Con la batalla del azúcar en la opinión pública y en las consultas médicas, incluida también en una permanente guerra contra la obesidad, el sobrepeso, la hipertensión y la diabetes, parece evidente que buscar alternativas que sean menos onerosas y más saludables se hace más necesario que nunca.
En esta brecha se cuelan los edulcorantes artificiales, a los que hace décadas abrió camino la eterna sacarina y que, a su pesar, no fue la dulce solución que la mayor parte de los consumidores buscaban. Sí, no añadía calorías, pero su sabor y prestaciones organolépticas dejaban tanto que desear que se pasaron muy por alto sus beneficios salvo en casos extremos.
El problema del ser dulce o no ser está en que los edulcorantes ahora se presentan en dos filas bien repartidas y en las que no siempre somos consciente de sus beneficios o riesgos potenciales. Además, bajo el apellido de edulcorantes artificiales es inevitable que surge sobre un rechazo al concepto que, por suerte, no tiene nada de perjudicial. Lo contrario que puede suceder en el caso de edulcorantes naturales que, no por ser derivados más o menos directos de plantas como la caña de azúcar, de la remolacha azucarera o de la palma, van a ser mejores para nuestra salud.
Misma legitimidad que intenta avalar la miel, otro de esos edulcorantes naturales que, sin embargo, sigue siendo un frenesí de fructosa y glucosa (es decir, monosacáridos como los que encontramos en el azúcar normal y corriente). Se ha hecho apología sin embargo de otros beneficios, reivindicando minerales o vitaminas, pero si ponemos sobre la mesa el porcentaje de azúcares sigue siendo elevado.
Otro cantar es que sí suponga otras ventajas, especialmente en la salud metabólica y en ciertas patologías digestivas como el reflujo gastroesofágico, la dispepsia, la gastritis o incluso la halitosis. Por desgracia, si lo que nos preocupase es nuestra figura y los kilos de más, la miel sigue siendo un elemento altamente calórico.
Es por eso que, si lo que nos preocupa especialmente es no engordar e ingerir un montón de calorías vacías a costa del azúcar, es conveniente buscar alternativas. Es ahí donde los edulcorantes artificiales, tanto en uso doméstico como industrial ganan enteros y se convierten en una solución para hacer más dulce nuestra vida sin que eso suponga llamar a la puerta de la caries, de la obesidad, de la diabetes tipo II y distintas enfermedades cardiovasculares.
Edulcorantes artificiales: cuáles son y qué beneficios tienen
Entre esta prole de edulcorantes artificiales encontramos nombres que ya nos empiezan a sonar u otros que vienen de lejos. De los históricos podemos rescatar al aspartamo y a la sacarina, pero no son los únicos que suponen abrir la veda de beneficios que podemos tener más a mano de lo que parece.
Xilitol y erititrol son dos de estos representantes que provienen de la fermentación en frutas y cereales como el trigo o el maíz y que son polialcoholes, algo que también sucede con el sorbitol, el lactitol o el maltitol, los cuales derivan de diferentes sacáridos. Además, conviene prestar atención a esta publicación de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA por sus siglas en inglés) donde se avalan las bondades de varios de estos edulcorantes artificiales.
De hecho, posiblemente alguno de estos nombres te suene no solo por estar de moda, sino por ser un componente muy habitual en los chicles sin azúcar, como sucede con el xilitol, que sin embargo sí tiene ciertas contraprestaciones. Debido a que estos azúcares —con la excepción del erititrol— no se absorben en su totalidad en el intestino delgado provoca que un consumo excesivo (alrededor de 50 gramos al día) pueda provocar hinchazón abdominal, diarrea o flatulencia.
No elevan el índice glucémico
Hemos hablado en varias ocasiones de lo que significa el índice glucémico y no es otra cosa que el tiempo que una medida de la rapidez con la que un alimento puede elevar nuestro nivel de azúcar (glucosa) en la sangre. Entre que no se absorben en el intestino delgado —razón por la que no cambia su glucemia— y que tampoco nuestro organismo necesita secretar más insulina para metabolizarlos, así que la glucemia no se eleva con velocidad, sino que aumenta de manera lenta y progresiva.
Esta es la virtud que permite que los diabéticos pueden consumir este tipo de polialcoholes presentes en los edulcorantes artificiales. Distinto es el caso del manitol, uno de estos polialcoholes, que sí eleva el índice glucémico en gran medida aunque la realidad es que no es un edulcorante artificial que solamos encontrar a menudo en nuestros productos.
Son bajos en calorías
Los edulcorantes artificiales, especialmente los polialcoholes de los que hablamos, son bajos en calorías (aunque no están exentos de ellas, pero sí es cierto que están en bajísimas proporciones). Por este motivo, su consumo es más o menos habitual y recomendado en dietas hipocalóricas en las que queramos reducir el porcentaje de hidratos de carbono que consumamos o en todas aquellas situaciones que queramos perder peso.
¿Son todos los polialcoholes iguales en cuanto a calorías? No, evidentemente, pues los menos calóricos son el arabitol (no se encuentra comercialmente, solo en la industria) y el erititrol (0,24 kcal por gramo), lo cual sitúa a este segundo a mucha distancia de las 4kcal por gramo que tiene el azúcar convencional. Aún así, hay ejemplos que demuestran que no solo debemos fijarnos en el erititrol o pensar que todos tienen pocas calorías, pues un edulcorante artificial como el xilitol tiene 2,4 kcal por gramo.
No son enemigos de la salud dental
Puede que ahora se nos hayan fundido un poco los plomos. ¿Cómo un edulcorante artificial que aparece en los chicles sin azúcar y que tiene calorías puede no producir caries? Pues porque las propiedades cariogénicas —la facilidad con la que producen caries ciertos alimentos— son mucho menores que las que tienen los azúcares comunes, incluidos mieles, melazas, siropes y otros edulcorantes naturales.
Esto se debe a que los polialcoholes son menos fermentables por las bacterias de la boca, que se alimentan de los azúcares comunes para debilitar el esmalte dental y son los responsables de, entre otras cosas, que la caries aparezca con mayor intensidad. Por este motivo, si nos preocupa especialmente el desarrollo de caries, es mejor apostar por edulcorantes artificiales como estos polialcoholes.
No incrementan el riesgo de sufrir diabetes tipo 2
En una sociedad como la española donde alrededor del 15% de la población sufre diabetes, según datos de la Sociedad Española de Diabetes, parece evidente que reducir todo lo posible el riesgo de esta enfermedad que, no por controlada, deja de ser perjudicial y suponer tremendas complicaciones y condicionantes para el diabético será beneficioso.
En este caso, debido a que no incrementa la glucemia (los niveles de azúcar en sangre) y no se absorben de la misma manera que sí sucede con los azúcares normales, la reacción del azúcar en sangre no es tan agresiva y permite reducir los riesgos potenciales de sufrir diabetes, pero ojo, no olvidemos que no es solo el azúcar presente en los alimentos el que nos afecta a nuestro día a día, sino también los azúcares añadidos.