Cinco ejercicios cotidianos para combatir la demencia
Lo que comemos, bebemos o cómo nos movemos pueden marcar la pauta de nuestro futuro cognitivo
No todos diagnosticados, pero alrededor de medio millón. Así es la radiografía de la demencia en España, según la Sociedad Española de Neurología. Este trastorno —que no enfermedad— asociado a un deterioro crónico y generalmente irreversible de la capacidad cognitiva es uno de los grandes enemigos de una población envejecida como la española.
No obstante, conviene tener claras ciertas cuestiones. La primera de ellas es que afecta, especialmente, a las personas de más de 65 años, pero no significa que la demencia forme parte del envejecimiento normal. No obstante, es evidente que además hay un patrón concomitante —como también indica la Sociedad Española de Neurología— vinculado al alzhéimer.
La cuestión es si debemos resignarnos y esperar a su aparición o hay formas de prevenirla y de, en la medida de lo posible, ralentizar su aparición. La buena noticia es que sí, hay herramientas o ejercicios —incluso cotidianos— que pueden combatir la demencia y reducir su impronta cotidiana. La mala, como apuntan desde MSD Manuals, es que se trata de un deterioro cognitivo habitualmente irreversible.
La diana es así cualquier elemento de la función mental. Memoria, pensamiento, juicio o la capacidad de aprendizaje se ven mermadas y lastradas. Las pistas para identificar cuándo empieza a aparecer la demencia son relativamente evidentes, pero conviene que sean analizadas. Pérdida de memoria, problemas para utilizar el lenguaje, cambios bruscos de personalidad, desorientación o incluso modificaciones en el comportamiento. Llegando, se cita en MSD Manuals, incluso ejemplos inapropiados o perjudiciales. No obstante, las causas por las que la demencia puede aparecer son muchas y muy variadas, casi todas vinculadas a otras enfermedades.
Combatir preventivamente la demencia
Una vez diagnosticada, hay determinadas pautas a seguir para tratar la demencia. Lo principal es afrontar las enfermedades que pueden estar causándolas o empeorándolas. A partir de ahí, tomar medidas de seguridad y también involucrar una farmacoterapia que implemente la función mental. Sin embargo, no será sólo eso lo que pueda venir bien. Por contra, conviene que las medidas se vayan tomando mucho antes de cualquier desarrollo del trastorno, permitiendo plantarle cara de antemano.
Es también evidente que hay patrones conductuales que empeoran la situación o que favorecen la demencia. Una dieta sana puede ser una buena herramienta para frenar su desarrollo. Prueba de ello son los estudios que refuerzan que la dieta mediterránea podría ayudar a combatir la demencia. No es el único ejemplo, evidentemente, pero sí que los pescados azules, el consumo de verduras y legumbres o la presencia del aceite de oliva repercuten positivamente en este combate.
También lo que sucede con un uso abusivo tanto de alcohol como tabaco, aunque no se pueda demostrar lo mismo con un consumo moderado de alcohol en relación con la demencia. En cualquier caso, no se trata de relativizar el consumo de alcohol, pues el conjunto del organismo se podría ver perjudicado por su ingesta.
La importancia del descanso y la actividad en la prevención de la demencia
Más allá de lo que comemos o ingerimos, también es relevante comprender que un buen descanso influye en la salud neurológica. Tanto como causa como consecuencia, la realidad es que hay una vinculación entre el sueño y la demencia. Razón por la que un sueño de calidad también repercutiría en evitar la demencia, donde es habitual la presencia del insomnio crónico. Patología, por cierto, de la que ya te hablamos en THE OBJECTIVE.
No obstante, buena parte de las medidas para que nuestro cerebro siga en orden pasan por mantenerle activo y ofreciéndole retos. Por eso, hay determinados ejercicios cotidianos que repercuten positivamente en la salud neurológica, tanto en el mantenimiento de los circuitos neuronales como en la generación de nuevas neuronas.
‘Mens sana’
Este es el caso de los ejercicios de fuerza o de levantamiento de pesas, que producen una neurogenesis —la creación de nuevas células cerebrales o neuronas—. Razón por la que este tipo de ejercicios de fuerza podrían ayudarnos a combatir la demencia. Aunque cualquier otro deporte también contribuye, no en la misma proporción que los ejercicios de fuerza.
Junto a ello, actividades más calmadas. Entre los ejemplos que más se citan a la hora de ejercitar nuestra mente, es habitual que se mencionen tocar instrumentos musicales o aprender idiomas. En ambos casos se aportan diferentes caminos, tanto en la prevención como ya con la manifestación sintomática de la demencia, contribuyendo las dos actividades a ralentizar esos síntomas. Lo cierto, según un estudio de la International Journal of Alzheimer’s Disease sobre personas gemelas, es que los que tocaban un instrumento tenían un 64% menos de probabilidades de desarrollar demencia.
‘Corpore sano’
Una situación que se repite con el baile o la danza. Cualquier ejercicio aeróbico supone una mayor oxigenación muscular y, por tanto, una mayor carga de nutrientes al cerebro, lo que genera el llamado factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF por sus siglas en inglés) y que es primordial para la reparación y mantenimiento de las neuronas, así como de la formación de nuevas conexiones. Por tanto, cualquier ejercicio aeróbico será bien recibido si de demencia hablamos.
Por suerte, no todos los retos han de ser igual de fatigados. Hay estudios que avalan que otras actividades como jugar al ajedrez o jugar a las cartas también influiría en reducir la aparición de la demencia. O, al menos, en retrasar su aparición. Del mismo modo que las relaciones sociales también contribuirían directamente a aminorar su llegada, tal y como aseguran varias publicaciones de la Journal of the American Medical Association (JAMA), citando ejemplos tanto de 2023 como estudios consolidados de 2002.