Los beneficios de dormir solo: por qué no conviene compartir cama para descansar bien

Sabemos que dormir solo puede provocar un pequeño cisma marital en una relación. Convertidos en secretos de alcoba, dormir acompañado es una regla no escrita de parejas y matrimonios que, sin embargo, no tiene por qué ser beneficiosa para nuestra salud. O, cuanto menos, no tan positiva como dormir sin nadie al lado.

Sin embargo, no estamos abriendo la veda a riñas, disputas o a confesar que dormir solo sea una estratagema para acabar con la relación. Los datos, sin embargo, avalan la calidad del sueño y un mejor descanso cuando no nos vemos obligados a compartir lecho.

Las razones por las que dormir con otra persona, sea amada o no, tienen más que ver con motivos culturales que por motivos fisiológicos. De hecho, también tiene un fuerte componente psicológico que avala, en ciertos estudios, cómo una buena salud matrimonial también significa un mejor descanso.

Hemos dormido juntos desde hace siglos y los motivos son variopintos. Uno de los más comunes es la falta de espacio en los hogares, especialmente cuando las familias eran numerosas, lo cual también permitía ahorrar en cierto tipo de combustibles y calefacciones. A ello, ya en el conglomerado que forma el matrimonio, es habitual sumar el colecho con los niños pequeños y esa parte de pacto que tiene el estar en una relación.

Sin embargo, hay ciertos motivos que avalan dormir separados y los explica la Asociación Americana del Sueño (ASA, en sus siglas en inglés), y que permitirían, entre otras cosas, disfrutar de mejores siestas.

Cuatro razones para dormir solo

Todos hemos batallado alguna vez, siendo víctima o verdugo, con el drama de tener un compañero de cama que ronque. Aunque hay formas de minimizar los ronquidos —por ejemplo, a través de la postura—, la realidad es que hay ciertas características físicas que lo van a permitir. Obesidad, paladar pequeño y lengua grande, tabaquismo, problemas respiratorios… Hay pautas que se repiten en las personas que roncan y que se pueden ver acrecentadas con el tiempo.

También podría pasar lo mismo cuando topamos con una persona inquieta. Patadas, movimientos, abrazos a destiempo… Algunos gestos durante la noche, incluyendo el robo de sábanas y edredones, pueden convertir el sueño en pesadilla. Es el mismo caso que podría pasar con las personas con somniloquia o hablar en sueños, que podrían mutar el descanso del compañero en una perorata inaguantable.

Una cuestión de temperatura

Seguramente no estéis solos cuando durante el verano y sus noches tropicales, preferís dormir solos. No es una casualidad. Nuestro organismo, cuando llega la hora de dormir, se sumerge en un ligero letargo que permite reducir la temperatura corporal y hacernos más eficientes. Durante el verano, como resulta complicado reducir la temperatura ambiental, dormir se puede convertir en una odisea.

Traslademos ahora este hecho a una relación donde la otra persona puede ser una fuente de calor o frío, lo cual condicionará las primeras fases de conciliación del sueño. Al dormir solos, nuestra termorregulación depende en exclusivamente de nuestro cuerpo, razón que hará más fácil que acabemos durmiéndonos. Además, si a eso le sumamos las dificultades añadidas de poder vernos desprovistos de mantas o edredones, la situación se agrava.

Una cuestión de timing

Diversos estudios avalan que, tras dormir a menudo con una persona, nuestros horarios se sincronizan en cierto modo, permitiendo coger el sueño a la vez. Sin embargo, no en todas las parejas esto sucede. Hay que tener en cuenta diferentes biorritmos, más o menos facilidad para dormir o matices como distintas horas para despertarse, otra razón para dormir solo. Más aún si evitamos ciertos comportamientos que lastran nuestro descanso.

No todas las parejas se duermen al mismo tiempo ni se levantan igual o a la misma hora. Por este motivo, el sueño fragmentado que se podría generar condicionaría la calidad del sueño de alguno de los miembros. Aunque hay investigaciones que aseguran lo contrario —los beneficios de dormir en pareja—, no es concluyente en ninguno de ambos casos ni extrapolable al 100% de la población porque se realizó en una muestra pequeña (12 parejas) y con una edad muy acotada (entre los 18 y los 29 años), además de no presentar problemas de salud o niños.

Una cuestión de espacio y movimiento

Compartir cama, aunque la otra persona no se nos eche encima, también influye en nuestro descanso. No a todas las personas les sienta igual de bien el mismo tipo de colchón. Por diversos motivos, una persona u otra pueden preferir colchones más duros o más blandos y esto también actúa como condicionante en la cama. Un colchón demasiado blando puede hundirse con facilidad, favoreciendo huecos o pequeñas vaguadas en la cama, que se sienten en ambos durmientes.

Además de eso, también para dormir solo se debe hablar del espacio y las limitaciones que el movimiento ofrece. Muchas veces, sobre todo en las primeras fases de sueño, no controlamos del mismo modo nuestro cuerpo y podemos ‘invadir’ la zona de la otra persona. No depender de nadie y que las interrupciones físicas externas estén fuera de la ecuación del sueño nos puede venir muy bien.

Dormir solo: si se callase el ruido…

Ronquidos, palabras, respiraciones aceleradas, somieres que chirrían, sonidos reumáticos… El orfeón que un mal compañero de cama puede promover supone un riesgo añadido a la calidad del sueño. Si desvelamos esta incógnita y nos quedamos solamente con nuestros ruidos, habremos sacado del colchón una buena fuente de problemas al dormir solo.

No se trata de pedir el divorcio ni de darse un tiempo, según explica el doctor Karaj Rajan, sino de apostar por la calidad del sueño, fundamental en la vida para evitar un sinfín de patologías, en detrimento de una ‘calidad’ marital que pueda verse lastrada también por un mal descanso.