Así es la dieta CICO y esta es la razón por la que no vale solo adelgazar y perder peso
No se trata solo de restar calorías al final del día, sino también saber de dónde vienen y cuáles son los nutrientes que podemos estar perdiendo
La razón de ser de las dietas está demasiado asociada a perder peso o adelgazar, un error de base que deja de lado otros factores como el equilibrio nutricional y que además puede venir aparejado al famoso efecto rebote. Esto es también lo que sucede con la dieta CICO, relativamente de moda desde hace unos años y cuyo leitmotiv es el mismo que el resto de las dietas del mundo.
Si has analizado alguna vez otro tipo de dietas como la dieta FODMAP, de la que ya te hablamos en THE OBJECTIVE, o cualquier otro formato para perder kilos de más, verás que siempre hay un concepto que se repite y que hemos explicado hasta la saciedad: el déficit calórico.
Precisamente este es el caballo de batalla del que la dieta CICO toma las riendas, pues significa, por sus siglas en inglés: calories in, calories out. Es decir, calorías dentro y calorías fuera, que básicamente resume los principios que persiguen a cualquier dieta de adelgazamiento: ingerir menos calorías de las que consumen.
Si no se da este patrón, no hay adelgazamiento posible por mucho deporte que hagamos y es ahí donde precisamente fallan los postulados de la dieta CICO, que en su obviedad refuerza lo mismo que cualquier otro régimen. El problema está en la letra pequeña de una dieta que hace aguas por todas partes si obviamos conceptos tan evidentes como el equilibrio nutricional.
Es decir, podríamos comer 4.000 kcal diarias a costa de chocolate y patatas fritas que, si las quemamos en su totalidad, no habría problema a nivel de déficit calórico. El problema está, como puede parecer normal con un simple vistazo, es que la dieta CICO hace una reducción demasiado simplista de lo que implica una dieta y las connotaciones saludables a las que debería ir aparejada.
Curiosamente, en la dieta CICO se suele dejar a los participantes que coman lo que quieran siempre y cuando se comprometan a ‘quemar’ esas calorías extra que ingieren. Para eso, el que quiera someterse a este tipo de dieta debe calcular su ratio metabólico basal, que no es otra cosa que la contabilización de las calorías necesarias diarias para las funciones fisiológicas (respirar y el pulso cardíaco), además de las que invertimos a la hora de hacer la digestión y las que empleamos haciendo ejercicio físico.
En resumen, se trataría de saber cuánta ‘gasolina’ consumimos al día para ponernos en marcha y a partir de ahí saber cuántas calorías tenemos que ingerir para entrar en ese déficit calórico y perder peso. Hasta aquí todo puede resultar normal, evidente e incluso práctico, pero la trampa, insistimos, va en la letra pequeña de la dieta CICO.
Este es el fallo de base de la dieta CICO
Generalmente, todas las dietas van asociadas a ciertas restricciones alimentarias. La dieta cetogénica, por ejemplo, invita a no comer ningún tipo de hidrato de carbono y maximizar la ingesta de proteínas; las dietas paleo abogan por no consumir elementos procesados y por imitar en lo máximo posible a lo que habría consumido un ser humano en el Paleolítico, por poner un par de ejemplos bastante claros.
Aparte del error que puede suponer el cálculo del índice metabólico basal o la tasa metabólica basal, lo cual ya hace temblar los cimientos de esta dieta, aunque no es este el mayor problema al que se enfrenta. No hablamos solo de un sencillo sumatorio que, mal conceptuado, podríamos definir en algo tan elemental como el dicho popular de ‘gallinas que entran por gallinas que salen’.
El problema, insistimos, es que la concepción de la propia dieta es errónea porque no tiene en cuenta el origen de esas calorías y tampoco los macronutrientes y micronutrientes de lo que estemos ingiriendo. Además de perder de vista que los principios de cualquier dieta no deberían estar condenados solo a la pérdida de peso, sino también a la ingesta de alimentos que beneficien a nuestra salud.
Sí, es evidente que si el único objetivo fuera bajar de peso, la dieta CICO bien hecha funcionaría, pero también es fundamental comprender que deberíamos estar buscando objetivos saludables más allá de no pegarnos con la báscula. Es decir, en la teoría es una dieta que funciona si se cumple con ella, pero las trampas están en cómo llegamos a ese déficit o qué ingerimos.
Por ejemplo, banalizando al extremo, si comemos 2.000 kcal de chocolate pero luego las ‘consumimos’, habremos conseguido ese déficit calórico. Sin embargo, el origen de esas calorías, mayormente grasas saturadas y azúcares, supondrá un desequilibrio nutricional en nuestro organismo. Lo mismo que si este ejemplo lo pusiéramos con comida rápida o con otros elementos que deben ser de consumo esporádico y que, aunque la cuenta del déficit calórico fuera correcta, no sería beneficioso para nuestro organismo.
Además, este tipo de dietas no tienen en cuenta tampoco otros factores muy relevantes a la hora de perder peso como es el hambre, la saciedad y la sensación de ésta, además de estar esquivando frontalmente los posibles problemas de salud que devengan de un tipo de dieta así. Insistimos, no por la dieta CICO en sí, sino por ser demasiado reduccionistas en el concepto del déficit calórico, que es en resumidas cuentas lo que preconiza este tipo de régimen.