¿Qué es una carabela portuguesa y qué hacer si nos pica?
En personas, la picadura puede provocar vómitos, fiebre, problemas cardíacos, náuseas y ansiedad y, en ocasiones, la toxina puede causar la muerte
Cuando llega la época estival una de las preocupaciones más comunes en nuestras costas es la aparición de medusas, que pueden causar un impacto socioeconómico relevante. La carabela portuguesa (Physalia physalis), también conocida como botella azul o falsa medusa, ha tenido una gran repercusión mediática en los últimos años debido a las lesiones que produce su contacto accidental.
Este organismo invertebrado es un cnidario (filo Cnidaria), grupo taxonómico en el que encontramos a las anémonas de mar, corales y medusas. La carabela portuguesa, que pertenece a la clase Hydrozoa, tiene un desarrollo muy complejo.
A diferencia de las medusas, que son organismos individuales, una carabela portuguesa es en realidad una colonia flotante. Su ciclo de vida comienza como un único pólipo fruto de la reproducción sexual (protozooide). Este se alarga para incorporar otros pólipos (zooides) que darán lugar a una colonia.
Como sucede con las colonias de insectos como hormigas, cada zooide está modificado para realizar una función. El nombre que reciben depende de ésta:
- Neumatóforo. Es una cavidad repleta de gas que permite que la carabela flote. Tiene forma de vela y sostiene al resto de la colonia.
- Gastrozoide. Está formado por pólipos que se encargan de la alimentación. Para ello, liberan enzimas.
- Gonozoide. Se encarga de la reproducción de estos organismos.
- Dactilozoides. Son los tentáculos que emergen del extremo del neumatóforo y que pueden alcanzar los 20 metros de longitud. Se encargan de la defensa del organismo y de la captura de los alimentos.
Es en la superficie de estos tentáculos donde encontramos la estructura más característica de los cnidarios: los cnidocitos. Son células epiteliales en cuyo interior albergan unas estructuras punzantes denominadas nematocistos.
El origen del dolor
La carabela portuguesa se alimenta de pequeños invertebrados. Para ello cuenta con más de un millón de nematocistos en cada centímetro de sus tentáculos. Estos le permiten paralizar pequeñas presas e introducirlas en la cavidad gastrovascular, donde los gastrozoides llevan a cabo el proceso de digestión.
Los nematocistos son los responsables del dolor y las irritaciones dérmicas que sufren las personas que entran en contacto con estos organismos. En ocasiones, pueden llegar incluso a provocar la muerte.
Estas estructuras punzantes tienen forma ovalada y un tamaño de unos 100 μm (1mm = 1000 μm). Su posición es apical y en su superficie hay un flagelo denominado cnidocilio. Dicho flagelo tiene la función de captar los estímulos mecánicos para desencadenar la descarga. El nematocisto consta de una cápsula invaginada de doble pared, un opérculo que la cierra y un filamento tubular enrollado en su interior que con frecuencia contiene púas. Cuando se activa la descarga de un nematocisto, el filamento tubular sale hacia el exterior en microsegundos y se clava en la piel de la víctima.
Se conocen hasta 30 tipos de nematocistos, que se diferencian en la posición de las púas (y por lo tanto en el grado de anclaje al tejido) y en el tipo de veneno que inoculan. Esto es lo que determina el grado de toxicidad de cada cnidario. En el caso de la carabela portuguesa, existen tres tipos:
- Estenotele. Es el más agresivo, ya que al activarse perfora la piel e inyecta una hipnotoxina que paraliza o mata a la víctima.
- Desmonema. Contiene un filamento corto, grueso y sin púas que se enrolla con fuerza alrededor de la presa.
- Isoriza. Es un nematocisto que facilita la adherencia de los tentáculos a la presa.
Pero, ¿por qué el veneno de la carabela portuguesa es tan tóxico? Se trata de una mezcla compleja de polipéptidos tóxicos y enzimas de alto peso molecular, que incluyen amoniaco, serotonina e histamina. Posee propiedades hipnóticas y el dolor que producen es muy fuerte.
En personas puede provocar vómitos, fiebre muy alta, problemas cardíacos, náuseas y ansiedad, que generalmente pasan en unos días. En caso de especial sensibilidad a la toxina puede causar incluso la muerte.
Nada de barro ni orina
Existen una serie de recomendaciones en caso de que entremos en contacto con uno de estos organismos.
- Si la persona afectada todavía presenta restos de tentáculos adheridos, se deben retirar cuidadosamente con guantes o algún material no irritante para evitar nuevos contactos.
- Se debe limpiar la piel con agua salada (la del mar, por ejemplo) o suero salino, si disponemos de él. No se recomienda el uso de agua dulce, puesto que la diferencia de presión osmótica puede activar algunos nematocistos todavía presentes en la piel del paciente y empeorar las lesiones. Tampoco se debe emplear vinagre, orina, barro y otros productos similares que pueden desencadenar infecciones bacterianas.
- Las zonas afectadas deben protegerse de la incidencia directa del sol.
- En aquellos casos donde el dolor o prurito no remita, o aparezcan nuevos signos clínicos asociados, se recomienda la visita al centro médico más cercano. Generalmente se recurre al uso de analgésicos, antihistamínicos y corticoides de uso cutáneo. Hay que mantener la calma: los casos graves son muy infrecuentes.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.