¿España ingobernable?
¿Se puede gobernar con sólo 84 diputados? Pedro Sánchez cree que sí. La oposición formada por PP y Ciudadano cree que no. Podemos y el resto de los partidos que el 30 de mayo votaron a favor de la moción de censura – pero no del Gobierno de Sánchez, como recordó alto y claro el diputado de ERC Joan Tardá – que desalojó al gobierno popular presidido por Mariano Rajoy de Moncloa, no se pronuncian al respecto en público pero sí amagan, advierten y amenazan. Son los partidos que mantienen secuestrado al Gobierno de Sánchez. Sin ellos, el PSOE no puede sacar adelante su programa y sus numerosas promesas, sin ellos España es ingobernable.
¿Se puede gobernar con sólo 84 diputados? Pedro Sánchez cree que sí. La oposición formada por PP y Ciudadanos cree que no. Podemos y el resto de los partidos que el 30 de mayo votaron a favor de la moción de censura – pero no del Gobierno de Sánchez, como recordó alto y claro el diputado de ERC Joan Tardá – que desalojó al gobierno popular presidido por Mariano Rajoy de Moncloa, no se pronuncian al respecto en público pero sí amagan, advierten y amenazan. Son los partidos que mantienen secuestrado al Gobierno de Sánchez. Sin ellos, el PSOE no puede sacar adelante su programa y sus numerosas promesas, sin ellos España es ingobernable.
Independientemente de lo que piensen unos y otros, de que Sánchez diga que «este es un Gobierno que hace lo que dice», los hechos son los que son.
Por lo pronto, hay que ver cuántos reales decretos-leyes ha aprobado el Consejo de Ministros para poder gobernar ante la inequívoca falta de una mayoría que dé luz verde a lo que deberían haber sido proyectos de ley para ser tramitados en el Parlamento. Gobernar a golpe de decreto es legítimo pero cuestionable, pues vivimos en un sistema de democracia parlamentaria. Sólo en los dos primeros meses de gobierno – con periodo vacacional por medio-, el Consejo de Ministros que preside Sánchez aprobó siete decretos-leyes. Y, partir de ahí, suma y sigue. ¿Este es el mismo Sánchez que, estando en la oposición se quejaba del «abuso» de los decretos leyes por parte del Gobierno de Rajoy, a quien acusó de «hurtar a las Cortes su valor de legislar» y que llegó a prometer la limitación de su uso cuando llegara al poder? Se supone que sí.
Sánchez, que tanto renegó de los reales decretos para gobernar, sólo en los dos primeros meses desde que llegó a Moncloa aprobó siete.
La Constitución Española del 78 establece que «en caso de extraordinaria y urgente necesidad, el Gobierno podrá dictar disposiciones legislativas provisionales que tomarán la forma de Decretos-leyes».
Al Parlamento sólo llegan tras ser publicados en el BOE y se tramitan con carácter urgente sin pasar por el trámite ordinario.
Lo de gobernar a golpe de decretazo no lo ha inventado Sánchez. Antes que él ya lo practicaron Aznar (siete en la primera legislatura, seis en la segunda), Mariano Rajoy (seis en las primeras 10 semanas) e incluso José Luis Rodríguez Zapatero (uno al iniciar su primer gobierno y otro en su segundo mandato). Lo que es nuevo es un Gobierno con sólo 84 diputados en el Congreso, que tiene menos escaños que el principal partido de la oposición.
84 diputados quedan muy lejos de la mayoría necesaria para sacar adelante los numerosos compromisos adquiridos tras llegar a Moncloa a primeros de junio y para hacer política en función de los vientos que corran en cada momento.
Pedro Sánchez ha demostrado ser un superviviente. Ya lo vimos cuando una parte liderada por la vieja guardia de su partido le llevó hasta el precipicio y le obligó a dimitir de su cargo de secretario general del PSOE en aquel memorable y aciago Comité Federal de octubre de 2016. Luego, el propio Sánchez, ofendido y humillado, lanzó un órdago mayor al renunciar a su escaño. Después, todo dio un vuelco y Sánchez, cual Ave Fénix, resurgió de sus cenizas, ganó las primarias en mayo del 2017, y esperó pacientemente hasta que el PP le puso en bandeja con sus casos de corrupción la oportunidad que esperaba. Se gestó entonces la moción de censura. Eran necesarios al menos 176 votos para lograr la mayoría absoluta del Congreso. La ganó con 180, porque a los 84 de los socialistas se sumaron Unidos Podemos, ERC, PNV, PEdCAT, Compromís, Bildu y Nueva Canarias. Todos ellos con su lista de peticiones a cambio. La política, decía Winston Churchill, hace extraños compañeros de cama, pero también en política no se da nada gratis. Y gratis no le va a salir a Sánchez su paso por La Moncloa, por muy superviviente que sea.
