Wellaging: el método japonés para envejecer con naturalidad y sin complejos
La respuesta a las tendencias antiaging es un movimiento que apuesta por la prevención de los signos de la edad por encima de otras técnicas más invasivas
En los últimos años se han puesto de moda técnicas de belleza a las que se denominan antiaging y que buscan que el paso de los años no se refleje en nuestro aspecto. Ahora llega una respuesta a este movimiento y es el denominado wellaging, una tendencia procedente de Japón que defiende la antítesis. El antiaging se basa en ocultar el avance de la edad por medio de intervenciones estéticas invasivas que corrigen cualquier signo de la edad. Por su parte, el wellaging promueve todo lo contrario: envejecer con naturalidad, con salud y sin complejos.
Parece que debemos de ir despidiéndonos de una época basada en la obsesión por ocultar las arrugas a cualquier precio y en disimular nuestra verdadera edad. Por wellaging entendemos una nueva forma de cuidarnos, tanto por dentro como por fuera, para lucir una piel sana y luminosa, sin manchas, pero acorde a nuestra edad. En resumen, es el arte de envejecer bien, sin necesidad de cambiar nuestro rostro por completo.
Desde THE OBJECTIVE te vamos a enseñar a dar los primeros pasos en el wellaging, una nueva corriente que cada día cuenta con más seguidores y que engloba distintos aspectos. Habrá que tener en cuenta la alimentación, llevar un estilo de vida saludable y activo, no fumar y usar el fotoprotector a diario. Pero, sobre todo, el pilar fundamental se basa en la prevención confiando en una rutina de skincare adecuada a cada tipo de piel, así como en tratamientos profesionales que actúan a mayor profundidad que la cosmética convencional.
Prevenir el envejecimiento
Hoy en día no damos mucha importancia a la prevención porque nuestra impaciencia demanda tratamientos en los que se puedan ver resultados inmediatos. De ahí el éxito de técnicas como las intervenciones de cirugía estética. Sin embargo, la prevención es el principio fundamental en el que se basa el wellaging.
La prevención se debe llevar a cabo en casa, a diario, siendo muy fieles a nuestra rutina de belleza. «Ser constante en todas esas rutinas nos permitirá envejecer con una piel sana, luminosa, libre de manchas y con un buen tono», explica el Dr. Francisco Flecha, cirujano plástico y médico estético especializado en rejuvenecimiento facial en el portal Multiestetica.com.
Es imposible parar el reloj y que nuestra piel no envejezca, «pero podemos retrasar el envejecimiento de forma muy efectiva», defiende el Dr Flecha. Para saber cómo lograrlo, es fundamental saber los cuidados que debemos ofrecer a nuestra piel según nuestra edad. Para conocerlos, el experto nos explica los tratamientos clave para mantener un aspecto saludable en cada generación.
30 años: fase de prevención
A los 30 años todavía no se aprecian grandes cambios en la piel. Es a partir de los 35 cuando se empiezan a notar algunos signos de envejecimiento. Eso sí, hay ciertas personas que lo empezarán a apreciar antes debido a algunos factores que influyen como, por ejemplo, la genética, el tabaco, haber tomado el sol en exceso o no haber llevado a cabo una buena protección solar.
También afecta el hecho de haber nacido con una buena estructura ósea. Tener unos pómulos o una mandíbula marcada, por ejemplo, va a suponer soportar mejor los tejidos. De esta manera, la piel no cederá tan fácilmente al efecto de la gravedad. En este tipo de estructuras el envejecimiento aparece más tarde. «Es el caso de los asiáticos que, gracias a sus prominentes pómulos, el descolgamiento es mucho menos acusado en edades maduras», explica el especialista.
¿Cuáles son las primeras arrugas en aparecer? Son aquellas líneas de expresión que surgen a nivel frontal, sobre todo en la zona de las patas de gallo y el entrecejo. Para poder combatirlas, el wellaging recomienda un tratamiento con miomodulador. Estos sistemas lo que hacen es reducir la intensidad con la que contraemos los músculos de este área de la cara. Al no realizar tantos movimientos, se retrasa la aparición de las arrugas dinámicas.
Aunque es la mejor fórmula de retrasar la aparición de las primeras arrugas, no se debe caer en el exceso. Estos tratamientos se pueden realizar, como máximo, dos veces al año. Se debe de proceder de esta manera para evitar que el cuerpo se empiece a acostumbrar a estas sustancias y que pierdan su eficacia.
