Disfunción eréctil y ejercicio físico: cómo salir a correr puede ser mejor que la Viagra
De nuevo, con el fantasma del sedentarismo hemos topado
Caballo de batalla que amarga a los hombres, cada vez a edades más tempranas, el temor a la disfunción eréctil empieza a no entender de edad. Sí es cierto que, a medida que se envejece, la andropausia y la producción de testosterona decrecen. Con ella, la líbido empieza a huir y también las erecciones pierden vigor.
No sólo eso. También se produce esa pérdida de deseo sexual y lo que antes era lucir en perfecto estado de revista, con la edad comienza a mustiarse. Un hecho irrefrenable para el cual, desde hace años, existen tratamientos médicos que lo palian. Entre los nombres más comunes de los aliados contra la disfunción eréctil están la famosa Viagra y el no menos famoso Cialis.
Aunque hayamos comprado la terminología comercial de estos medicamentos, la realidad también supone entender que hay más allá —y que nos interesan sus principios activos—. Sin embargo, la disfunción eréctil no sólo se puede combatir desde la farmacoterapia (que ha demostrado que funciona). También desde nuestros hábitos de vida.
Como siempre, nuestro organismo se empeña en seguir un círculo. Que sea vicioso —entendido como malo— o sea virtuoso —entendido como bueno, que no casto— es cuestión de cómo adaptemos nuestras costumbres. Comer, dormir, hacer deporte, tener una vida social adecuada, bajos niveles de estrés… Todo, absolutamente todo, repercute en la salud sexual y en la disfunción eréctil.
La disfunción eréctil: ¿un peaje inevitable en el envejecimiento?
Han sido varias las veces que hemos hablado en THE OBJECTIVE de disfunción eréctil. No obstante, conviene dejar claro qué es y qué no es. Desde MSD Manuals insisten en describirla como la incapacidad de mantener una erección satisfactoria para una relación sexual. Lo que antes se conocía como impotencia sexual, ahora se ha traducido como disfunción eréctil.
Esto quiere decir que fuera de la ecuación hemos de dejar otras realidades como la eyaculación precoz o la eyaculación retardada. Dos problemas también de la salud sexual masculina que, sin embargo, adolecen de otros síntomas que no entran en disputa con el hecho de alcanzar la erección o no.
Como es habitual en la mayor parte de los casos, la disfunción eréctil suele ser secundaria (producida en hombres que previamente si conseguían la erección). Hay una parte, mínima, que es la primaria y apunta a personas que nunca lo habían conseguido.
De esta manera, es lógico pensar que la mayor parte de remedios y tratamientos apuntan al ejemplo de las secundarias. Lo cierto, como también pasa, es que es una concatenación de factores. La edad influye y, especialmente, buena parte de las patologías que se desarrollan con ella.
Hay causas vasculares que afectan a la erección, además de hábitos como el tabaquismo, y otras enfermedades como la diabetes. También la obesidad y el sobrepeso afectan. Del mismo modo, otras patologías o complicaciones de determinadas cirugías, amén de causas neurológicas, tendrían repercusión en la disfunción eréctil.
Disfunción eréctil y ejercicio físico: la Viagra natural
Un estudio publicado en la revista especializada The Journal of Sexual Medicine avalaría que el ejercicio físico podría mejorar la función eréctil de los hombres. Algo que no resulta difícil pensar, evidentemente. La forma física está muy ligada a la producción de testosterona y también a un menor porcentaje de grasa corporal. Este porcentaje, además, está igualmente relacionado con esa disminución de la testosterona.
De nuevo, como advertíamos antes, aparece ese círculo vicioso o virtuoso, según lo enfoquemos. Lo que ha conseguido el estudio es hacer una revisión científica de 11 estudios previos, muchos de ellos con sujetos de mediana edad y sobrepeso. Tras categorizar la comparativa, comprobaron que el ejercicio físico aeróbico realizado de manera regular mejoraba el desempeño sexual.
La noticia, además, deja otra pincelada: la mejora era más acusada en las personas que tenían puntuaciones iniciales del Índice Internacional de Función Eréctil (IIEF por sus siglas en inglés). Por contra, aquellas personas que ya hacían deporte o sus puntuaciones iniciales eran más alta, no vieron tanta mejora. También, aquellos hombres que tenían una disfunción eréctil mucho más acusada comprobaban también que con la incorporación del ejercicio física se mejoraba notablemente.
También y como resulta igualmente lógico, el estudio recuerda que mantener una actividad física semanal intensa —al menos tres horas de ejercicio o 1,5 horas de carrera— tenían un 20% menos de riesgo de desarrollar disfunción eréctil. Todo lo contrario de lo que sucede con las personas con hábitos sedentarios.