En la denominación Rueda también hay vinos generosos
En concreto se trata de dos elaboraciones tradicionales, los dorados y pálidos
Lo primero que podemos recordar es a qué se considera vino generoso o fortificado, elaboración que debe el nombre a que, tras fermentar, se le ha añadido alcohol (generalmente de origen vínico) para alcanzar la graduación mínima de 15 grados que requiere para que las levaduras empiecen a trabajar, esto es, convertir el azúcar en alcohol. Recordado esto, ahora hay que saber que los generosos no son vinos reservados para el Marco de Jerez (Sanlúcar de Barrameda, Jerez y el Puerto de Santa María) y la cordobesa Montilla-Moriles.
Porque, si bien de manera minoritaria, se están haciendo en otras zonas elaboradoras como en la denominación Rueda. Son los allí conocidos como pálidos y dorados. Dos tipos de vinos que, desde febrero de este año, han entrado en la categoría de generosos tras el reconocimiento de la Comisión Europea. De este modo ahora ya en Rueda pueden referirse a sus dorados y pálidos como «generosos de Rueda». Una decisión europea que ha supuesto también la inclusión en dicha categoría de vinos de otras denominaciones andaluzas.
Con esta medida, Rueda ha conseguido el reconocimiento para dos tipos de vinos históricos por la larga tradición que tienen, si bien en este momento su producción es muy pequeña y contadas las bodegas que los están haciendo. Pero parece que fueron vinos de cabecera en el reinado de los Reyes Católicos. Actualmente, y bajo amparo del Consejo Regulador, no llegan a media docena las bodegas que hacen dorados, pero es que sólo hay un pálido que es el de la firma De Alberto, una bodega con solera en la zona y que nunca ha dejado de elaborar unos y otros.
Por supuesto, hay una normativa que regula ambas elaboraciones. Los dorados se pueden hacer con uvas de verdejo y/o palomino (aunque esta variedad no permiten plantarla más desde los años 30 en este territorio), tienen al menos 15 grados, son el resultado de una crianza oxidativa, con mínimo 4 años de crianza y tienen que estar en barrica al menos los dos últimos antes de salir al mercado. Pero antes de llegar a la madera, y después de haber fermentado, algunos siguen la tradición de meter el vino en damajuanas de cristal que se colocan en la calle durante al menos un año, sometidas por tanto a las diversas inclemencias meteorológicas y con lo que el vino va virando al color dorado del que recibe el nombre. Y es después cuando pasa a esas barricas en las que envejecerá por el sistema de criaderas y soleras, (*) razón por la que son vinos que salen sin añada.
Los pálidos requieren una elaboración similar y tampoco llevan añada por esa misma razón. Pueden participar las mismas variedades pero tiene que tener una crianza biológica previa (o sea, aparición espontánea de velo de flor que protege el líquido del contacto con el oxígeno, y por ende su oxidación) y permanecer por lo menos tres años en barrica de roble antes de su comercialización.
(*)Superposición de botas de las que la pegada al suelo es la de las soleras, y el resto que quedan por encima son las criaderas, con el vino más joven. En las soleras se encuentran los vinos que se embotellan, nunca más de un tercio del contenido y por lo que esa fila se rellena con la misma cantidad de líquido de la fila que tiene justo por encima.
61 Dorado En Rama
Precio: 39,9 euros
La marca «61» agrupa una gama de vinos especiales y diferentes, dentro de los que elabora la Cooperativa Cuatro Rayas, aunque data de 1935 cuando se fundaba con el nombre de Bodega Cooperativa de La Seca. A aquellos orígenes debe la elección de ese número pues los primeros socios hacía vino en sus casas para después unificarlo en los depósitos de la cooperativa, y cuenta la leyenda que la mezcla más especial era la que se obtenía en el depósito 61. De hecho, fue después la primera marca -Sesenta y uno- que embotelló la bodega en 1950. Este dorado es verdejo y palomino a partes iguales, que permanece un año en hormigón hasta que pasa a las barricas (botas de 500 litros). En su caso sí hace primero crianza biológica -bajo velo de flor- y después la oxidativa. Sólo ‘sacan’ una saca al año, en junio, por tanto este dorado es de la «saca 2023», y el vino pasa directamente de la bota a la botella, sin clarificar ni filtrar, por tanto «en rama» (de ahí el nombre). En su caso un vino con 17º, lo que se percibe pero no molesta, con aromas de caramelo, uvas pasas y los habituales frutos secos con fondo tostado. Boca corpulenta, compleja, en la que mantiene la acidez y buena persistencia.
Dorado de Alberto
Precio: 32 euros
Hoy son los Hijos de Alberto Gutiérrez quienes están al frente de Bodegas De Alberto, quinta generación de una casa con más de 350 años de antigüedad, en el pueblo de Serrada (Valladolid). Y éste su verdejo dorado elaborado en damajuana (donde está unos 16-18 meses) no han dejado de hacerlo desde los años cuarenta y como manda la tradición. Termina con los dos años exigidos de crianza en soleras. Salen unas 6.000 botellas. Intenso, con notas de frutos secos, tostados, orejones. Boca equilibrada, untuosa, con una destacada nota punzante, salino y muy largo en el paso.
Carrasviñas Dorado
Precio: 16 euros
Este dorado es de uno de los fundadores de la denominación Rueda, Félix Lorenzo Cachazo (Bodegas Cachazo), hoy con la sexta generación al mando de esta casa familiar. Su elaboración se compone de verdejo con un 30% de palomino, y también emplean damajuanas de cristal de 16 litros en las que el vino permanece a la intemperie alrededor de 18 meses, realizando la crianza oxidativa. Después pasa los dos años de rigor en las barricas de la solera. Con buena estructura, graso, aromático y una estupenda frescura. Un compendio de fruta carnosa, frutos secos y toques tostados y un sobresaliente frescor que le aporta recorrido.
Los vinos referidos responden exclusivamente a un criterio profesional y de calidad.