Este nuevo estudio se centra en un genoma diminuto, que hasta ahora se desconocía que tuviera un papel clave en el envejecimiento. De los más de 20.000 genes humanos, 37 no se encuentran en el núcleo de las células, sino en las mitocondrias, unos pequeños orgánulos celulares que funcionan como factorías energéticas. Este pequeño genoma, que heredamos de nuestras madres y que varía en cada individuo, es lo que conocemos como ADN mitocondrial. En cada célula del cuerpo puede haber cientos y miles de mitocondrias encargados de generar energía. La investigación se ha basado en comparar dos tipos de ratones que tenían el mismo ADN en el núcleo pero mitocondrias distintas. Para ello, el equipo del CNIC ha desarrollado una estirpe de ratones en los que han sustituido las mitocondrias originales por otras procedentes de otros ratones. Estos resultados muestran que los ratones a los que se han modificado las mitocondrias viven, de media, un 16% más que aquellos que conservan sus mitocondrias originales. Entre los parámetros relacionados con el envejecimiento destacan que los ratones con mitocondrias sanas tienen un mejor metabolismo de las grasas, mantienen niveles de colesterol adecuados, son más fértiles y tienen menos cánceres cuando se hacen mayores.
Este nuevo descubrimiento reabre el debate de la idoneidad de la la técnica de trasplante de mitocondrias recientemente aprobada en el Reino Unido, que permite que un embrión tenga ADN de tres progenitores distintos para prevenir enfermedades mitocondriales. A pesar de los avances, aún se desconocen muchos efectos que pueden producir la sustitución de mitocondrias.