¿Hacer deporte antes o después de estudiar? Esto es lo que dice la ciencia sobre sus ventajas
Puede ser una pregunta baladí, pero maximizar los beneficios de ambas prácticas está muy cerca
Hay muchas personas para las que estudiar es todo un reto. También hacer deporte. Sin embargo, hay determinadas personas que se pueden ver obligadas a tener que hacer deporte al mismo tiempo que estudian. Adolescentes, jóvenes y opositores se encuentran a menudo en este brete donde elegir cuándo hacer deporte.
O, mejor aún, intentar encontrar una ventana en la cual hacer deporte y estudiar sea más beneficioso en términos generales. Podríamos, en cierta medida, buscar el paralelismo de la simbiosis. A nadie se le escapa que el mens sana in corpore sano de los romanos es perfectamente aplicable a esta máxima.
Tampoco, como otras veces hemos incidido en THE OBJECTIVE, en que ambas muescas forman parte de un mismo círculo virtuoso. Por contra, si se descuida una u otra, corremos el riesgo de que el círculo se convierta en vicioso. Sin embargo, muchas veces elegir el momento más adecuado para estudiar no depende solo de nosotros mismos.
La vida social, el resto de obligaciones que podamos contraer o algo tan coyuntural como el momento del año o la temperatura pueden condicionar las sesiones de estudio y, a su vez, las de hacer deporte. Podemos pensar en las tediosas recuperaciones de instituto. También en los maratones de biblioteca que los opositores suelen pegarse en los meses de verano, en busca de ese El Dorado laboral.
No obstante, comprender que estudiar y hacer deporte deberían formar parte de la misma ecuación es necesario. Otro cantar, insistimos, es comprobar si hay un mejor momento para ponerlo en práctica o, en este sentido, qué deberíamos hacer antes. La ciencia, aunque no ha sido especialmente prolija en este tipo de literatura, sí ha dejado algunas pistas.
Estudiar y hacer ejercicio: una pareja más que recomendable
Hay un matiz evidente en ambas prácticas: las dos necesitan un ingente esfuerzo. Se suele infravalorar el trabajo intelectual en pos del trabajo físico, considerando el segundo mucho más exigente. Puede serlo, no necesariamente, pero es evidente que exigir a nuestro cerebro también es agotador y así lo avalan numerosos estudios que apuntan a la cantidad de energía que necesita este singular motor.
Ahora bien, ¿significa esto que haya una regla no escrita sobre estudiar antes o después de hacer ejercicio? No, o no del todo. Lo que sí hay son estudios observacionales que constataron el éxito de una práctica sobre la otra. También, como incidíamos antes, en la realidad que ampara a ambas realidades: hacer deporte y el trabajo intelectual se retroalimentan.
En este caso sí hay abundante literatura científica que vincula directamente que la práctica deportiva mejora los desempeños académicos. Hay pruebas de que los alumnos con más actividad física presentaban mejores datos de percepción, memoria, habilidad verbal e incluso matemáticas que los alumnos sedentarios.
Además, se trata también de comprender que no es algo que sea exclusivo de niños, adolescentes o los jóvenes. Hay igualmente estudios médicos e investigaciones que demuestran que el deporte en personas mayores ayuda a prevenir el mal de alzhéimer, así como otros deterioros cognitivos.
El dilema: ¿estudiar antes o después de hacer ejercicio?
La respuesta, aunque no académica, irá con un depende en función del deporte y del estudio, pero siempre desde la moderación. Lo que sí sabemos, según esta publicación de la University of New South Wales, en Australia, es que sería conveniente hacer deporte después de estudiar en lugar de no hacerlo.
Sin llegar a extremos de gran exigencia, el estudio avaló que los participantes que hicieron un ejercicio moderado (cinco minutos de ejercicios aeróbicos de bajo impacto) después de sus tareas habían memorizado y retenido mejor el contenido aprendido. Al menos en comparación con los alumnos que no lo habían hecho.
¿Significa esto que es mejor estudiar después de hacer ejercicio? No, o no necesariamente. Lo que sí es evidente es que hay una mejora y que el estudio fue llevado a cabo con alumnos de escuela primaria y con rangos de ejercicio bajos. Algo que también resulta consecuente comprobar es que, en caso de adultos, el patrón puede ser similar.
Lo que sí es seguro, como menciona la University College London, es que el deporte y el estudio se llevan bien, pues el primero estimula la creación de nuevas neuronas, además de reducir los niveles de estrés. Razón por la que podría parecer evidente que conviene hacer deporte después del estudio, especialmente por no llegar a la mesa de trabajo ya con las reservas energéticas por los suelos.