Seis alimentos a evitar en una dieta blanda, aunque sean saludables
Algunos aliados habituales de nuestra salud pueden no ser bien recibidos cuando nuestro estómago está en ‘rompan filas’
Es oír las palabras ‘dieta blanda’ y que nuestra cabeza se traslade a esa tierna infancia donde, gastroenteritis mediante, el arresto de alimentos apetecibles suponía varios días de comidas relativamente insulsas, pero saludables. Sin embargo, es muy habitual que pensásemos que dieta blanda significase arroz blanco y jamón de York (por cierto, sobre éste ya hemos hablado en THE OBJECTIVE para que elijas el jamón cocido más sano).
Por desgracia, además de un carácter sosito, la dieta blanda a veces está mal pergeñada y conceptuada. Por este motivo, hoy rompemos una lanza para, en caso de tener que hacerla, la hagamos bien. El problema está en, además, incluir en ella ingredientes que son especialmente indigestos aunque en otros momentos de nuestra vida sean saludables.
Sí, queridos lectores: puede ser que unas legumbres o unas hortalizas que el resto de días son auténticas maravillas puedan convertir una gastroenteritis o un estreñimiento en una tarea ingrata. Más si cabe, claro. Por este motivo, vamos a dejar bien claro qué tipo de productos se puede y debe comer en una dieta de protección gástrica, el concepto que realmente deberíamos acuñar cuando estemos delicados del estómago, y no referirnos a la ambigüedad de la dieta blanda. Un término que, como vais a ver cuando veamos los alimentos arrestados, deja de tener sentido en términos de blandura.
Por qué no debemos utilizar el término «dieta blanda»
Realmente, ¿qué pretendemos definir con dieta blanda? ¿Hacemos alusión a alimentos fáciles de comer y masticar o queremos referirnos a alimentos de fácil digestión? Si es el primer ejemplo, puede haber productos muy fáciles de masticar que, sin embargo, a nivel digestivo nos hagan polvo. En el otro caso, los alimentos de fácil digestión realmente sí deberían ser los protagonistas en una dieta de protección gástrica, que es más preciso para garantizar digestiones amables y saludables.
Esta es la razón por la que numerosos alimentos que son sanos en cualquier otro momento se convierten en poco recomendables durante esos días. De hecho, parte del error viene por no distinguir entre los conceptos de terneza o fácil masticación, que no tienen por que significa lo mismo que fácil digestión. Lo que sucede es que confundimos lo que se llama dieta blanda odontológica o de fácil masticación —fundamental tras intervenciones o extracciones dentales— de lo que consideraríamos una dieta de protección gástrica, que es lo que hoy nos interesa.
En esencia, lo que buscamos con una dieta blanda es que el aparato digestivo esté lo menos exigido posible y pueda recuperarse con rapidez. Otra razón que supone que tras una intervención quirúrgica llevemos dietas de tolerancia, del mismo modo que tras un período de ayuno o ciertas enfermedades y que a grandes rasgos debe ser una dieta completa pero que dé poco trabajo.
Aun así, puede pasar que nos liemos con la cesta de la compra y apostemos por productos que nos confundan y veamos fáciles de masticar —y pensemos que son blandos, pero que al estómago le complican— o productos que en otros momentos de nuestra vida son saludables y recomendables, aunque no durante una dieta blanda. Resumida en unas pocas pautas, una dieta blanda debe ser:
- Libre de irritantes (como especias, picante, demasiado frío o demasiado calor).
- Moderada en grasas.
- Poco estimulante para la secreción gástrica.
- Comer poco pero varias veces.
- Masticación abundante.
Qué alimentos evitar en una dieta blanda
Damos por hecho que no vas a entregarte a unas croquetas, a una lasaña o a atiborrarte a embutido como el jamón o el chorizo cuando tu estómago está pidiendo clemencia. No obstante, podrías pensar que tu alacena, cargada de legumbres, y tu nevera, cargada de ciertas hortalizas, frutas y verduras, podrían ser tus mejores aliados.
