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Pies en verano: cómo protegerlos durante las vacaciones y cuáles son sus enemigos

El sol, los mosquitos, la sal, la arena de la playa, los hongos, las sandalias… A cada paso, nuevos enemigos dispuestos a arruinar las vacaciones

Pies en verano: cómo protegerlos durante las vacaciones y cuáles son sus enemigos

Una mujer descalza camina en la playa | ©Freepik.

Pocas partes de nuestro cuerpo sufren tanto a diario como nuestros pies. A veces ni nos percatamos y damos por hecho que en su caminar va la penitencia. Sin embargo, es en verano cuando los pies más se castigan. No lo hacemos queriendo, pues no tendría sentido, pero es cierto que durante las vacaciones y durante los meses de más calor es cuando más sufren.

Sufren por el clima, especialmente. Pero también sufren por cómo nos comportamos con ellos a la hora de elegir uno u otro calzado. No sorprende que luego así aparezcan lesiones de distinta índole y consideración. Algunas, por ejemplo, pueden llegar a obligarnos a parar y llevarnos al dique seco, algo poco apetecible cuando hablamos de verano.

Además, cuidar de nuestros pies es una carrera de fondo en la que no siempre damos importancia a las señales que mandan. Elegir un mal calzado, no valorar la transpiración o exponer demasiado determinadas partes está en el pan nuestro de cada día a la hora de proteger nuestros pies.

En ese sentido, no se trata sólo de que las personas que puedan tener determinadas patologías sean conscientes de ello. Hablamos por ejemplo de la corrección ortopédica para el pie plano o para el pie cavo. Realidad, por cierto, más asumible en los meses de frío con calzado cerrado y que en verano parece preocuparnos menos.

Para aportar algo de luz a estas preocupaciones, más allá de la evidencia de que nuestros pies nos permiten caminar y sustentar nuestro cuerpo, algunos datos. ¿Sabías que el 25% de los huesos del cuerpo y el 18% de sus ligamentos están en los pies? Asombra, ciertamente, como explica la APMA (American Podiatric Medical Association), cuando se refiere al fundamental papel de nuestros pies.

Los enemigos de los pies en verano

Dos personas con los pies descalzos en la playa
Los pies desnudos son más sensibles a los agentes externos. ©Freepik.

Los atentados que cometemos, seguramente sin querer, contra nuestros pies en verano dan para un libro de terror. No apuntamos a lo estilístico, evidentemente, sino a lo sintetizado en el mundo del cuidado. ¡Ojo! Esto no quiere decir que el invierno o el otoño se libren de maltrato a los pies, pero sí de que quizá en verano sea más evidente.

El primer atentado que solemos cometer es el de usar un calzado que nuestros pies detestan: sandalias y chanclas. En especial, las segundas, pues los calzados de verano suelen ser muy poco recomendables. Son bajos, de suelas planas, con muy poco perfil y su agarre es, por regla general, exiguo. Además, son calzados abiertos, por lo que nos exponemos a muchos más riesgos que con los calzados cerrados, como pisar mal, tal y como te explicamos en THE OBJECTIVE.

Cortes, infecciones, torceduras, sobrecargas musculares… Pincharse, llevarse un picotazo de un insecto o hacerse un esguince por andar en sandalias o chanclas es el pan nuestro de cada día para los pies en verano. Junto a ello, el esfuerzo extra que deben hacer nuestros músculos cuando este tipo de calzados no tienen suficiente sujeción, obligando a ejercer cierta presión con los dedos de los pies a la hora de caminar. En el otro sentido, los calzados que aprietan y asfixian a nuestros pies, impidiendo una correcta transpiración y ‘ahogando’ en sudor y calor a cada paso que damos.

Sin embargo, no es el único temor que nos debería preocupar. Junto a ello, aunque ya hemos pasado por encima, debemos hablar de infecciones. A más exposición, más suciedad. Junto a ello, el aumento de las temperaturas y de la humedad también supone el caldo de cultivo ideal para que los hongos proliferen y acaben colonizando nuestros pies. Piscinas y duchas públicas se convierten así en el lugar perfecto para acabar llevando a casa a estos indeseables microorganismos. Como es aún más evidente, la solución no va a pasar por andar descalzo.

Sol y calor

Junto a los pies descalzos, el otro gran enemigo es el sol. Los pies suelen ser zonas que rara vez reciben radiación solar durante el año, motivo por el que se queman con facilidad. Por este motivo, debes priorizar el uso de factor de protección solar, independientemente del momento, cuando los tengas al aire libre. Quemaduras y verrugas solares especialmente dolorosas o molestas también abundan al hablar de pies en verano. Por este motivo, no descuides el uso de crema solar en plantas, empeines, talones y laterales.

Tampoco se debe descuidar el consumo de agua. La hidratación es fundamental en términos totales para nuestro organismo, pero también para nuestros pies. Una piel excesivamente seca —y expuesta— tiene una mayor tendencia a agrietarse y a producir fisuras, siendo más doloroso de la cuenta. Por este motivo, beber agua y mantener nuestros pies hidratados con cremas o lociones puede ser fundamental para que las agresiones del aire, del sol o de la arena no nos pasen factura.

Por último, no debe infravalorarse el efecto del calor. De sobra sabemos que las altas temperaturas tienden a dilatar todo tipo de objetos o tejidos. Por este motivo, es también muy frecuente que sintamos los pies y piernas pesados e hinchados en verano por la dilatación de los vasos sanguíneos. Para combatirlo, lo mejor es recurrir a baños de agua fría, mover los tobillos y pies o mantener puntualmente los pies en alto, para favorecer el retorno circulatorio. También no utilizar zapatos demasiado apretados y que tengan una buena transpiración.

Lesiones habituales de los pies en verano

Una mujer se ata los cordones de unas zapatillas
Conviene también elegir bien el tipo de calzado para nuestras vacaciones. ©Freepik.

Aunque las siguientes lesiones no entienden sólo de verano, es cierto que el período vacacional puede ser un detonante para su aparición. También para que se agraven, complicándonos las vacaciones o forzando adelantar el regreso o a parar. Entre lo más habitual está la fascitis plantar, que no es otra cosa que la inflamación de la fascia —una banda fina que une el tobillo con los dedos de los pies— y cuya excesiva tensión genera dolor al caminar y que, por ejemplo, puede aparecer debido al uso de sandalias.

La sobrecarga muscular también puede luego ir aparejada a la aparición de la tendinitis del tendón de Aquiles, debido a un exceso de fuerza que hacemos al caminar. Esos sobreesfuerzos, además vinculados a calzados incómodos, también podrían generar dolor en la parte frontal del pie, en la parte del hueso sesamoideo, que deviene en la sesamoiditis, debido de nuevo a la inflamación de los tendones que conectan los dedos del pie con el hueso.

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