tóxico

Sentimentalismo tóxico

Sentimentalismo tóxico

La polémica volvió a estallar durante la semifinal madrileña de la Champions poniendo de manifiesto, de nuevo, la imparable escalada de sentimentalización que se expande por el fútbol español. El origen estuvo en una pancarta que apareció en el fondo sur del Santiago Bernabéu. Ésta recordaba las copas de Europa obtenidas por el Real Madrid a lo largo de su historia, destacando las dos ganadas a su rival (Lisboa y Milán) con una frase que alimentó la discordia: “Decidme qué se siente”. Se puede discutir sobre la dudosa oportunidad de un tifo tan torpe como banal justo antes de un partido trascendental, pero acostumbrados – por suerte, cada vez menos- a los cánticos insultantes o a las múltiples referencias bélicas – que, incluso, se produjeron durante la misma eliminatoria-, esto no debería ser más que una simple nota a pie de página. Sin embargo, se rellenaron horas de tertulias en la prensa deportiva y se gastaron millones de palabras en discutir esta anécdota en las redes sociales.

Cientos de miles de dioses contaminan las aguas en India

Cientos de miles de dioses contaminan las aguas en India

Tal y como señala la agencia EFE , tan sólo en la localidad india de Nashik, las autoridades municipales rescataron de las aguas cerca de 240.000 figuras, muchas de ellas de varios metros de altura, y 169 toneladas de ofrendas al dios. Satish Sinha, de la ONG ecologista Toxic Links, comenta que hace unos años las imágenes se hacían con arcilla y colorantes vegetales, pero que hoy en día los componentes utilizados son mucho más perniciosos para el medioambiente e incluso para la salud pública. En la última década se ha extendido el uso de yeso parís, un material que “no se desintegra”, así la utilización de pinturas sintéticas con un alto contenido en plomo, un componente de conocido “impacto adverso en los humanos”. Según señalan expertos como Satish, la tradición debería respetarse debido a la innegable importancia de esta festividad para la religión hindú, pero los nuevos métodos de producción orientados a abaratar el coste de las figuras están empeorando a marchas forzadas el grado de salubridad de las aguas, ya de por sí deterioradas debido a los altísimos índices de contaminación y desperdicios.

 

 

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