Cultura

Andrea Camilleri: adiós a todo eso

Andrea Camilleri: adiós a todo eso

Ahora sé que aún quedan cuatro libros de su serie por publicarse en castellano, incluido el último, que escribió cuando se dio cuenta de que, quizá, pero sólo quizá, algún día todo aquello terminaría para siempre. Pero vivió hasta el último día como si eso fuese una posibilidad remota.

Toma de tierra

Toma de tierra

Una de las primeras frases que aprendió a decir fue «¿Cuánto falta?». Sus padres solían llevarlo de excursión y en ese hábito cifra Erling Kagge su kilómetro cero. Cumplidos los 55, este editor noruego ha hilado su experiencia andante en Caminar, una deliciosa invitación al paseo, al mensurable gozo de soñar erguido, acompasando los pasos y las ideas, y proyectando esa fricción, por la que el cuerpo pasar a ser mente andariega, sobre el horizonte mismo; sobre esa montaña, ves, a la que hemos ido aproximándonos hasta dejarnos engullir por ella: ¡y pensar (¡pensar!) que hace nada estábamos ahí abajo! (No hay nostalgia más punzante que la que surge de la certeza de avistar el pasado; volver la vista atrás, en su más recto sentido.) Bien sabe Josep Maria Espinàs (que ha dejado, ay, de llegarse a Lázaro a la hora del almuerzo) que el simple acto de interpelar al paisaje poniendo un pie delante del otro, es desentrañar el mundo. Sobre ese y otros aspectos discurre Kagge, y no sólo a partir de sus vivencias, sino también de la indagación en el campo de la neurología, cuyos últimos hallazgos validan las observaciones que, sobre este punto, nos legaron filósofos como Montaigne, Kierkegaard, Heidegger…

A hombros de gigantes

A hombros de gigantes

Si no fuera por la incipiente alopecia y por las arrugas que le plisan el rostro, habría dicho que Pepelu está igual que la última vez que lo vi, hace ya dieciséis años. Afirmaría, de hecho, que cuando nos encontramos la semana pasada en la cola del cine llevaba la misma ropa que en el Bachillerato: camiseta de Dragon Ball, pantalones cortos y zapatillas Converse. Me invitó a que me acercase otro día al centro de terapias alternativas donde imparte clases de biomagnetismo y de reiki. Quizá compuse algún mohín de extrañeza, porque a continuación me soltó una perorata sobre una cuestión que siempre hace que se me erice el lomo como a un gato en posición de ataque: el manido cientificismo.

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