La serie Chernóbil potencia el turismo negro, la atracción turística hacia la muerte y la tragedia
La junta de turismo y promoción de Kiev prevé recibir este año a 100.000 visitantes, con lo que se superarán los 72.000 de 2018 y se duplicarán los 50.000 turistas de 2017
Excursión a Chernóbil, 3 noches, hotel de 4 estrellas y tour por 260 euros. La ciudad de Prípiat, donde se sitúa la planta nuclear de Chernóbil se abrió a los turistas en 2011 y desde entonces el número de visitantes anuales no ha parado de crecer, igual que su oferta turística. La junta de turismo y promoción de Kiev prevé recibir este año a 100.000 visitantes, con lo que se superarán los 72.000 de 2018 y se duplicarán los 50.000 turistas de 2017, según informa la CNBC. A partir de la emisión de la serie de HBO Chernobyl, la ciudad que vivió el peor accidente nuclear de la historia, recibe un 48% más de visitantes que el año anterior, según afirma Victor Korol, director de SoloEast, una empresa que ofrece visitas turísticas por la zona. «Aunque viajar a lugares asociados con la muerte no es un fenómeno nuevo, el auge del turismo como un sector económico fundamental a escala mundial ha disparado el interés por este tipo de lugares, que se conoce como tanatoturismo o turismo negro (dark tourism)», afirma Daniel Liviano, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.
La prisión de Alcatraz, los campos de concentración de Mauthausen, la cueva Tham Luang, donde quedaron doce niños tailandeses atrapados, o zonas donde se han cometido genocidios como Ruanda se han convertido en lugares cada vez más frecuentes en el itinerario turístico internacional. «Este es un fenómeno extremadamente complejo y heterogéneo: las motivaciones de los turistas son muy diversas, como también los destinos y las actividades ofertadas», afirma Liviano.
Las motivaciones del turismo negro
Desastres, sufrimiento, tragedias y muerte: ¿qué lleva a alguien a viajar a este tipo de lugares? «Aunque sabemos que la muerte es el final de todo, es la gran desconocida y nos sentimos fascinados; sabemos que vamos a morir, pero nadie cree en su propia muerte, y como individuos nos es muy difícil de imaginar», afirma Francesc Núñez, sociólogo y profesor de los Estudios de Humanidades de la UOC. Según Liviano, desde la academia se ha intentado dar respuesta a las motivaciones de los tanatoturistas y explicar por qué se sienten atraídos hacia lugares o experiencias asociados a la muerte y al sufrimiento. El profesor detalla algunas de las principales razones:
«Hay los que sienten el viaje como una motivación moral o espiritual y adoptan una actitud de peregrinación secular», explica Liviano. Una persona puede visitar el escenario de un genocidio para mostrar empatía con las víctimas, recordarlas y honrarlas, y estar guiada por un sentido de deber moral. «Otros turistas de esta categoría no tienen una motivación para con las víctimas y simplemente visitan estos lugares con un deseo o una necesidad de contactar simbólica y emocionalmente con la muerte», considera el profesor.
Otra categoría es la de los visitantes que tienen interés por la historia y la cultura, es decir, «por el deseo de aprender viajando». Podrían incluirse, por ejemplo, las visitas escolares a museos del Holocausto, donde un guía imparte una lección de historia en el lugar mismo donde sucedieron los hechos. El deseo o la oportunidad de aprender y entender son la razón más común entre los tanatoturistas, según un estudio del investigador Duncan Light.
Para Liviano, después hay los turistas que sienten «fascinación y curiosidad morbosa por la muerte, algunos de los cuales llegan a sentir lo que en alemán se denomina schadenfreude». Se entiende como el regodeo o el sentimiento de alegría o satisfacción generado por el sufrimiento, la infelicidad o la humillación de otro. En el ámbito psicológico es una emoción muy compleja, relacionada con el sadismo, y uno de sus componentes es el deseo de justicia. «Esto explica la actitud de algunas personas que visitan un lugar para celebrar, in situ, que las víctimas han recibido un justo castigo por la razón que sea». Este turismo tiene muy presente la muerte morbosa y explota estas características, un ejemplo es el tour Helter Skelter, de Charles Manson, en Estados Unidos. El «regodeo del sufrimiento» se relaciona con lugares donde por ejemplo se han habido desastres naturales, con prisiones y convictos o sitios asociados con la esclavitud. Algunos académicos se refieren a este tipo de turismo como una forma en sí misma, apodado turismo oscuro distópico.
Finalmente, hay las personas que visitan este tipo de lugares sin una motivación especial, simplemente porque forman parte del paquete turístico o están de moda. «Esta modalidad es resultado de una de las muchas cuestiones que gira en torno al turismo negro: hasta qué punto este fenómeno se ha visto incrementado por la demanda de los turistas o por la oferta de las operadoras turísticas», reflexiona Liviano.
Entre la curiosidad, la banalización y la ética
La industria turística ha encontrado en este tipo de turismo un pozo sin fondo de posibilidades. Muchas de estas destinaciones que ofrecen experiencias oscuras desarrollan tours experimentales. Por ejemplo, las que se ofrecen en la frontera con México, dónde se organizan caminatas nocturnas que simulan el cruce de la frontera con Estados Unidos como inmigrantes indocumentados, en las que se vive la experiencia de cruzar túneles y se sufre el «secuestro» de traficantes de personas por parte de actores. Pero ¿es el turismo un vehículo apropiado para representar eventos relacionados con el sufrimiento humano?
«El estudio académico del tanatoturismo también ha incluido su dimensión ética», afirma Liviano. En una época de selfies y hashtags en Instagram, este debate se ha acentuado a partir del comportamiento frívolo de algunos turistas en campos de concentración como el de Auschwitz-Birkenau o el memorial a las víctimas del Holocausto en Berlín. «Este tipo de comportamiento, que va ligado a las modas y la atracción que ejercen determinados lugares porque están de moda, no suele estar guiado por valores o códigos éticos y morales, sino por cálculo instrumental, y los intereses y las emociones personales», explica Núñez. En esta línea, muchos detractores de este tipo de turismo denuncian que Auschwitz se ha convertido en un parque temático del exterminio, «un lugar donde los turistas van a hacerse fotos sonriendo al lado del crematorio o bajo el arco con el siniestro letrero Arbeit macht frei», afirma Liviano.
When you come to @AuschwitzMuseum remember you are at the site where over 1 million people were killed. Respect their memory. There are better places to learn how to walk on a balance beam than the site which symbolizes deportation of hundreds of thousands to their deaths. pic.twitter.com/TxJk9FgxWl
— Auschwitz Memorial (@AuschwitzMuseum) 20 de marzo de 2019
«Todos, agencias de viajes, ciudades o gobiernos, todos sacan provecho aunque sea desde el horizonte del sufrimiento de muchos», afirma Núñez, que añade «un lugar de sufrimiento puede ser un lugar de peregrinación». Según el sociólogo, el efecto de la comercialización y la masificación de determinados espacios, ha producido su banalización de estos y convierte a esos destinos en un trofeo más (la foto, el selfie) de las aventuras y las experiencias personales de los individuos consumistas.