Smoothies, el riesgo nutricional (oculto) de estos zumos de frutas con tan buena fama
Los primos ‘mayores’ de los zumos son una suculencia colorida y refrescante, pero también tienen letra pequeña
Casi todo en esta vida, siempre desde la moderación, es positivo. No todo, lógicamente, pues hay hábitos tóxicos que incluso en pequeñas cantidades son mal recibidos por nuestro organismo. El problema llega cuando algo aparentemente saludable —como le pasa a los smoothies, primos modernos de los zumos, bandera del desayuno— se lleva a la extenuación o abuso.
Convertidos en revolución healthy desde las nuevas cadenas de restauración, los hoteles o incluso en los hogares, estos licuados o triturados de frutas y verduras han reemplazado en cierto modo a la omnipresencia del zumo. Lo han hecho por color, por sabor, por versatilidad y, en teoría, también por propiedades, pues en función de cada mezcla tenemos unas u otras ventajas.
Sin embargo, no todo lo verde es bueno, o no es tan bueno en función de cómo se consuma o de cómo desplace a otras formas de consumo. Es aquí donde hay que poner a los smoothies en el banquillo de los acusados para, cuanto menos, tener claro que no es una panacea alimenticia o nutricional.
Es evidente pensar que estamos consumiendo una buenísima cantidad de vitaminas y micronutrientes, incluidas sales minerales, cuando los bebemos, pero no hay que olvidar posibles perjuicios. Todos ellos irán en detrimento de otras formas de comerlos, de disfrutarlos o incluso de llegar a ser contraproducentes.
Una realidad que salpica a todo tipo de mezclas, aunque las que incluyen ciertas verduras de hoja verde como ahora veremos o según qué frutas pueden ser precisamente las menos recomendadas, a pesar de ser de las más frecuentes. Al final solo estamos hablando de un triturado que mezcla zumos con trozos de frutas y verduras (frescas y congeladas) hasta obtener una consistencia similar a un batido pero siempre sin tener una base láctica. De hecho, la traducción literal de la palabra ‘smooth’ sería ‘suave’.
Las opciones y alternativas son decenas, aunque es cierto que siempre hay sabores que funcionan mejor juntos, como pasa con la naranja y la zanahoria; con determinadas mezclas de frutos rojos y frutos del bosque (arándanos, grosellas, frambuesas, moras, fresas…); con algunas verduras de hoja verde entre las que cita a acelgas, espinacas e incluso apio, además de la adición de otros componentes, a veces llamados súper alimentos, como las semillas de chía, la espirulina, la maca o el açai que realmente no son abismalmente mejores.
Marketing aparte, lo que sí es conveniente saber es que de manera puntual tomar smoothies no es un riesgo para la salud, pero sí que hay ciertas contraprestaciones en un consumo abusivo de éste. Veamos cuáles son las trampas nutricionales que se esconden detrás de estas coloridas mezclas.
Smoothies: cuatro trampas vestidas de ‘healthy’
Podríamos pensar que todo lo que sea meter un zumo o una fruta en nuestra dieta va a ser positivo. Por desgracia no es así, o no del todo, pues depende mucho en la forma en la que tratemos al producto para que nuestro cuerpo lo agradezca más o menos. Es cierto que también cambia en función de la composición del smoothie en cuestión, razón por la que debemos comprender las diferencias en los ingredientes.
Estas variaciones van a ser las que nos marquen el camino y definan qué riesgos nutricionales o incluso saludables podríamos encontrar en un consumo disparado de smoothies, el cual no creemos que tampoco sea excesivamente común en nuestro país. Aún así, veamos qué puede pasar.
Malas digestiones
No todas las verduras y frutas son igual de fáciles de digerir, especialmente en el caso de las primeras. Es por esto que también el cocinado de los alimentos nos permite, aunque a veces vaya en detrimento de ciertas propiedades, hacer más amable la absorción de nutrientes de ciertos productos.
Esto es algo que además sucede con frecuencia en las dietas FODMAP, en las que se evitan ciertos carbohidratos de cadena corta que suelen fermentar en el estómago y que, si encima se consumen crudo, son especialmente indigestos. Es por esto que ciertos ingredientes como las crucíferas (las brassicas) como coliflor, brócoli, berza, repollo o coles no se suelen meter en un smoothie, además de por su sabor, claro.
Esto sucede porque se genera un exceso de fibra alimenticia insoluble (de la que sabemos que hay dos tipos, soluble y no soluble), que sirve como alimento a las bacterias del intestino, que se nutren de ellas y suelen generar hinchazón, distensión abdominal o gases.
Una cantidad desbocada de azúcar
No es tan común que esto suceda en los smoothies a base de verduras y hortalizas, pero sí más frecuente en los que tienen una base frutal más marcada. Teniendo claro que no es lo mismo el azúcar refinado (solo sacarosa) que el azúcar de la fruta (fructosa en su mayor parte, además de glucosa y sacarosa), hay que insistir igualmente en conceptos como el ‘sin azúcar añadidos’ o ‘azúcar naturalmente presente en la fruta’, pues no deja de ser calorías o azúcares que descontrolamos en los smoothies por su origen.
Además, genera una reacción en cadena que seguiremos viendo a continuación. El problema con los smoothies surge cuando ingerimos una gran cantidad de azúcar en apenas unos cuantos tragos, a pesar de que los smoothies tengan cierta consistencia o densidad, porque nos tomamos todo ese azúcar de la fruta en pocos minutos. Además, como es lógico, en función de la fruta añadida podemos agregar calorías ‘verdes’ sin darnos cuenta, como las que aportan el plátano, el caqui, el mango, las uvas o las cerezas.
No hablamos ya de si se añaden zumos concentrados, otros azúcares o también metemos leche a los smoothies, aunque en este caso casi evolucionan a batidos o milkshakes, o de añadir ciertas grasas insaturadas a costa de frutos secos, por ejemplo.
Reducir la sensación de saciedad
No es tanto una trampa nutricional como una desventaja asociada a este consumo. El problema está en que, a pesar de tener más cuerpo que un zumo tradicional, siguen siendo los smoothies un producto que tomamos en unos pocos minutos. Gran cantidad de azúcar, la sensación de estar nutridos y, sin embargo, permanecer con hambre, pues la masticación no ha intervenido y la sensación de saciedad no aparece.
Esta desventaja que está tan presente en licuados y batidos se hace muy patente además en los zumos y smoothies porque no suelen ser pesados, sino más bien ligeros, y puede suponer que después sigamos ingiriendo otros productos más calóricos o igualmente azucarados para saciarnos.
Una mala costumbre alimenticia
No teniendo tanto que ver con lo nutricional, sino más bien con lo educacional, consumir frutas y verduras solo pasado por la turmix, la Thermomix o por una batidora también es una mala idea en lo gastronómico pues estamos perdiendo texturas o formas que pueden hacer atractivas a ciertas frutas y verduras.
Generar esa rutina rápida que prescinda del cocinado, del masticado y de una deglución más o menos lenta también malacostumbrará a nuestro organismo, sobre todo por esa pérdida de cultura de comer frutas enteras. Un riesgo aparentemente menor que los anteriores pero riesgo, porque luego podamos asociar solo al consumo de estas frutas bajo esta forma.