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¿Puede un perro sufrir Alzheimer?

El Alzheimer, un tipo de demencia que causa problemas con la memoria, el pensamiento e incluso el comportamiento, su equivalente perruno se llama Síndrome de Disfunción Cognitiva (SDC)

¿Puede un perro sufrir Alzheimer?

Con el paso de los años, nuestras habilidades cognitivas tienden a deteriorarse y es normal que, de forma esporádica, tengamos problemas para recordar determinadas cosas. En alguna personas, sin embargo, el deterioro es mayor del propio del envejecimiento. Es el caso de quienes sufren Alzheimer, un tipo de demencia que causa problemas con la memoria, el pensamiento e incluso el comportamiento. Lo mismo ocurre con los perros, aunque en su caso el nombre técnico es Síndrome de Disfunción Cognitiva (SDC).

El cerebro de los perros envejece igual que el de los humanos. Y así como ha aumentado nuestra esperanza de vida, también lo ha hecho la de los canes. Es normal que cada vez se diagnostiquen más casos de disfunción cognitiva en perros ancianos, porque los perros cada vez viven más. El SDC es una enfermedad neurodegenerativa asociada a la edad, que se caracteriza por una disminución en el funcionamiento cognitivo y físico del perro. Se manifiesta, por lo general, en perros mayores de nueve años y si no se trata puede afectar negativamente la calidad de vida del perro y de su familia.

Si has convivido con un perro adulto y has tenido la suerte de acompañarlo en su transición a la etapa geriátrica es posible que hayas notado cambios en su físico, su comportamiento e incluso en su personalidad. Es normal. Forma parte del envejecimiento. El problema viene cuando estos cambios afectan la calidad de vida del animal. Una cosa es que al perro le salgan canas y se canse antes durante el paseo o que tenga menos interés por jugar con la pelota y otra muy distinta, que se desoriente en casa o se muestre agresivo con algunos miembros de la familia. Dicho así, parece fácil distinguir cuándo hablamos de vejez y cuándo estamos ante un caso de SDC, pero en realidad los síntomas de la enfermedad no siempre son tan evidentes.

Además, actualmente no hay forma de probar el SDC en perros. El único diagnóstico que puede realizar el veterinario es de tipo presuntivo. Para ello debe basarse en la información que proporciona el dueño, el historial médico del animal y el descarte, a través de las pruebas pertinentes, de cualquier otra patología que pudiera explicar o justificar los cambios en el comportamiento del perro. Por ejemplo, tumores, artritis, pérdida de visión, hipotiroidismo, etc.

Foto: Pamela Saunders | Unsplash.

¿Se manifiesta igual que el Alzheimer?

Hay similitudes importantes entre el SDC y el Alzheimer en cuanto a la pérdida de memoria y la desorientación, solo que en los perros es mucho más complicado detectar las señales de alarma. Al ser animales no verbales y tratarse de un proceso progresivo, muchos de los síntomas pasan desapercibidos para los dueños hasta que no repercuten directamente en la convivencia con el animal.

Los perros con SDC suelen experimentar:

Pérdida de memoria que se manifiesta en la incapacidad de aprender cosas nuevas y de reconocer a miembros de la familia.

Desorientación que lo lleva a perderse en lugares familiares, a caminar en círculos, a quedarse mirando fijamente a la pared y a experimentar ansiedad por separación al no reconocer el entorno.

Alteración del ciclo sueño-vigilia que no le permite descansar bien y hace que el perro duerma más durante día y menos durante la noche. Es frecuente que se queden deambulando en la oscuridad.

Disminución del interés por el contacto social que va más allá de la simple apatía ya puede llegar al extremo de que el perro no solo no busque el contacto con otros miembros de la familia, sino que se aleje cuando alguno intente acariciarlo.

Pérdida de los hábitos de micción y defecación que no está asociada a la incontinencia física, sino al hecho de no saber dónde están y al dejar de llamar la atención del humano para salir a la calle.

Irritabilidad que en algunos casos puede llegar a derivar en agresividad.

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Foto: Jessica Knowlden | Unsplash.

A medida que la enfermedad avanza, el perro puede dejar de responder a órdenes bien aprendidas, incluso puede dejar de responder a su nombre, y puede llegar a desorientarse hasta dentro de casa. Cuanto más agudos son los síntomas de la enfermedad, más elevados suelen estar los niveles de ansiedad e irritabilidad en el perro. Por eso, es muy importante que -además de visitar con frecuencia al veterinario- lo ayudemos con un entorno y un estilo de vida lo menos estresante posible. En cuanto a la prevención, falta mucho por estudiar sobre el SDC como para establecer un protocolo exacto, pero de la investigación que se ha realizado en humanos se puede extraer que seguir una dieta saludable alta en omega-3, mantenerse mentalmente activo y hacer ejercicio aeróbico de forma frecuente puede retrasar el inicio de la demencia senil. Lo mismo aplica para los perros.

Afortunadamente, con el tratamiento adecuado y el correcto seguimiento de un buen profesional, un perro con SDC puede llevar una vida plena y feliz junto a su familia durante mucho tiempo. Como casi siempre en lo que a salud se refiere, la clave está en la intervención temprana por parte de un especialista que pueda ayudar a retardar la progresión de la enfermedad. De ahí la importancia de acudir al veterinario ante cualquier cambio de comportamiento o signo de incomodidad que presente el animal.

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