Verdad

¿Por qué nos da miedo decir verdades a la cara si tiene tantas ventajas?

¿Por qué nos da miedo decir verdades a la cara si tiene tantas ventajas?

Siempre se hace difícil ser completamente honesto con los demás. No es agradable explicar a un compañero de trabajo que se está equivocando o decirle a un amigo que no te gusta algo en lo que ha puesto mucho esfuerzo. Incluso cuando se trata de algo positivo, podemos sentir reparos. Sin embargo, muchas veces nos reservamos estas palabras por miedo a la reacción de la otra persona, cuando lo cierto es que escuchar lo que otros tienen que decirnos es fundamental para ser mejores en nuestros trabajos o en nuestras vidas. Básicamente para conocer nuestros puntos fuertes y nuestros defectos.

Post-verdad: un equívoco

Post-verdad: un equívoco

No cabe duda: la de post-verdad es una de las etiquetas más exitosas de nuestra época. Palabra del año a juicio de los Oxford Dictionaries en 2016, forma junto al populismo y el nacionalismo una santa trinidad causal para explicar las turbulencias políticas de nuestra época.

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Por lo que respecta a la mentira, quizás el tiempo la pondrá en su lugar. Pocos se creen ya, por ejemplo, la publicidad en televisión. De que por comprarse un vehículo nuevo se conseguirá a la chica que aparece junto a ese modelo cuatro ruedas. Para ello, no obstante, es más importante que nunca el papel del periodismo y su constricción a la veracidad de los hechos.

La noticia más falsa

La noticia más falsa

Detrás de todas las falsas noticias, hay una falsa noticia mayor: la premisa. El Papa que hubiese votado por Trump, el inmigrante musulmán que nos acecha, el latinoamericano que nos quita el trabajo, la estadística embustera que promete futuros utópicos y varias dádivas de dinero son, en su conjunto, más que un puñado de mentiras. Entrelazadas en fábulas y conspiraciones, son la superficie de una visión coherente –aunque falsa– del mundo. Una que tiene como premisa, por qué no, una solución. Una esperanza. Una mentira mayor.

Arden los montes

Arden los montes

Arde Galicia, arde Asturias, y como cualquier otro fenómeno sobre el que se pose el ojo de mordor de la actualidad mediática, arde hasta consumirse la verdad sobre lo que ocurre. No es que la conozcamos con plenitud, sino que no importa en realidad cuál sea. Lo que cuenta no es lo que acaece, sino cómo recombinamos los elementos que nutren las noticias para trabar un relato que nos convenga. 

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