El déficit de vitamina D puede suponer este riesgo fatal, según un estudio
Sintetizada a través de los rayos del sol, la ausencia de esta vitamina puede tener consecuencias devastadoras para nuestra salud
Fundamental para la vida, así es la vitamina D, un micronutriente liposoluble que nuestro cuerpo necesita para mantener la buena salud de los hueso pero también del sistema inmune. Popularmente conocida por su absorción a través de los rayos solares, los cuales permiten además sintetizar mejor el calcio que acabará parando en nuestros huesos, la vitamina D se puede encontrar en algunos alimentos como en cierto tipo de suplementos.
Además de esa ventaja vinculada al calcio, esta vitamina (a veces llamada la vitamina solar) también está relacionada con el fósforo en la formación de huesos, además de reducir la inflamación de los tejidos. Por este motivo, es muy habitual que las personas que padecen ciertas dolencias reumatológicas sufran de esta carencua. Sin embargo, recientes estudios han aclarado además que la carencia de esta vitamina puede tener consecuencias fatales para la persona que la sufre.
Por desgracia, este una vitamina que en nuestra dieta se encuentra en muy pocos ejemplos, razón por la que dependemos más que nunca de la luz del sol. Es el caso del salmón y de las yemas de huevo, además de todo tipo de alimentos que se hayan enriquecido previamente con vitamina D, como suele pasar con bastantes lácteos.
En cualquier caso, la recomendación principal para obtener este tipo de vitamina está en que nos expongamos al sol (de manera controlada) o que aprovechemos pequeños paseos matinales para obtener la dosis necesaria, donde apenas valdrán unos 15 minutos de exposición.En ese mismo sentido, siempre cabe recordar que no es necesario que estemos expuestos por completo al sol: vale con los brazos, el rostro y el cuello.
El drama, como es evidente, se multiplican los meses de otoño e invierno en los lugares donde la luz solar no abunda. Por fortuna, esto no sucede en España aunque estemos hablando de algunas partes del país que durante estos meses estén particularmente oscuras o cubiertas de nubes. No se trata simplemente de que el sol nos afecte directamente, sino de que esté presente en nuestras vidas.Por este motivo, vivir en la cornisa cantábrica no supone el mismo riesgo de déficit de vitamina D que el que podrían tener países nórdicos como Noruega, Finlandia o Suecia.
El riesgo mortal del déficit de vitamina D en cifras
Curiosamente, es la Universidad de South Australia la que ha puesto la señal de alerta sobre las complicaciones que el déficit de vitamina D puede tener. Para ello, es conveniente que conozcamos realmente a qué se considera un déficit en este tipo de vitamina, pues suelen considerar insuficiente las concentraciones entre 30–49 nmol/L . Tras el estudio, la estimación de que un 50% de la población puede tener este déficit ha provocado cierta alarma.
Un dato que no es anecdótico, sobre todo tras la publicación en la revista médica Annals of Internal Medicine del estudio conducido por la doctora Elina Hypponen, de la citada universidad y directora del Australian Centre for Precision Health, que explica «haber encontrado evidencias de un exceso de mortalidad en individuos con déficit de vitamina D y que incrementando estos niveles en esos individuos se puede reducir el riesgo de mortalidad».
No es la primera vez de este aviso. No en vano, en 2017 se publicó otro estudio, que involucró a más de una veintena de investigadores europeos y a casi 27.000 personas y que también encontró una relación directa entre la carencia de vitamina D y una muerte prematura. A ello se suma también más literatura médica que refrenda el componente genético que hay entre la mortalidad prematura y este déficit, por lo que queda claro que el riesgo está más que latente.
Durante 14 años, el estudio ha analizado más de 300.000 muestras del biobanco de Reino Unido analizando la correlación entre vitamina D y mortalidad. Todos los participantes eran de raza blanca y tenían edades comprendidas entre los 37 y los 73 años, comprobando tras el estudio que los riesgos de muerte eran menores en personas con niveles normales de este micronutriente, medida a través de 25-hidroxi vitamina D (o calcifediol), para lo que también contabilizaron las muertes y enfermedades de la muestra.
Una realidad que, también a modo de corolario y de acuerdo al estudio, consagró que los participantes que no fumaban, que eran activos físicamente y que vivían más al sur (dentro de Reino Unido) tenían mayores niveles de vitamina D. En ese mismo sentido, el perfil social también se vio reflejado, donde aquellas personas con menos desafíos socioeconómicos y menor índice de masa corporal también tenían mayores niveles de vitamina D.
Con esa última conclusión queda además claro que hay ciertos riesgos sociales que van añadidos a una mayor mortalidad que pueden pasar muy desapercibidos. Damos por hecho que una alimentación saludable o un ritmo de vida activo estarán vinculados a una mayor salubridad, pero había pasado a un segundo plano el factor social que puede afectar a una mayor mortalidad. También, explicaba el estudio, sobre todo cuando se aumenta la correlación (que no causalidad) de este déficit con enfermedades como cardiopatías, cáncer y patologías respiratorias.