Un Gobierno ilusionante
La llegada de Sánchez a la Presidencia del Gobierno llegó de la mano de un Ejecutivo ilusionante. Aparte de algunos miembros del partido como el secretario de Organización, José Luis Ábalos, o los exministros Josep Borrell y Carmen Calvo, entre otros socialistas menos conocidos, Sánchez sorprendió a todos con los nombramientos de independientes de prestigio como Pedro Duque, Fernando Grande-Marlaska, Nadia Calviño, Dolores Delgado o Margarita Robles. Sí, sí, el golpe de efecto fue el nombramiento de Màxim Huerta como ministro de Cultura pero tuvo que dimitir antes de demostrar las cualidades que vio Sánchez en él cuando lo nombró.
Así que, en el haber de Sánchez está su capacidad para ilusionar al país, tal y como se reflejan en las encuestas de opinión publicadas tras su llegada al poder. El PSOE subió como la espuma superando al PP por primera vez en intención de voto, como se reflejó en el Barómetro del CIS de primeros de agosto.
Promesas, sólo promesas
Y esto es así porque Sánchez, además de ese gabinete lleno de independientes de prestigio, realizó numerosas promesas, la mayoría de corte social, pero algunas de gran calado político y trascendentales para un país cada vez más dividido por la cuestión catalana o la memoria histórica, la falta de libertad de expresión o la precariedad en los empleos fomentada por una reforma laboral insoportable, por citar sólo algunos de los temas que mas debates han provocado en los últimos años.
Hay que empezar diciendo que cuando ya pensaba en la moción de censura, Sánchez habló de la necesidad de cambiar de Gobierno, de sacar al PP y su corrupción del poder para que los españoles decidieran en las urnas qué gobierno querían para los próximos cuatro años. Dijo entonces que su intención era formar un Gobierno transitorio que convocaría elecciones generales “cuanto antes”.
“Convocaremos elecciones cuanto antes, por supuesto, pero antes de eso habrá que recuperar la normalidad política e institucional, atender las urgencias sociales y abordar una tarea de regeneración democrática”. El mensaje, lanzado en mayo desde la sede nacional del PSOE en la madrileña calle Ferraz, iba dirigido a Ciudadanos, que estaba dispuesto a votar a favor de la moción bajo el compromiso de convocar elecciones después.
Ese “cuanto antes” se transformó, una vez en La Moncloa, en 2020, fecha límite para poner fin a esta legislatura, y es que como dijo Sánchez con motivo de sus primeros cien días de Gobierno, «nuestro horizonte es el 2030«. Queda por ver si los partidos que le auparon comparten su opinión o, por el contrario, lo dejarán caer antes de que termine la legislatura en 2020. La clave está en el calendario electoral: no sólo las municipales y autonómicas y las europeas en 2019, sino el adelanto de los comicios en Andalucía este mismo otoño.
A Sánchez se le atragantaron sus ‘socios’ y pese al decreto-ley que aprobó, al final, la evidencia de su debilidad en el Parlamento quedó plasmada con las reiteradas votaciones que los socialistas perdieron para renovar al Consejo de Administración de la Corporación y los nombres propuestos para presidirlo. La falta de votos acabó con el nombramiento de Rosa María Mateo como administradora única de RTVE.
Exhumación de Franco y otros compromisos
Sánchez aseguró que los restos de Francisco Franco serían exhumados y saldrían del Valle de los Caídos en el mes de julio, sin imaginarse las trabas legales con las que se iba a encontrar y las dificultades que le planteó la familia del dictador, que ha amenazado con demandar al presidente del Gobierno. Pasó julio, pasó agosto y a los 100 días de Gobierno, Sánchez seguía sin haber podido hacer efectiva su promesa. De nuevo, un decreto-ley ha sido la salida buscada por Sánchez, para iniciar el proceso para exhumar los restos del dictador.
Por otro lado, Sánchez sorprendió a todos al negarse a publicar la lista de morosos que se habían beneficiado de la amnistía fiscal con el Gobierno del PP, alegando que era legalmente imposible, algo que los expertos de la Agencia Tributaria negaron. El ahora presidente había dicho en varias ocasiones que la publicación de la lista sería una de las primeras medidas que adoptaría si llegaba a Moncloa.
Hoy he explicado en el Congreso qué vamos a hacer desde el Gobierno para luchar contra el fraude y evitar nuevas amnistías fiscales. También por qué no es posible publicar la lista de amnistiados. #AgendaDelCambio pic.twitter.com/YHEDLicJlh
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) 17 de julio de 2018
También aseguró que «lo primero que hará el PSOE cuando llegue el Gobierno será derogar la reforma laboral de Rajoy«, dijo Sánchez hace unos meses. La ministra del ramo, Magdalena Valerio, no tardó mucho en precisar que se harán cambios en relación con las «cuestiones más lesivas», tras reunirse con los agentes sociales en La Moncloa.
Lo mismo con la llamada Ley Mordaza, tan criticada por el PSOE cuando estaba en la oposición y cuya derogación fue una de las cuestiones «urgentes» a las que se refirió Sánchez en cuando compareció en el Congreso siendo ya presidente. Lo que habrá serán algunas modificaciones de la norma con un texto definitivo que cuente con suficiente apoyo parlamentario este otoño.
