Son pocos los dramas de “diversidad” que han logrado con sinceridad y sin mayores indumentarias una historia en donde guión, fotografía, escenario, banda sonora y actuación se fusionen en una pieza amplificada hacia los Oscar. Si Brokeback Mountain fijó la huella para un romance imposiblemente estelar, y más recientemente Moonlight alumbró bajo la luz de la Luna lugares incómodos que debieron ser subyugados tiempo atrás, Llámame por tu nombre –Call Me by Your Name en su título original– es esa película que recuerda que las sutilezas existen y que no siempre la palabra homosexual conlleva como destino el sufrimiento de aquellos ignorados por sociedades aun más ignorantes. Entre el testimonio de siempre, el de que el amor es bello y no distingue colores, tamaños, géneros ni religiones el giro está en que en el más reciente drama gay lo gay es lo que menos importa, y aunque está ambientado en los años 80 la impresión es la que se debería sentir en el siglo XXI, nuestro siglo XXI.
Llámame por tu nombre es la adaptación cinematográfica de la novela original del italiano André Aciman, publicada en el 2007 y ganadora de los Premios Literarios Lambda en su edición número 20 por la categoría de Ficción Gay. Con su premier mundial en el Festival de Sundance el 22 de Enero del 2017, su versión para la pantalla fue dirigida por el cineasta italiano Luca Guadagnino, director de películas como Yo soy el amor, A Bigger Splash y el remake del clásico de terror de Dario Argento, Suspiria. El film ya ha sido escogido por la National Board del Instituto de Film Americano como una de sus 10 mejores películas del año. En la edición número 75 de los Golden Globe Awards está nominada a tres categorías incluyendo Mejor Película en la categoría de Drama y en la 24ª edición de los Screen Actors Guild Awards su protagonista -Timothée Chalame- fue nominado a Mejor Intérprete como Actor masculino en un papel principal.
Especificaciones aparte, este es un súbito pero sobre todo espontáneo romance que integra el componente homosexual para narrar el indiscutible nexo entre dos jóvenes un verano de 1983 en el norte de Italia. El film, así como el libro, relata las vacaciones de verano en una antigua casa rural de un profesor de escultura greco/romana que todos los años extiende la invitación a alguno de los estudiantes más brillantes de su curso. Su hijo de 17 años, Elio –interpretado por Timothée Chalamet- es un adolescente que se sacude como aire y habla en francés, inglés e italiano mientras toca a Bach en el piano o la guitarra. El verano comienza cuando Elio tiene que compartir su habitación con el nuevo huésped de su padre: Oliver –interpretado por Armie Hammer-, un graduando de 24 años que acelera su curiosidad física, sexual y psíquica.
Tal vez por ubicarse durante los ochenta y en Europa todo el esquema del amorío entre personas del mismo sexo no hubiera sido aceptado con tanta tranquilidad en la realidad, de hecho la historia transcurre en un palazzo situado en un pueblo lejano en donde la concurrencia es escasa y la mayoría de las incidencias quedan en familia; sin embargo, esa impresión de sentirse socialmente obligado a encubrir una naturaleza no se halla en ningún minuto. Lo que existe es el calor y la playa, las canciones de The Psychedelic Furs y los paseos en bicicleta, los bailes en el pueblo y el sol de verano. Existe una química que proyecta olas del Caribe y un film extremadamente sensual con escenas de sexo que solo se sienten explícitas, pero en realidad no lo son. Existe también una escena con un durazno –recomendamos googlear si no te importan los spoilers– que marca un antes y un después, especialmente en el libro.
Es aquí donde las metáforas sobran y una fruta se convierte en un puente casi literal entre dos personas. El deseo de imitar como un espejo a una mejor versión de ti mismo. Llámame por tu nombre es esa parábola en la cual un adolescente admira con tanta pasión a un hombre “mayor” que el deseo entre ser él y estar con él se reduce a una escena con sexo y duraznos.
Grandes y pequeñas sutilezas
En el libro la historia es narrada por Elio en una perceptiva y detallada descripción de sus sentimientos hacia Oliver. El autor André Aciman, quien escribió el libro casi por accidente mientras estaba atorado en otro proyecto, comentó en una entrevista para Vulture que “el libro tiene demasiada interioridad en un sentido que no tiene coherencia filmarlo”. Pero en la misma entrevista Aciman sostiene que se sintió extremadamente feliz cuando supo que Luca Guadagnino sería el director de la adaptación. “»Me imaginé, aquí hay un italiano, él lo entiende. Un italiano entendería no las grandes, sino las pequeñas sutilezas.»
