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Giorgia Meloni: Europa la vigila y en Italia desconfían

«Esta periodista de extracción social modesta, es pese a su edad una política veterana, pero sin experiencia en temas como la política exterior o la economía»

Giorgia Meloni: Europa la vigila y en Italia desconfían

Giorgia Meloni. | Ilustración: Erich Gordon.

Lleva apenas dos meses como jefa de Gobierno de Italia, la primera italiana que llega a ese cargo. En principio, Giorgia Meloni (Roma, 45 años) está actuando con cuidado para despojarse de sus huellas más conservadoras en materia social e inmigración ligadas a su activo pasado neofascista. Sabe bien la lideresa de Fratelli d’Italia que no goza de la confianza de sus homólogos de la Unión Europea, que se los tiene que ganar asegurando que es ante todo europeísta y atlantista; y que en la guerra rusa en Ucrania su Gobierno continuará suministrando armamento a Volodímir Zelenski. Y así quedó reflejado en el reciente apoyo parlamentario frente a las dudas de Matteo Salvini y Silvio Berlusconi, líderes de la Liga y Forza Italia, respectivamente, los dos grupos que conforman la coalición ultraconservadora junto a Fratelli d’Italia salida de las elecciones del pasado septiembre. Y mientras el júbilo inicial de la población más conservadora pierde fuerza. Con o sin Meloni, la economía está a las puertas de una recesión.

Meloni tiene dos rostros, el externo y el interno. Su pasado neofascista es complicado de borrar. En la UE no ha tenido aún gran protagonismo en sus encuentros con sus homólogos. Suspendió su presencia en la cumbre euromediterránea a principios de este mes en Alicante por gripe y con ello no pudo celebrar su primera bilateral con Pedro Sánchez. El jefe del Gobierno español no la tiene entre sus favoritos: tardó unos días en felicitarla por su triunfo. Prefería a Giuseppe Conte, cabeza del populista Cinque Stelle, o que siguiera Mario Draghi, el gran defensor en 2012 del euro whatever it takes cuando era presidente del Banco Central Europeo (BCE). Con Supermario, su antecesor en la jefatura, Meloni tiene buenas relaciones, como de profesor y alumno, así como con el presidente de la República, Sergio Mattarella, a los que pide consejo tan pronto puede. Hasta el extremo que el nuevo ministro de Economía y Finanzas, Giancarlo Giorgetti, estuvo en el pasado Gobierno de Draghi. Meloni hubiese preferido un técnico antes que un funcionario, militante de la Liga, de conocimientos modestos de economía y puso la mirada en Fabio Panetta, prestigioso economista miembro del comité ejecutivo del BCE, pero éste declinó porque aspira a ser gobernador del Banco de Italia y sabe, además, que la vida de los gobiernos en Italia no es muy larga (apenas un año y medio de media).

En lo que concierne a su rostro internacional, más allá de asistir a la cumbre del G-20 en Indonesia, la de los Balcanes en Albania y la última del año de los líderes comunitarios en Bruselas, Meloni ha tenido un choque frontal con la Francia de Emmanuel Macron, irritado por la actitud de Roma de no acoger a dos centenares de migrantes africanos rescatados por un barco de una ONG francesa. Saltaron chispas en París con Roma. Macron amenazó con romper el acuerdo de acoger y reubicar a 3.500 migrantes refugiados temporalmente en territorio italiano. La UE le ha recordado a Italia, la tercera economía europea, la obligación moral y el compromiso político de dar acogida a los africanos a la deriva en aguas mediterráneas. Meloni ha enseñado los dientes con el júbilo de su socio de gobierno Salvini y propone estrechar más la vigilancia y el control en el Mediterráneo con una especie de bloqueo naval. Es verdad que el problema lejos de calmarse se ha agudizado tras la guerra en Ucrania y la crisis alimentaria en África como consecuencia de ella. Este año el flujo migratorio desde el norte del continente africano se cifra en más de 90.000, lo que equivale a un 50% más que en 2021.