En cuanto a la inmigración, el Gobierno de Sanchez ha pasado de acoger a los 629 inmigrantes del Aquarius dándoles estatus de refugiados, cuando ningún gobierno europeo quería hacerse cargo de ellos – un gesto que le honra – a ser criticado por las devoluciones en caliente, apenas un mes después.
Cien días intensos
Como es habitual en la política española, los cien primeros días de un Gobierno son claves para determinar el rumbo que seguirá y es el momento de hacer balance, empezando por el realizado por el propio Sánchez, eso sí, exento de autocrítica. Algo que ya forma parte también de nuestra clase política en general, que prefiere culpar a los demás de sus limitaciones y errores.
Sánchez publicó un vídeo para la ocasión en el que afirmaba que “este es un Gobierno que hace lo que dice” y recordaba que su objetivo era formar una “Gobierno feminista” y “hoy España es el primer país del mundo con más mujeres que hombres en el Consejo de Ministros”.
En sólo 100 días, aseguraba, “se han puesto en marcha muchas de las medidas inscritas en el Pacto de Estado Contra la Violencia de Género”.
Un Gobierno ecologista: “y antes de que termine el año no sólo vamos a presentar un Plan Estratégico de Transición Ecológica, sino que también vamos a aprobar una ley de lucha contra el cambio climático”.
En materia económica, Sánchez no parece hacer caso a las alarmas de los expertos que apuntan a una desaceleración de la economía causada por la incertidumbre que crea el propio Gobierno ante los globos sonda y los anuncios relacionados con una subida de impuestos a empresas y autónomos. “España está liderando el crecimiento económico en el conjunto de la Zona Euro”, afirma Sánchez en su vídeo. El proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2019 ha sido recibido en Europa con ciertas reticencias ante el temor de que se dispare el déficit público.
El crecimiento económico pasa, para el Gobierno de Sánchez, por algo tan necesario como apostar por la ciencia y la innovación, por una reindustrialización, y esa es la idea expresada por Sánchez quien defiende, en ese sentido, la necesidad de “reconstruir el Estado del Bienestar, haciendo una apuesta decidida por la educación, la formación profesional, las universidades, y seguir ampliando el espacio de derechos y libertades en nuestro país”.
Un Gobierno social: “No sólo hay que crecer sino que también tiene que llegar al conjunto de las capas sociales de nuestro país, de la mayoría social de nuestro país” y, por supuesto, “redistribuir el crecimiento”.
En definitiva, concluía Sánchez, “cien días intensos, apasionantes, donde estamos haciendo posible el cambio”.
Hace 100 días que asumimos el reto de gobernar el cambio. Estamos reconstruyendo el Estado del bienestar. Apostamos por el empleo digno, energías renovables, la igualdad y la protección de la infancia. Somos un Gobierno feminista, europeísta y social. Seguimos. #100DíasdeGobierno pic.twitter.com/XkVAH0J8xz
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) 8 de septiembre de 2018
Sánchez, por lo demás, parece convencido de que podrá apurar la legislatura. Para ello mantiene contactos con los líderes de los partidos cuyos votos le son tan necesarios par seguir en Moncloa. Empezando por el líder de Podemos, Pablo Iglesias, con el que tras las vacaciones ha mantenido una reunión en la ambos políticos hablaron de abrir mesas de negociación, sin especificar más y que en octubre se plasmó con un acuerdo sorpresa en torno a los Presupuestos Generales del Estado, con concesiones al partido morado pero menos de las que éste quisiera.
También Sánchez parecía tener hilo directo con el presidente catalán, Joaquim Torra, a quien recibió en Moncloa, y al que ha ofrecido celebrar un referéndum, pero no de autodeterminación, sino sobre el Estatuto catalán. Eso y nada es lo mismo para los soberanistas, y ante la ausencia de un compromiso real para que se permita una consulta de independencia en Cataluña, y ante el próximo juicio contra los políticos presos y procesados por el referéndum del 1-O, Torra rompió en noviembre con Sánchez. La ruptura no era otra cosa que negar el apoyo de los partidos nacionalistas catalanes a los presupuestos de 2019.
A todos, el presidente intenta decirles lo que quieren escuchar y mientras esto le funcione, Sánchez puede seguir haciéndose fotos con gafas de sol en el interior del avión presidencial, o con su perro después de hacer running por el complejo de La Moncloa, al tiempo que apaga los fuegos que algunos de sus ministros van encendiendo, como ha ocurrido con la titular de Justicia y el juez Llarena o el caso del acuerdo comercial con Arabia Saudí por parte de Defensa, o tira por la calle de en medio y cesa a su ministra de Sanidad por irregularidades en un máster obtenido en la polémica Universidad Rey Juan Carlos, mientras colea el caso de su cuestionada tesis doctoral.