Ya que en esta historia de amor entre dos hombres el sentido de prejuicio y contexto histórico no existe, las sutilezas son precisamente mayores, y eso es esencialmente lo que el autor pretendía al escribir el texto.
“Yo no quería villanos recorriendo las calles de noche, listos para golpearlos. No quería nada de eso, porque no siempre existe, a menos que estés en una pequeña ciudad en Wyoming o Alabama, donde existe este intenso prejuicio. Gracias a Dios que estamos en un mundo donde estos problemas, aunque todavía existen, están retrocediendo,” recuerda.
Otro de los detalles de la película y su locación casi desierta, que es de hecho el pueblo donde creció originalmente Guadagnino, es que evoca lo que es crecer entre árboles y libros, lagos y apagones de luz, un mundo sin conexiones artificiales en donde lo análogo era tan y más sensual como lo tecnológico y en donde el ritmo de la biósfera y la ruralidad se mezclan con la naturaleza humana.
En cuando a Guadagnino, el mismo ha dicho abiertamente sentirse atraído hacia los hombres y ha hablado sobre su admiración hacia la comunidad y los artistas LGBTQ+, sin embargo aclara que lucha con el concepto de definir a una persona por su identidad sexual. “Me hace sentir tan incómodo. Simplemente no lo entiendo, y no creo que la lucha por los derechos civiles, que es tan crucialmente importante, vaya de la mano con la acusación de alguien por su identidad.»
Secuelas
El director ya ha hablado de una futura secuela con la cual Aciman está totalmente a bordo, aunque cree que todavía se necesita una trama más extensa a desarrollar. Guadagnino confesó para The Guardian, que escogió Llámame por tu nombre como su película del 2017, que los personajes son fantásticos y por ende quiere saber qué les sucede en el futuro. “Las últimas 40 páginas del libro cuentan aproximadamente 20 años en la vida de Oliver y Elio. Pienso que tal vez no es una cuestión de secuela, tal vez se trata de una crónica de todos en esta película. Creo que ver a estos personajes crecer en los cuerpos de estos actores será fantástico,” sostuvo.
Las comparaciones entre Moonlight y el presente film tampoco no se han hecho esperar, y aunque los rumores de Oscar ya están sobre la mesa, incluyendo quienes apuestan para categorías como Mejor Película, Mejor Edición, Mejor Actor Principal y de Reparto, Mejor Director y Mejor Banda Sonora, Guadagnino aclara que siente una especie de hermandad con Barry Jenkins -el director de Moonlight-. Si hay algo que los dos logran con cordura es un nivel de detalle e intimidad que de dos maneras peculiares muestran al cine de diversidad como algo más que una anomalía en las ceremonias de Hollywood.
El mito de Platón
Llámame por tu nombre no es solo un agregado para la comunidad LGBTQ+ o el drama de diversidad, es un mensaje a favor de atreverse a ser tu propia persona de manera que no pierdas demasiadas «mitades» en el camino.
En uno de los diálogos más trabajados de Platón este conforma la idea del amor platónico y aclara que antaño no eran dos sino tres los sexos: masculino, femenino y un tercero, el andrógino. Cada sexo tenía cuatro brazos y cuatro piernas, cuatros orejas, dos sexos y dos rostros situados en direcciones opuestas. Gracias a su fuerza y arrogancia, y a un intento fallido de atacar a los dioses, Zeus decidió cortarlos por la mitad para hacerlos más débiles y “humildes”. Desde entonces las personas caminan sin una mitad funcional, sin una contraseña de hombre al haber quedado en una sección como los lenguados, en dos de uno que fueron alguna vez. Y por eso buscan continuamente la otra contraseña.
En este mito, y en una conversación clave reproducida hacia el final de la película por Michel Stuhlbarg –quien hace el papel del padre de Elio- inspirado en diálogos de Montaigne y su amistad especial con Étienne de La Boetie, se establece la contraseña de Llámame por tu nombre, en el interludio entre ser sin perder .