Ejercicio físico contra la depresión: estos son los beneficios del deporte para la salud mental

En un tiempo en el que la salud mental ocupa tantos espacios, negar o infravalorar la relación que el ejercicio físico puede tener para combatir la depresión sería un error. Evidentemente, la depresión es una patología diagnosticable y, como se ha probado en infinidad de veces, no es simplemente un bajón anímico ni una enfermedad que el que la sufre se inventa. Patología multifactorial donde las haya, pues desde la genética a la alimentación pueden guardar cierta causalidad en ella, lo cierto es que el deporte puede echarnos más de una mano y ayudarnos a comprobar también cuáles son los efectos secundarios de la depresión, como ya te explicamos en THE OBJECTIVE.

No se trata de pretender convertirlo en el remedio ni tampoco es mano de santo, pero desde luego ayuda, tal y como han probado numerosos estudios que vinculan de forma directa ese mens sana in corpore sano romano con fundamentos científicos. Además, se ha de perfilar que no se trata de convertir al paciente en un atleta, sino de mejorar pequeños hábitos cotidianos.

Con esto apartamos el fantasma de los objetivos irreales que incluso pudieran tener un efecto contraproducente. Sobre ello volveremos más adelante, igual que la especificación de pretender que nada pasa, como sucede con la depresión sonriente: por qué fingir felicidad te hace peor de lo que crees.

Dentro de unos límites, el entrenamiento y el ejercicio físico aportan solventes motivos para fortalecer nuestra salud mental más allá del propio cuerpo y es en nuestro cerebro, epicentro de ese malestar, donde se van a suceder toda una serie de reacciones orgánicas que avalan que el deporte es salud, tanto mental como física.

De forma muy resumida, podríamos catalogar entre las virtudes del ejercicio físico cuando se vincula con la salud mental en la reducción del estrés, la mejora de la autoestima y del humor, además de ir asociado a una mejor calidad del sueño. Toda esta serie de factores se concatenan a través de la estimulación y secreción de ciertos neurotransmisores, que serán los que se encarguen de mejorar ese estado general. Como es evidente, varían en función de la intensidad, pero hay algunos nombres que seguramente ya conozcáis.

Es el caso, por ejemplo, de las endorfinas, que están muy vinculadas al ejercicio y su secreción se relaciona con el control del dolor, además del incremento de la sensación de placer. Por este motivo, se encuentra un cierto gusto a la hora de hacer deporte. No están solas, como es evidente, pues también están presentes los endocannabinoides (como es lógico, ese prefijo endo- apunta a que son internos) y también se relaciona con ese subidón y a una cierta euforia tras el deporte.

No menos importante es la dopamina, otro neurotransmisor fundamental para entender estos procesos del bienestar, pues es clave para entender cómo sentimos placer, aunque no se queda ahí. Sus funciones también guardan relación con un control del pulso cardíaco, los ciclos de sueño, los cambios de humor e incluso tareas tan triviales como el aprendizaje, la motivación o la atención.

Los beneficios del ejercicio físico sobre la depresión y la salud mental

Es importante mencionar que incluso factores tan cotidianos como el estrés no solo pueden paliarse o gestionarse, sino también prevenirse. A nadie le sorprendería comprobar que el estrés se puede combatir haciendo deporte, pues el ejemplo de ir al gimnasio y descargar pilas puede suponer un alivio real de esos niveles de estrés, combatiendo al cortisol y a la adrenalina.

No menos relevante, aunque pueda parecer algo frívolo, es comprobar que se puede mejorar el nivel de autoestima a través del ejercicio. Vernos mejor y tener una percepción más saludable de nuestra imagen personal también se vincula al ejercicio regular y a esa mejor forma física, más allá de la apariencia, sino también en pequeños gestos cotidianos. Agacharse, levantarse o sentarse son tareas sencillas que, con una forma física mala, pueden complicarse y pueden también suponer un menoscabo mental por sentirnos incapaces de algo tan evidente.

Todo ello también se revierte en una mejor higiene del sueño, además de en una mejora del estado de ánimo, generalmente acompañado de una reducción de pensamientos negativos. Como es evidente, la fatiga asociada al ejercicio físico y a la secreción de esas hormonas que antes comentábamos, también suponen un impulso tanto para conciliar el sueño como para mejorar su calidad.

Entre esas evidencias, aunque es lógico comprender que el deporte puede servir para controlar numerosas patologías de la salud mental como también sucede con la ansiedad, el citado estrés o incluso con el TDAH. En cualquier caso, también se ha de apuntar que ciertas rutinas van a venir bien para manejar estos episodios depresivos a través del ejercicio físico.

Es el caso de encontrar el momento del día que mejor se adapte a nuestros horarios, mantener objetivos asumibles (no buscamos un extra de frustración) o, sobre todo, buscar ejercicios que sean divertidos y disfrutables. En este sentido, la motivación también podría ir de la mano de hacer deporte en grupo o con un amigo, que nos permitirá tener algo más en común, o incluso apostar por un entrenamiento personal para que la flaqueza no haga mella en nuestro estado de ánimo.