, en el presente, se reduce a exabruptos digitales a la altura de los niños de una escuela infantil. Me refiero a la nueva gamberrada sintáctica de Willy Toledo, del que siempre espero, sin resultado, más altura intelectual en sus payasadas mediáticas.