No es así, o no en términos totales. De igual modo, confiamos en que también entiendas que refrescos azucarados, bebidas alcohólicas o el café no deben entrar tampoco en esta cesta de la compra, pero por si acaso te recordamos que los dejes bien apartaditos mientras tu estómago manda SOS.
Legumbres
Sí, amigos. Una dieta blanda saca de la ecuación a lentejas, alubias y judías de todo pelaje. Curioso cuanto menos cuando hablamos de productos con interesantes valores nutricionales, pocas grasas y bastante fáciles de masticar una vez que están cocidas. Por desgracia, no son sus virtudes las que vamos a despreciar ahora, sino los pocos contrapuntos que ofrecen.
El drama está en tomar legumbres enteras, ya que sus pieles son especialmente indigestas y son las responsables de las flatulencias que suelen producirse tras su consumo. Por este motivo, si consumimos legumbres triturados como un puré de lentejas o un hummus poco condimentado, será recomendable. Como es lógico, todo aquello que suponga legumbres con añadidos cárnicos o especiados como el tocino, la morcilla o el chorizo deberían alejarse de nuestra dieta.
Crucíferas
Las crucíferas o las brássicas son las reinas del baile de las verduras de invierno. Brócoli, coliflor, repollo, col, kale, lombarda… Seguro que a la mente te han venido ciertas virtudes nutricionales que, trasladadas al mundo de la dieta blanda, son bastante poco provechosas y que se parecen a las legumbres en ese punto de fibra alimentaria que no nos conviene.
Al llenarse nuestro colon de fibra, lo que vamos a conseguir va a ser multiplicar su actividad bacteriana y, aunque sean buenas bacterias, suponen gases, borborigmos y malestares intestinales que van a torpedear la recuperación. Por este motivo, mientras la dieta sea blanda, nada de coles ni similares en la lista de la compra.
Fruta cruda
Parece un sacrilegio que una dieta quite a las frutas crudas de la ecuación, pero con este ejemplo es fácilmente entendible, pues no debemos consumir frutas especialmente ácidas (son irritantes, como la mandarina, la naranja o el limón) ni aquellas que tengan demasiada fibra, sobre todo si se comen con piel, como pasa con la manzana o con la pera.
Por el contrario, podemos seguir consumiendo plátanos lo más maduros posibles (si están verdes son astringentes y pelín ácidos) y otras frutas no ácidas maduras como el melocotón o el albaricoque. Además, si consumimos frutas asadas o en comporta —pero sin azúcar— no habrá problemas.
Cereales integrales
En muchas otras ocasiones te hemos hablado de las bondades del pan integral, pero a la hora de hablar de dieta blanda no debemos apoyarnos en ello. El motivo está de nuevo en la cantidad de fibra que incluyen, lo cual supone ‘combustible’ para la microbiota y un perpetuo ajetreo para nuestro intestino que no estará aplaudiendo la decisión.
¡Ojo, que esto no significa que nos hinchemos a cereales refinados! Con moderación, el consumo de pan blanco, de arroz cocido o de patata —al vapor o asada— serán las fuentes de carbohidratos principales durante estos momentos de fragilidad estomacal.
Pescados azules
Si eres un enamorado del salmón, de la sardina o del atún rojo te debes ir despidiendo de comer pescado durante unos días porque incluyen grasas. Sí, todo lo saludables que queramos, pero nuestro estómago no está en su mejor momento para digerirlas y procesarlas con un trabajo extra.
En su caso, la alternativa pasa por pescados blancos bajos en grasa que cocinemos al vapor o hervidos —por triste que suene— para intentar que nuestro estómago recobre su tono lo antes posible. Si además no podemos funcionar sin carne, recuerda que mejor la carne blanca (como pavo, pollo o conejo) antes que cualquier tipo de carne roja o carne grasa.