El Papa ha canonizado este domingo en una multitudinaria ceremonia en la plaza de San Pedro ante 45.000 peregrinos a diez nuevo santos, entre ellos una víctima del nazismo. Además, también ha canonizado a Charles de Foucauld, punto de referencia de la llamada «espiritualidad del desierto». Así, Francisco ha pedido que abran vías de diálogo e inspiren soluciones pacíficas en un mundo en el que aumentan «las tensiones y las guerras».
«Mientras las tensiones y las guerras aumentan tristemente en el mundo, que los nuevos santos inspiren soluciones y caminos de diálogo, especialmente en los corazones y las mentes de quienes ocupan puestos de responsabilidad y están llamados a ser protagonistas de la paz y no de la guerra», ha señalado el Papa en la primera canonización después de la pandemia. La última fue en octubre de 2019.
Entre los diez nuevos santos también figuran los franceses César de Bus (1544-1607), fundador de la congregación de los Padres de la Doctrina Cristiana, quien trabajó por el renacimiento del cristianismo en una época convulsa por los comienzos de la Reforma protestante, y la hermana Marie Rivier (1768-1838), una maestra, fundadora de la congregación de la Presentación de María.
La canonización del intelectual y periodista holandés Titus Brandsma (1881-1942), conocido por su oposición a la propaganda nazi durante la Segunda Guerra Mundial, fue recibida con entusiasmo por la prensa católica. Un grupo de periodistas firmó una carta abierta esta semana para que el papa lo designe su santo patrón.
El primer laico indio en ser santo es el mártir Lázaro, Devasahayam Pillai (1712-1752), un hindú convertido al cristianismo. Arrestado, torturado durante tres años y luego ejecutado, se negó a retractar su fe.
Los otros que alcanzan la gloria de los altares serán los sacerdotes italianos Luigi Maria Palazzolo (1827-1886) y Giustino Maria Russolillo (1891-1955) y las monjas italianas Maria Domenica Mantovani (1862-1934) y Maria di Gesù Santocanale (1852-1923).
Para llegar a ser santo de la Iglesia Católica, el candidato debe recorrer un largo camino: primero siervo de Dios o mártir, luego beato y finalmente santo.
Antiguamente los santos eran proclamados por «vox populi», es decir por aclamación popular. Pero luego, para evitar abusos, la Iglesia estableció esas tres etapas y los obispos asumieron la responsabilidad de iniciar el proceso con una investigación sobre la vida de los candidatos.
La propuesta para iniciar una causa de beatificación -como se llama el primer paso- generalmente se presenta una vez pasados cinco años de la muerte del candidato.
Todo milagro debe ser certificado en el caso de que se trate de la curación permanente y no científicamente explicable. Una vez que la Iglesia considera comprobada esa intervención póstuma, el candidato podrá ser proclamado «beato». Para ser santo el Código de Derecho Canónico exige la comprobación de un segundo milagro ocurrido después de la beatificación.