París y Roma tendrán que limar asperezas. Por el bien de la UE será prudente que Francia no ponga en una lista de «sospechosos habituales» a Italia junto con Hungría y Polonia. Meloni tiene buenas relaciones con el húngaro Viktor Orban. No es un socio cualquiera. Ha recibido el mayor botín de los fondos comunitarios post covid Next Generation por delante de España (200.000 millones de euros). Meloni quiere replantear el destino de alguno de los rubros para poder afrontar ahora la crisis energética frente a la postura reacia de Bruselas. Italia dependía en más del 40% del gas ruso antes de la guerra ucraniana que estalló en febrero pasado. Desde entonces se han disparado los precios de los carburantes y alimentos en general y la inflación se ha desbocado hasta llegar a más del 11%. El Ejecutivo ultraconservador, al igual que parte de los medios de comunicación transalpinos, calificaron de injerencia unas declaraciones de la ministra francesa de Asuntos Europeos, Laurence Boone, anunciando que habrá vigilancia sobre lo que haga Meloni. Algunos analistas italianos avisan que ese tipo de manifestaciones pueden generar una conducta de aislamiento y posiciones más radicales de Meloni.

En el capítulo interno la primera ministra acaba de presentar al Parlamento sus primeros presupuestos generales destinados a combatir la inflación. Entre otras medidas incluyen una modesta reforma de pensiones con el incremento a 600 de los 520 euros actuales de la pensión mínima, la anticipación a los 62 años de la edad de jubilación, la reducción del IVA en productos de primera necesidad o el descuento en el precio de los carburantes. Pero se anuncia la eliminación a partir de 2024 de la llamada renta de ciudadanía, una asignación que aprobó el entonces gobierno de Conte en 2018 para personas en exclusión social y desempleados. Esto último es lo que ha llevado a poner en pie de guerra a los sindicatos y a las primeras manifestaciones de protesta contra el Gobierno. En cualquier caso, Meloni tiene garantizada la aprobación del Parlamento  pues cuenta con una holgada mayoría.

Las perspectivas económicas son más bien sombrías como en toda la UE. Italia tiene una deuda incontrolable, que se agudizó con el covid hasta el 152 % del PIB. La economía en 2021 se prevé haya crecido en torno al 2%, pero el Fondo Monetario Internacional pronostica que el bel paese seguirá los pasos de Alemania en 2023 y entrará en recesión. Italia es uno de los países más golpeados por la crisis energética por su dependencia del suministro ruso. Meloni ha apoyado la iniciativa de la UE de poner un tope al precio del gas si los precios superan los 180 euros, aprobada por los Veintisiete con el sólo voto contrario de Hungría y la abstención de Austria y Países Bajos.

Giorgia Meloni, periodista, católica practicante, de extracción social modesta, emparejada con otro periodista y madre de una niña, es pese a su edad una política veterana, pero sin experiencia en temas tan delicados como la política exterior o la economía. Tiene magníficas relaciones con Vox. Ha nombrado responsable de Exteriores y vicepresidente a Antonio Tajani, expresidente del Europarlamento, miembro de Forza Italia y antiguo hombre de confianza del imprevisible y ahora más que nunca histriónico Berlusconi, quien no se corta al manifestar que Vladímir Putin es un hombre de paz con el que sigue conservando amistad aunque condena la invasión de Ucrania. El nombramiento de Tajani, un político que tiene estrechos contactos con el Partido Popular, no ha caído mal en los ambientes comunitarios. El otro vicepresidente es Salvini, ministro de Infraestructuras. Éste pretendía la cartera de Interior a fin de repetir su radical política antinmigratoria como en el Gobierno de Conte en 2018. Meloni se negó, pero accedió a poner a un individuo de su cuerda, Matteo Piantedosi, que fue su jefe de gabinete cuando era ministro.

Giorgia Meloni se ha embarcado en la aventura en un proceloso océano con dos lugartenientes, Salvini y en menor medida Berlusconi (éste desde fuera), nada confiables y sujetos a peculiares cambios de humor, a quienes tendrá que vigilar, sobre todo al primero. Nada asegura que su Gobierno sea longevo. Si tiene algo a su favor es que la izquierda está hecha añicos tras las elecciones de septiembre.                    

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