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¿Por qué nos da miedo decir verdades a la cara si tiene tantas ventajas?

Siempre se hace difícil ser completamente honesto con los demás. No es agradable explicar a un compañero de trabajo que se está equivocando o decirle a un amigo que no te gusta algo en lo que ha puesto mucho esfuerzo. Incluso cuando se trata de algo positivo, podemos sentir reparos. Sin embargo, muchas veces nos reservamos estas palabras por miedo a la reacción de la otra persona, cuando lo cierto es que escuchar lo que otros tienen que decirnos es fundamental para ser mejores en nuestros trabajos o en nuestras vidas. Básicamente para conocer nuestros puntos fuertes y nuestros defectos.

¿Por qué nos da miedo decir verdades a la cara si tiene tantas ventajas?

Siempre se hace difícil aplicar la honestidad con los demás. No es agradable explicar a un compañero de trabajo que se está equivocando o decirle a un amigo que no te gusta algo en lo que ha puesto mucho esfuerzo. Incluso cuando se trata de algo positivo, podemos sentir reparos. Sin embargo, muchas veces nos reservamos estas palabras por miedo a la reacción de la otra persona, cuando lo cierto es que escuchar lo que otros tienen que decirnos es fundamental para ser mejores en nuestros trabajos o en nuestras vidas. Básicamente para conocer nuestros puntos fuertes y nuestros defectos.

Atendiendo a esta premisa fundamental, ¿por qué vivimos con tanto miedo a decir verdades y ser honestos en nuestro día a día, especialmente con la gente que apreciamos?

Un grupo de investigadores de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago parece haber encontrado una respuesta, según se extrae de un estudio recientemente publicado en el Journal of Experimental Psychology: General y llamado ‘You Can Handle the Truth: Mispredicting the Consequences of Honest Communication’ (Puedes soportar la verdad: malinterpretar las consecuencias de la comunicación honesta, en castellano).

El estudio, precisamente, analiza el impacto que tiene la honestidad sobre nuestra vida diaria. Los autores del trabajo realizaron tres experimentos en los cuales cada participante debía comenzar a comportarse con mayor sinceridad durante tres días con cualquier persona, lo que incluía afrontar una conversación enquistada desde hace tiempo con alguien cercano y con unas implicaciones negativas. Tras cumplir estas misiones, los participantes tuvieron que compartir las consecuencias de sus palabras: lo que descubrieron es que no fueron tan negativas como sospechaban en un principio.

“Centrarse en la honestidad, que no en la amabilidad y la condescendencia, es más gratificante socialmente y menos dañino emocionalmente de lo que se cree”, explican en la publicación los investigadores, que añaden que los humanos reaccionamos de este modo porque –en el fondo– desconocemos las reacciones de otras personas ante la honestidad.

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Foto: Luke Ellis-Craven | Unsplash

“La gente da por hecho generalmente que los demás van a reaccionar negativamente ante la honestidad”, especifica la coautora Emma Levine, profesora en la universidad chicagüense, en declaraciones para la revista Quartz. “Como resultado, asumen que estas conversaciones serán angustiosas y empeorarán sus relaciones. En cambio, la honestidad es mucho menos dañina para las relaciones de lo que las personas anticipan. De hecho, centrarse en la honestidad cuando se comunica no es menos agradable y no es más dañino para las relaciones individuales que la comunicación normal”.

Levine, incluso, llega a unas conclusiones para explicar esta desconfianza sobre los demás. La primera es que las personas dan por descontado que los demás recibirán negativamente el discurso honesto porque el otro vive en una especie de burbuja y estallarla no es plato de buen gusto. La segunda es que el comunicador puede estar tan preocupado que no repara en que el contexto es completamente propicio para ser sincero con la otra persona, que no hay ninguna razón por la que debería molestarse. La tercera, que alguien esté tan poco habituado a ser honesto que, por la propia dinámica, evite hacerlo al no saber cuáles son las reacciones que genera.

“Cuantas más personas sean honestas, más se darán cuenta de que sus creencias sobre las implicaciones negativas de serlo son falsas”, insiste Levine.

En cualquier caso, el estudio se centra en analizar los motivos por los que debemos ser tan sinceros como podamos en nuestro día, pero no qué perfiles humanos están dispuestos a encajar las críticas o elogios de la mejor manera. Así que Levine recomienda a quien quiera comenzar a hacerlo que lo haga dejando claro por adelantado que sus intenciones son buenas, no entrar de golpe. Sobre todo si se trata de comunicar algo particularmente sensible.

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