40 años: fase de reposición
Una vez que se cumplen los 40 años se debe de seguir previniendo, pero también habrá llegado el momento de tratar. Los signos de envejecimiento empiezan a ser más evidentes y comienzan a hacerse notar en el tercio medio, la zona de los pómulos y alrededor de los ojos o de la boca. Estructuras que hasta esta edad sostenían bien los tejidos, ahora sucumben a la gravedad y empezamos a notar el descolgamiento y la flacidez.
Para comprender cómo envejecemos a partir de los cuarenta, hay que aprender que existe tejido graso que se sitúa encima de los músculos faciales, soportados por unos ligamentos que sostienen la estructura. A partir de esta edad, empezamos a tener laxitud y esta grasa en el rostro se va perdiendo poco a poco. Las consecuencias que se producen son unas ojeras más marcadas y una caída del pómulo. Ambos aspectos se traduce en un aspecto de cansancio.
A esta edad habrá que continuar luchando contra las arrugas visibles y marcadas. A partir de los 40 años se trabajará con un biomodulador en el tercio superior y en otras nuevas zonas. Es un buen momento de empezar a confiar en el ácido hialurónico para elevar la arruga desde la parte inferior y alisar la superficie facial.
A partir de esta edad, el famoso triángulo de la belleza empieza a invertirse. Toca el turno de tratar la pérdida de volumen y elasticidad reponiendo esos tejidos en primer lugar. Es decir, hay que reconfigurar la estructura de grasa y ligamentos dónde estaban cuando éramos más jóvenes.
La importancia del colágeno
Para lograr nuestro objetivo, debemos de confiar en los formadores de colágeno. Son sustancias que promueven que nuestro cuerpo vuelva a generar suficiente colágeno de una manera natural. Existen varios tipos y algunos se aplican por vía de una cánula en el tercio medio del rostro y la zona de la mandíbula. Los efectos son visibles a los tres meses de su aplicación, momento en el que empezamos a notar ese efecto lifting. Y, en algunos casos, los resultados que podemos obtener con estos procedimientos son visibles hasta dos años.
Una vez que hemos recolocado los tejidos y hemos dotado a la piel de la elasticidad y firmeza suficiente, podremos pasar a reponer los volúmenes perdidos. Es importante hacerlo en este orden para evitar usar demasiada cantidad de ácido hialurónico, un hecho que produce ese aspecto hinchado al que denominamos pillow face y que ha sido tan común (y polémico) en algunas celebrities.
Un buen ejemplo lo podemos ver en el caso del aumento o corrección de los pómulos. Si caemos en el error de rellenar el pómulo sin antes haber regenerado el colágeno, tendremos que incrementar el tamaño lo que terminará dando un efecto poco natural y un volumen exagerado.
50 años: fase de reconstrucción
Si hemos seguido las recomendaciones anteriores, es muy posible que llegados a los 50 años podamos prolongar los tratamientos recomendados para personas de 40 años durante una o dos décadas más. De esta forma estaremos evitando las intervenciones más invasivas.
Si hemos descubierto el wellaging demasiado tarde, y no hemos trabajado en la prevención, cumplidos los 50 años el descolgamiento del rostro será muy evidente. Para poder contrarrestarlo podemos considerar tratamientos como los hilos tensores. Es una buena alternativa para aquellas personas que buscan los resultados de un lifting pero sin pasar por una cirugía.
Sumados a los tratamientos anteriores, los hilos tensores son ideales para recolocar los tejidos de forma efectiva. Sirven, sobre todo, para elevar la cola de la ceja, lo que rejuvenece al momento nuestro aspecto. También con capaces de despejar el peso del párpado, imitando parcialmente los resultados que tendríamos con una blefaroplastia.
Los hilos funcionan de dos formas. La primera es la mecánica, puesto que se tratan de hilos que se anclan al tejido, lo sostienen y estiran nuestra piel. Pero también tienen una respuesta química ya que son capaces de provocar que la piel genere colágeno para mantener los resultados más allá de los seis meses que duran los hilos antes de que el organismo los reabsorba.
El Dr. Flecha nos alerta que los hilos deben de utilizarse siempre en pieles elásticas y turgentes que se hayan tratado previamente. En pieles finas los hilos pueden no ofrecernos los resultados deseados, pudiendo incluso notarse bajo la piel.
Tengas la edad que tengas, puedes sumarte a los seguidores de las técnicas wellaging para envejecer con naturalidad aceptando el paso del tiempo en tu rostro.