Cómo empezar a correr cuando no lo has hecho nunca (seas joven o adulto)
La edad no entiende de excusas si cumplimos con estas pautas antes de ponernos en marcha
Los inicios de curso siempre son complicados, pero prometedores. Aparecen nuevos propósitos, especialmente vinculados a cuidarse más y aquí el deporte no falla en la lista de promesas. Son muchas las personas que intentan acercarse a un ejercicio aparentemente básico como el running, pero también muchas las que fallan. Por eso, hoy vamos a intentar enseñarte cómo empezar a correr cuando no lo has hecho nunca.
Da igual, en cierto modo, tu edad, pero debes asumir ciertas limitaciones físicas que ésta pueda imponer. No obstante, no será lo único que deba preocuparnos. Puede que nos asuste el hecho de empezar a correr, sobre todo si ya tenemos una cierta edad, pero lo importante es recuperar algo de actividad.
Puede que llenemos la mochila con excusas, pero lo cierto es que va a ser peor mantenerse pegado al sofá y tener hábitos de vida sedentarios que empezar a movernos. No obstante, hay que tener claro que, si nunca hemos hecho deporte o lo hemos hecho con intermitencia o con poca intensidad, empezar a correr en la edad adulta nos suponga un esfuerzo extra para los runners.
Lo entendemos, pero eso no quiere decir que correr no sea para ti siempre que se extremen ciertas precauciones. No vamos a negar que empezar a hacer deporte con cierta intensidad a partir de los cuarenta o cincuenta años puede ser más complejo, razón por la que merece la pena comprobar cómo empezar a correr y no dejarnos la salud en ello.
Cómo empezar a correr sin haberlo hecho nunca
Hay una primera vez para todo y empezar a correr no es una excepción. Estamos enfocando estas recomendaciones en un perfil sénior, pero también es aplicable a personas de veinte o treinta años que no se hayan movido demasiado. No obstante, hay diferencias evidentes en cómo deben prepararse las personas en función de su edad y, sobre todo, cómo recuperarse.
Lo cierto es que antes de ponernos a hacer deporte, independientemente de la edad, debemos tener claros algunos factores. Es primordial que comprobemos nuestro estado físico, más aún con edades avanzadas. Razón por la que es clave que pasemos por la consulta de nuestro médico para obtener el permiso para practicar deporte. Una realidad con dos caminos, el de correr en cinta o correr al aire libre, que ya te explicamos en THE OBJECTIVE.
De hecho, es posible que nos derive a otros especialistas, como el cardiólogo, para realizar la llamada prueba de esfuerzo o ergometría, y comprobar cómo reaccionamos ante el ejercicio físico. Mejor prevenir que curar y evitar riesgos innecesarios. Sin embargo, no sólo este chequeo previo es lo que deberíamos tener en cuenta.
Equilibra y recupera
Nuestro cuerpo no reacciona igual al estímulo deportivo con 20 años que con 50 años. Esta evidencia es una de las pautas más importantes para tener claro que no se va a comportar igual nuestro organismo para recuperarse en la juventud o en la madurez. Por eso, ten claro que has de pautar recuperaciones más largas entre sesión y sesión, además de entrenos más cortos y de menor intensidad a medida que te hagas más mayor si nunca has salido a hacer deporte.
Además, no es sólo cuestión de pautar recuperaciones más largas, también de no saturar a nuestro organismo. A veces pasa desapercibido, pero cogemos el deporte con mucho ahínco y a los pocos días o semanas debemos parar. Empiezan a proliferar señales de dolores musculares, pero también lesiones en otros tejidos como los tendones o malestar articular. Por este motivo, conviene modificar la intensidad del ejercicio e ir aumentándola de manera paulatina.
También la alternancia entre ejemplos de marcha y de carrera nos puede venir bien, buscando ese perfil que complete el ejercicio sin resultar demasiado lesivo. Del mismo modo, igual que antes contactamos con un médico para ver si podemos empezar a correr en la edad adulta, también es relevante la consulta de un podólogo para ver cómo corremos. Una mala pisada, malos apoyos o una técnica incorrecta al correr pueden aumentar el riesgo de lesión y, como es evidente, dejarnos en el dique seco.
Que la fuerza te acompañe
No nos podemos en modo La guerra de las galaxias, sino para recordarte que no se tratará sólo de hacer cardio. Diversos estudios avalan que el ejercicio de fuerza es un método perfecto para quemar más calorías, regenerar músculo y mejorar la salud ósea. Tres virtudes que no debemos dejar pasar a medida que nos hacemos mayores. Además, del mismo modo que empezar a correr, podemos realizar estos ejercicios de manera progresiva sin que nos lastimen.
Razón de más por la que potenciar la fuerza y, además, equilibrar nuestros escarceos a la hora de correr con otros ejercicios de flexibilidad. Calentar y estirar siempre son fundamentales, pero más aún cuando hemos ido perdiendo flexibilidad con los años. Por este motivo, si estás empezando a correr, es más importante que nunca que tu calentamiento sea metódico y que, tras el ejercicio, estires. No se trata de volvernos locos, pero sí de destinar entre 10 y 15 minutos antes y después del ejercicio para esta recuperación.