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La fe en tiempos de coronavirus | Cardenal Osoro: "La iglesia está al lado de la gente sin aplausos de ningún tipo"

Camino hasta el altar por el suelo de mármol. Mis pisadas retumban en toda la Catedral de La Almudena de Madrid. Es todo lo que se oye, salvo el leve sonido de las campanas de fondo. Es semana Santa y la iglesia está vacía. La pandemia de coronavirus ha hecho que muchos sacerdotes hayan tenido que recurrir a las redes sociales y a celebrar su misa y su homilía vía streaming. Improvisados youtubers –algunos– que ofician misa en un templo sin fieles, al menos de manera física.

La fe en tiempos de coronavirus | Cardenal Osoro: "La iglesia está al lado de la gente sin aplausos de ningún tipo"

El cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, entra vestido de negro, con una bufanda que le cubre la boca. Pocos minutos después, sale de la sacristía vestido de blanco y rojo, con la mitra en la cabeza y el solideo de color rojo debajo de ella. Simbólicamente, el rojo es signo de que los cardenales juran estar dispuestos a dar su sangre por Dios, como mártires.

«Hay gente que, en estos momentos, el único lugar que tiene para abrazarse es Dios», asegura su eminencia con una bancada que conduce al altar de la catedral totalmente vacía: «En este momento, la Iglesia es la primera que está al lado de la gente sin aplausos de ningún tipo».

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Para el cardenal, fiel admirador del papa Francisco, al que considera «un santo», estos momentos de crisis por el coronavirus hacen que mucha gente recurra a Dios. Precisamente, el pasado 27 de marzo, el papa bendecía al mundo ante el sufrimiento por la expansión de la pandemia desde una plaza se San Pedro totalmente vacía, algo inusual en la historia reciente. Una plaza sin fieles agolpados frente a la basílica, pero que estaban presentes.

Más de un millón de fieles vio aquel día al papa a través de su televisión. Según datos de Kantar Media ofrecidos por GECA, la bendición Urbi et orbi fue lo más visto de la TDT durante el mes de marzo. La audiencia, 1.070.000 espectadores y un 6,9% de cuota de pantalla, daba a Trece –el canal de la Conferencia Episcopal Española– el mejor resultado de su historia.

«La importancia de la religión en estos casos de crisis es efectiva en términos psicológicos y sociales, más que efectiva para «parar el virus». Pero esa efectividad social y psicológica es tan necesaria como la médica», afirma Elisenda Ardèvol, doctora en Antropología y profesora de los Estudios de Artes y Humanidades de la Universidad Oberta De Catalunya (UOC).

¿Qué hace la Iglesia para luchar contra el coronavirus?

«No hacemos grandes anuncios», dice el cardenal Osoro, «pero yo creo que todo el mundo es consciente de que la Iglesia es la primera que está en estos momentos, sin aplausos de ningún tipo, pero está al lado de las gentes, en el barrio, en todos los lugares donde está viviendo la gente, para poder ayudar».

Para el doctor en Sociología Francesc Núñez, profesor de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC, la religión nos ayuda ante situaciones que no somos capaces de controlar: «Es, en buena medida, una serie de prácticas de dominación de la contingencia. Es un conjunto de maneras, de formas de hacer algo para controlar eso que no está en manos de nadie, que es precisamente lo que odiamos los modernos: el accidente, el azar».

«Ahora que la humanidad entera está sometida a un fenómeno que ni los dioses modernos de la ciencia pueden controlar, recurrimos a eso que conocemos por formación o experiencia religiosa, pidiendo la intermediación. Y como la catástrofe es mucho más grande, es más grande también la reacción».

El mensaje del cardenal Osoro a los españoles afectados por coronavirus

«Si vivimos, como dice el apóstol, vivimos para Dios, y si morimos, morimos para Dios», dice el cardenal Osoro, que reconoce que su mensaje es duro, más aún cuando él mismo ha perdido a amigos y conocidos por la pandemia. «A la gente que puede culpabilizar a Dios en estos momentos le diría que se abra a la capacidad especial que Dios nos da para entregarnos a los demás, para no vivir para nosotros mismos, para vivir la solidaridad, para descubrir los grandes valores que deben constituir la fuerza fundamental de la convivencia de los hombres».

«Lo que nos viene, por desgracia, será muy duro, y tenemos que estar preparados» advierte. «La Iglesia ya se está preparando para echar una mano a los que más lo necesitan».

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