Loreto Sánchez Seoane: “Si las historias de mujeres olvidadas se convierten en un súper producto comercial que leen miles de personas, bienvenido sea”
A partir de la frase que Cortázar dedicara a Alejandra Pizarnik, ‘Te quiero viva, burra’ reivindica a una serie de mujeres estigmatizadas que lucharon por ser lo que deseaban.
Periodista cultural en El Independiente, Loreto Sánchez Seoane acaba de publicar su primer libro, Te quiero viva, burra (ed. Círculo de tiza), una serie de retratos de mujeres relevantes del mundo de la literatura, el arte, la música o la política. A partir de la frase que Cortázar dedicara a Alejandra Pizarnik, Sánchez Seoane reivindica a una serie de mujeres que fueron olvidadas y estigmatizadas, mujeres que rompieron barreras y que, de maneras muy distintas y en tiempos diferentes, lucharon por su libertad, por ser y hacer aquello que deseaban.
“Te quiero, burra” es la frase que Cortázar dirigió a Pizarnik en un intento de salvarla del abismo. El libro busca salvar del olvido a muchas mujeres que, sin embargo, por ser pioneras, por buscar la libertad y por abrirse camino en contextos complejos, terminaron por caer en el abismo.
He ‘robado’ esta frase de Cortázar con esa intención. Él la envió intentado que Pizarnik se diese cuenta de lo que valía, de lo era. Ese burra implica que ella no se veía como merecía o como debía. Les pasa algo parecido al resto de mujeres que aparecen en el libro. Son escritoras, científicas, mecenas, músicas extraordinarias, pero topan con una sociedad que no les da el reconocimiento que necesitan e incluso con un entorno cercano que ni las apoya ni las valora. Caer en el abismo no es tan difícil si no te ubicas, si no encuentras tu lugar.
Tras rastrear la vida de muchas pioneras, ¿puedes decir que romper muros y techos de cristal implica a veces pagar un alto peaje?
Ahora no. O no de la misma manera. Estas mujeres son de otra época, la mayoría, y su talento y, sobre todo, sus ganas de hacer lo que querían y como ellas querían les costó demasiado. A algunas incluso la cordura, a otras vivir sabiendo que habían sido inmensas y siempre serían pequeñas.
Resulta muy duro leer la vida de las mujeres que retratas y observar cómo para muchas el suicidio se convierte en una vía de escape, en la última expresión de desesperación.
Muchas de las mujeres que aparecen aquí optaron por quitarse la vida. Pero no todas por la misma desesperación. La historia de Sylvia Plath ya la conocemos todos, pero por ejemplo Alfonsina Storni decidió que antes de que la enfermedad acabase con ella era mejor irse. La mayoría de las mujeres que se suicidan en este libro eran poetas. Para escribir poesía, supongo, debes tener una sensibilidad feroz, un concepto más profundo de los sentimientos. Es un don. Pero cuando la vida no te trata bien, cuando la sociedad te deja de lado… ese don puede ser terrible. Estas mujeres decidieron no vivir como les habían dicho que tenían que hacerlo y cuando chocaron con una sociedad que les decía que su manera de caminar, de pensar, de escribir, de vivir era errónea, que eran locas, putas, feas, dijeron basta.
En relación con la recuperación o reivindicación de mujeres, resultan sorprendentes algunos olvidos muy recientes, como es el caso de Patricia Gadea.
A Patricia Gadea la incluí para hacer ver que todavía seguimos igual. Ojalá, nuestros hijos estudien la literatura, el arte, la política… de otra manera, pero a nosotros nos la han enseñado en masculino. A Gadea, a quien habían dejado ‘tirada’, la recupera su exmarido. Es él quien pelea para que su obra vuelva a exponerse y para que se reconozca a Patricia.
Entiendes la historia cultural de forma amplia, reivindicando figuras muy diversas, desde poetas con prestigio como Pizarnik hasta mujeres del espectáculo como Alice Prim, pasando por mecenas como Pannonica de Koenigswarter o políticas como Emma Goldman o Rosalind Franklin.
