Ortodoncia invisible: los cuatro fallos (evitables) que la hacen menos eficaz
Discretos, reemplazables y fáciles de usar. Sin embargo, hay ciertos malos hábitos que van a lastrar su éxito si los mantienes
Muy de moda en los últimos años, la ortodoncia invisible, personificada en marcas como Invisalign, es una de las formas más discretas de corregir ciertos defectos en la posición de los dientes y de las arcadas dentarias. Sin embargo, haber prescindido de los tradicionales brackets también puede tener ciertas complicaciones.
Mucho menos invasiva, casi indolora y menos exigente que las ortodoncias tradicionales, basadas en brackets metálicos. Abundantes en niños y adolescentes, la realidad es que también son cada vez más las personas adultas que requieren este tipo de tratamientos y evitan pasar por el trance de lucir una boca cargada de hierros. Para solucionar este problema, principalmente estético, la ortodoncia invisible ha supuesto toda una revolución.
Combatir la maloclusión dental a través de estos micromovimientos es la esencia de cualquier ortodoncia, que puede estar enfocada a corregir diastemas o espacios entre dientes; dientes torcidos; desnivelaciones o apiñamiento. De hecho, con los años, es posible que una persona que llevó brackets en su adolescencia pueda necesitar de nuevo una corrección ortodental en la madurez.
Más allá del plano estético, muy a menudo visto como el único motivo por el cual decidirse a llevar brackets o la ortodoncia invisible, la realidad apunta a una funcionalidad que ofrece muchas otras ventajas que van más allá de la apariencia. Entre los beneficios de estos sistemas, ya sean tradicionales o no, podemos encontrar:
- Mejor higiene debido a dientes más alineados y accesibles.
- Mejor eficiencia masticatoria.
- Menos dolores mandibulares, cefalalgias y cervicales al contribuir a la estabilidad de la articulación temporomandibular.
Sin embargo, los beneficios de cualquier tipo de colocación también se ven alterados si no respetamos ciertos mínimos. En el caso de no usar los retenedores temporales o fijos que se colocan al final de cada ortodoncia, pero no es éste el único problema que complica su utilidad, sobre todo en el caso de la ortodoncia invisible.
Los cuatro errores de una ortodoncia invisible
El primer hándicap de una ortodoncia invisible no es su funcionalidad, pues es igual de práctica que una convencional, pero hemos de tener claros ciertos parámetros. El primero es comprender que es bastante más cara que una ortodoncia con brackets, aunque aún así es más barata que una ortodoncia lingual como la que ya te explicamos en THE OBJECTIVE.
Nuestros hábitos de vida, nuestra higiene bucal o la disponibilidad que tengamos para prestar atención a estos ‘brackets’ transparentes van a condicionar en gran manera el éxito de una ortodoncia que puede durar alrededor de 24 meses si se realiza bien. El problema es que estos 24 meses, si no respetamos ciertas pautas, pueden estirarse o pueden acabar encareciendo el coste de inicial y, por desgracia, suele ser por culpa del propio paciente.
En cualquier caso, también es conveniente desechar todo tipo de ortodoncias invisibles a distancia, pues realmente lo más complejo de estos tratamientos está en contar con un profesional cualificado que esté al tanto de los cambios y sea consciente de lo que está sucediendo en nuestra boca.
De hecho, la doctora Patricia Bratos, cofundadora de las clínicas odontológicas Ferrus y Bratos, explica que también hay numerosos engaños en torno a este tipo de ortodoncias como tiempos de duración excesivamente cortos o la trampa que supone el Scan Box, el sistema que deja en manos de los pacientes las revisiones. «El Scan Box, que ahora anuncian mucho en Internet como una revolución, crea la falsa seguridad al paciente de que controla la totalidad del tratamiento. No es posible
realizar una revisión certera, fiable y segura a distancia”, puntualiza la doctora.
En un sentido parecido, la doctora Bratos también hace hincapié en otro error que se suele pasar por alto en las ortodoncias a distancia, como es otras patologías bucodentales que pasarán desapercibidas para un usuario, pero no para un odontólogo. «Supervisar la ortodoncia también conlleva comprobar que los pacientes no tienen caries, problemas de inflamación de encía (gingivitis o periodontitis), saber que siguen una adecuada rutina de higiene en casa, verificar que no acumulan sarro en los dientes… Una serie de aspectos que van más allá de la oclusión y alineación de los dientes y que, por supuesto, no pueden comprobarse mediante una fotografía», detalla Patricia Bratos.
Poca adherencia
Del mismo modo que cualquier otro tratamiento, las ortodoncias necesitan una serie de revisiones para comprobar su éxito. Una realidad que se multiplica con las ortodoncias invisibles, ya que en ellas depende del paciente que el tratamiento llegue a buen término. Por este motivo, se hace hincapié en que este tipo de brackets transparentes de quita y pon deben llevarse alrededor de 22 horas al día y, como es evidente, esto también supone mientras dormimos.
Realmente, para que un tratamiento de ortodoncia invisible funcione debemos tener una adherencia total a esta rutina que puede ser más exigente de lo que muchos pacientes creen. El problema está en pensar que la corrección de la posición de los dientes se va a producir incluso cuando no respetamos los tiempos que deberíamos llevar puesto cada aparato. Esto solo va a provocar que los dientes no se alineen y que el tiempo de la ortodoncia —y su coste— se multiplique.
Incorrecta sustitución
Esa misma adherencia se puede trasladar también a los problemas de sustitución que son muy frecuentes en pacientes descuidados. Uno de los problemas más recurrentes en la ortodoncia invisible es que se debe acudir cada semana o dos semanas a retirar las fundas y seguir con el trabajo de rectificado.
Si estas visitas se postergan, el tiempo del tratamiento no solo va a aumentar —lo cual resulta lógico— sino que también va a ser ineficiente porque no estamos respetando los tiempos que cada una de ellas debería tener. Cuando esto sucede es habitual que el cliente se frustre y piense que la ortodoncia invisible no está siendo efectiva, pero la realidad es que la culpa suele ser del propio paciente.
Mala higiene oral
Una de las grandes ventajas que tiene la ortodoncia invisible es que la higiene oral cotidiana es infinitamente más fácil que con los brackets metálicos. Sin embargo, eso no significa que un Invisalign o, sobre todo, un cierto desorden de limpieza no puedan empeorar nuestra salud bucodental sin apenas esfuerzo.
Cepillo de dientes, seda dental, colutorio e irrigador no deben faltar en ningún lavabo, llegando también al caso de cepillos interdentales e interproximales en los tradicionales brackets de metal. Sin embargo, si utilizamos brackets reemplazables y no mantenemos la higiene dental podemos favorecer el desarrollo de caries, sarro, gingivitis o mal aliento.
Incorrecto uso
Fumar, beber, comer o hacer deporte con la ortodoncia invisible puesta no es lo más recomendable. En el caso del primero, aunque se puede quitar para dar caladas, restamos eficacia al producto si fumamos mucho. Además, si fumamos con los alineadores puestos, se mancharán y dejarán de ser transparentes.
También es un error comer o beber con ellos. Lo primero porque se desgastan y porque realizamos un movimiento para el que no están preparados, perdiendo eficacia. Si bebemos no pasa lo mismo, pero complicamos la salud bucodental favoreciendo que entre líquido dentro de los alineadores. Por último, depende del tipo de deporte, en especial si es de contacto, utilizar este tipo de alineadores transparentes y exponernos a golpes es un error que también puede dañar nuestras férulas y dientes.