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Pie cavo: qué es y qué supone para tu salud el gemelo opuesto del pie plano

El arco que marca el pie también puede amargarnos cada paso

Pie cavo: qué es y qué supone para tu salud el gemelo opuesto del pie plano

Un fisioterapeuta trabaja un pie cavo | ©Freepik.

Pasa mucho más desapercibido que el mítico pie plano. Este último, afección habitual que solía suponer una exención del Servicio Militar, es más frecuente. Sin embargo, el pie cavo —por contraposición— es precisamente lo contrario. A pesar de ser una condición mucho menos abundante, si se tiene en cuenta respecto a otras afecciones podológicas, su presencia puede ser realmente incómoda para quien lo padece.

Definido de manera muy sencilla, bastaría con sintetizar el pie cavo como un pie donde el arco tiene una elevación anormal. De esta manera, el puente del pie es más alto y se genera una curva excesiva en este arco. No obstante, que tenga menos fama no significa que no sea relativamente frecuente.

En las poblaciones occidentales se estima que su prevalencia está entre el 5% y el 10% de la población. Eso no significa, sin embargo, que todos los grados de pie cavo sean igual. Por este motivo, conviene siempre discernir con un médico o un especialista en podología qué tipo de pie cavo sufrimos.

Lo curioso de esta alteración del arco del pie está en que resulta menos evidente que el pie plano. Como se da por supuesto que el pie ha de tener arco —lo cual es lógico—, una persona puede vivir con el pie cavo sin comprender que buena parte de sus dolencias podales podrían tener que ver con él.

Qué puede suponer para la salud el pie cavo

Una mujer de puntillas sin pie cavo
Menos frecuente que el pie plano, el pie cavo también condiciona la vida de quien lo sufre. ©Freepik.

El pie cavo puede desarrollarse en cualquier etapa de la vida, incluso en la infancia. De hecho, es aquí donde es relativamente sencillo identificar su aparición cuando los menores presentan dolores al caminar o en la marcha. Sintomatología que generalmente acontece en pie o tobillo, pero también a nivel articular. Algunos acrecentados por el uso del calzado alto, del que ya te hablamos en THE OBJECTIVE.

Aunque puede ser una herencia y por tanto tendría un factor congénito, también el pie cavo puede tener factores ambientales. Determinados tipos de calzado —que aumenten el arco del pie— o lesiones que implique al propio pie también afectarían. Del mismo modo, hay patologías neurológicas que podrían contribuir a su desarrollo.

Parte del problema está en que hay determinadas dolencias del pie, que damos por supuestas, que podrían igualmente verse influenciadas por el pie cavo. Callosidades y juanetes, así como los dedos en martillo, podrían verse potenciados por el pie cavo. Sin embargo, lo más habitual es que produzcan determinados dolores más evidentes. Es el caso de las talalgias o de las metatarsalgias, afectando las primeras al talón y las últimas a la parte delantera del pie.

Como suele suceder con esta realidad, el pie cavo también implica un mayor estrés en los huesos del pie. Al ofrecer menos superficie de apoyo —debido a ese arco más pronunciado—, la forma de repartir el peso compromete más la estructura plantar y ósea. Por esta razón, también la fascitis plantar puede verse influenciada por el pie cavo.

Una misma realidad que se traslada a determinadas inflamaciones tendinosas como las tendinitis, incluyendo aquellos tendones en la parte posterior de la pantorrilla o incluso en los músculos de la tibia. Debido a ese exceso de tensión que puede generar el pie cavo, se aumenta la sensación de tirantez en articulaciones y músculos.

Cómo se trata el pie cavo

Un fisioterapeuta tratando un pie
La fisioterapia puede aliviar el malestar, pero conviene atajar el origen del pie cavo. ©Freepik.

Lo primero que se debe establecer es un diagnóstico que comienza con un examen físico. A veces, en determinados pacientes, bastará comprobar la forma del pie y la propia marcha —a través de un estudio de la marcha— para determinar la presencia del pie cavo. Sin embargo, hay otros casos en los que suelen necesitar radiografías para comprobar el arco y, también, descubrir qué otras afecciones podría haber propiciado.

La buena noticia con el pie cavo es que, aunque puede ser grave, lo más habitual es que se acabe tratando con plantillas ortopédicas que serán las que redistribuyan los apoyos del pie y corrijan la presión. También, en pacientes que suelan sufrir de dolencias musculares, es particularmente útil que haya fisioterapia que implique estiramiento y fortalecimiento de la zona afectada. En casos extremos hay opciones quirúrgicas, pero no son frecuentes.

Además, como sucede con cualquier otra patología podal, a medida que exigimos más actividad al pie más podemos dañar y complicar la situación. Por este motivo, siempre conviene comprobar qué está sucediendo y poner remedio lo antes posible.

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