La única forma de entender la cultura es que pongamos todo sobre la mesa. La cultura, la política o la ciencia. No podemos saber cómo hemos llegado hasta aquí conociendo sólo una parte de la historia, debemos recuperar ya no sólo a estas mujeres si no a todas las que han tenido un papel importante y a las que hemos olvidado para conocernos mejor a nosotros como sociedad. No se puede comprender el anarquismo sin Goldman, sin Franklin no conoceríamos ni la mitad de lo que ahora sabemos sobre el ADN y sin Pannonica el jazz no habría llegado a ser el género musical que es.
Leyendo tu libro, alguien podría decir que una poeta como Sylvia Plath, cuya obra se está reeditando ahora, o una cantante como Amy Winehouse, cuyo éxito fue indiscutible, no necesitan reivindicarse, porque ya son reconocidas. ¿Qué dirías al respecto?
Sylvia Plath sigue siendo la poeta loca y Amy Winehouse la niña que no soportó el éxito. No son sólo eso. Nos quedamos en la superficie, en tres adjetivos muchas veces mal tirados y generamos una imagen errónea. Mirarlas desde otra perspectiva, conocer el cómo y el porqué de sus actos es muy importante. También valorar su obra quitándole todo lo demás, como hacemos con los hombres.
Pannonica de Koenigswarter o Lee Miller se sitúan, desde un punto de vista socioeconómico, a las antípodas de figuras como Alice Prim. ¿Cuán de determinante fue para estas mujeres el elemento económico?
Alice Prim es una rareza. La mayoría de estas mujeres vienen de una situación privilegiada en educación y soporte económico. Pocas eran de clase baja, las hay, pero el 70% tenían un soporte… Pudieron ir al colegio, aprender de grandes autores, de otros científicos, leer desaforadamente. Su posición les dio las herramientas y el tiempo necesarios para llegar hasta donde llegaron. El otro 30% hicieron un esfuerzo salvaje y tenían un talento atroz y una fuerza de voluntad impresionante.
La reedición de las obras de Plath, la publicación de las poesías de Alfonsina Storni o la reciente exposición de a Dora Maar… ¿Estás cambiando las cosas?
Sí, están cambiando. Hay una corriente que quiere hacer visibles a todas aquellas que hicieron algo valioso para el arte (en este caso). La sororidad traspasando generaciones. Me parece una maravilla.
Tu libro, El coloquio de las perras de Luna Miguel o el ensayo de Peio H. Riaño Las invisibles que se publica en febrero hace pensar que desde el mundo cultural no solo se está reivindicando a una serie de artistas olvidadas, sino que se está proponiendo una reescritura sino del canon, sí de la historia cultural.
Luna Miguel hace un homenaje hermosísimo a las mujeres del boom latinoamericano, que fueron tan grandes, tan brillantes, como sus compañeros masculinos. Es una salvajada de libro. Y a Peio H. Riaño estoy deseando leerle. La verdad es que Capitán Swing está realizando una labor impresionante y estos dos libros son una muestra de ello. También el de Noemí López Trujillo, El vientre vacío, que se adentra en una preocupación generacional tan importante como es la de la maternidad. Todos estos libros recuperan y reivindican figuras que ya deberíamos conocer pero que se han quedado en la parte sombreada de la historia. Me parece esencial e indispensable y ojalá en 40 años se deja de hacer porque ya no haga falta.
Cómo periodista que eres, libros reivindicativos sobre estos temas conviven con una serie de libros que responden a una cierta mercantilización del tema feminista. ¿Corremos el riesgo de banalizar una necesarias y legítimas reivindicaciones?
Sí, corremos el riesgo de banalizarlo, pero si las historias de mujeres olvidadas o mal tratadas se convierten en un súper producto comercial y las leen miles de personas, bienvenido sea. No quiero que esta reivindicación se quede solo en unos pocos, mejor que llegue a todos.