Mal aliento: los seis alimentos cotidianos que más halitosis provocan
Algunos alimentos provocan mal sabor y olor de boca
La pandemia, mascarilla mediante, se convirtió en un espejismo donde el mal aliento o la halitosis prácticamente desaparecieron. El aumento de la distancia social y el hecho de llevar la boca perennemente tapada permitió que nuestros alientos de dragón no salpicasen al vecino, cuyo gesto esquivo le llevaba a girar el cuello o hacer malabares para evitar aquella desagradable profusión bocal.
No ha desaparecido para siempre, evidentemente, pues la halitosis (el nombre científico que recibe el mal aliento) nunca deja de estar presente. Tanto es así que se estima que alrededor de un 25% de la población mundial lo sufre y, por extensión, el otro 75% de la población también se ve afectado por estas inclemencias que se multiplican en las distancias cortas.
Considerada un signo clínico —que no una enfermedad—, conviene distinguir realmente lo que supone tener mal aliento o lo que supone la halitosis, pues la segunda está muy vinculada a la presencia de determinadas bacterias que suelen tener relación con una mala higiene bucal. Solo que a veces no es todo culpa de una mala higiene bucal, sino también de ciertos alimentos.
De hecho, también existen enfermedades que tienen entre sus efectos secundarios la aparición de la halitosis, un signo que además se ceba más con las personas maduras y ancianas. En este caso, los motivos son sencillos: la secreción de saliva se reduce y por tanto se contrarresta peor la placa bacteriana y, también como resulta plausible, la pérdida de piezas dentales ocasiona vacíos interdentales que fomentan la acumulación de la suciedad, banquete habitual de las bacterias.
Mal aliento: seis alimentos cotidianos que provocan halitosis
El resumen, mal que nos pese, es que el mal aliento se produce por la descomposición bacteriana de los restos de alimentos en la cavidad oral. Cuando esto se produce, se desprenden ciertas sustancias volátiles, mayormente ácidos grasos o sulfurados, que serán los responsables de que nuestra boca ‘cante’ y no precisamente para bien.
Sin embargo, algunos alimentos o bebidas son los mejores aliados del mal aliento, fomentando su aparición y, aún con una correcta higiene oral, sigan muy presentes en nuestras vidas. Algunos nombres seguro que los conoces desde hace tiempo, pero otros pasan más desapercibidos y suponen un perjuicio añadido a la halitosis, un problema que no escapa a ningún rango de edad.
Ajo
Nunca supimos si Drácula temía más a las estacas de madera, a la balas de plata o a los ajos crudos, pero el resto, sin ser vampiros, sentimos auténtico pavor ante una persona que ha estado consumiendo ajo (especialmente crudo) y luego nos dirige la palabra. No es su culpa, pensemos, es la perniciosa que el ajo supone para el mal aliento, aunque también es un condimento u hortaliza que está plagado de beneficios para nuestra salud.
El culpable de esto es la alicina, un subproducto de la hidrólisis de la aliina por la enzima alinasa, que es la enzima encargada de ofrecer las virtudes antifúngicas, antibacterianas o antiinflamatorias del ajo. El problema es que tras descomponerse en la boca, gracias a la saliva, se vuelve muy volátil y al tener dos átomos de azufre ofrece ese toque sulfuroso y ligeramente picante que sacude nariz y boca —y al que tenemos enfrente—.
Cebolla
Prima hermana del anterior, pues la cebolla no deja de ser una hortaliza del género Allium, y que por tanto vuelve a tener una parte de culpa en la presencia de determinados compuestos sulfurosos. En este caso, además de la alicina, también debemos mencionar al sulfóxido de tiopropanal, un gas que se libera al cortar o masticar la cebolla.
Le conocemos también por ser el responsable de hacernos llorar al picarlas, pero junto a a la alicina es el encausado en este juicio contra el mal aliento, pues se encarga de dar sabor y olor a la cebolla cruda y, por tanto, de fomentar nuestra halitosis.
Café
Podríamos decir que llueve sobre mojado cuando metemos al café en la ecuación del desayuno y del mal aliento. Debido al descanso nocturno, momento en que secretamos mucha menos saliva, nuestra boca está más seca y las bacterias, si no tenemos una correcta higiene oral, se dedican a campar a sus anchas.
Si a la mañana siguiente lo primero que hacemos es tomar un café, reduciremos aún más la secreción de saliva y el mal aliento se multiplicará (y no queremos contar si además se acompaña de tabaco). La culpable en este caso es la cafeína, pues inhibe la producción de saliva.
Alcohol
El alcohol, independientemente de su origen, es otro deshidratante natural y en nuestra boca no iba a ser menos. Al, igual que el café, inhibir la secreción de saliva, fomentamos que nuestra cavidad oral se convierta en el patio de recreo de las bacterias, que no se tendrán que enfrentar a las propiedades antisépticas de la saliva.
Da igual del tipo de alcohol que hablemos aunque, como es lógico, cuanta más graduación tenga, peor faena nos hará en términos de halitosis. Además, también es relevante mencionar que alcoholes como el vino tinto, debido a los taninos que poseen, pueden desecar aún más la boca. Si a eso le sumamos su innecesaria virtud de teñir los dientes, peor todavía.
Dulces y productos azucarados
Todo aquel producto que sea rico en azúcar es un potencial dinamitador de nuestra salud oral y, como estamos refiriendo hoy, a fomentar la halitosis y el mal aliento. Esto se debe a la interacción de los azucares con las bacterias, pues los primeros actúan como alimento para que las segundas sigan desarrollando su actividad.
En este sentido, dentro del concepto dulces podríamos mencionar todo tipo de reposterías, tanto artesanales como industriales, pero también chucherías, golosinas, caramelos —un pésimo alimento para la salud oral— o refrescos carbonatados que pudieran contener azúcar.
Dietas ricas en proteínas
Las dietas cetogénicas o aquellas alimentaciones demasiado ricas en proteínas también son susceptibles de convertir nuestra boca en un amago de vertedero, halitosis mediante. Independientemente del origen, sean cárnicas o procedentes del pescado, las proteínas de alto valor biológico suponen aumentar el riesgo del mal aliento.
Se produce por la acumulación de cetonas (las moléculas que produce el cuerpo cuando descompone la grasa), responsables de este mal aliento. Además, también están muy vinculadas a otros problemas como pueden ser dificultadas en la micción, en la transpiración o en la respiración. Por este motivo, comer mucha carne o mucho pescado también podría suponer un incremento del mal aliento.
Bonus track: cuatro alimentos para corregir el mal aliento
No todo iban a ser malas noticias en lo que a comer y aliento se refiere. También hay algunos aliados para intentar paliar de forma natural el mal aliento. No deben venir solos, sino acompañados de una correcta higiene oral con cepillados, colutorios, irrigadores y seda dental, pero al menos nos pueden echar un capote.
Es el caso de la manzana verde, del perejil, de la hierbabuena y de la leche. Los tres primeros son refrescantes naturales, además benefician la producción de saliva, por lo que combaten a las bacterias orales. En el caso de la leche es especialmente útil su concurso para minimizar la agresividad de ajos y cebollas, pues minimiza la presencia de compuestos sulfurosos.