Un nutricionista revela el motivo por el que los lácteos desnatados no ayudan a bajar de peso
Desde hace décadas, estos productos han sido considerados como una opción saludable para adelgazar

Diferentes tipos de lácteos | Canva
Numerosos expertos en nutrición han comenzado a cuestionar la creencia de que los lácteos desnatados son favorables para una pérdida de peso óptima.
A pesar de la reducción en grasa que ofrecen estos productos, la verdadera influencia de los lácteos desnatados en la pérdida de peso no es tan clara como se pensaba.
Aitor Sánchez, dietista-nutricionista, explica en un artículo para Telva que la sustitución de los lácteos enteros por los desnatados, que se remonta a hace 30 o 40 años, no responde a una verdadera base científica para la pérdida de peso.
¿Por qué los lácteos desnatados no ayudan adelgazar?
Uno de los argumentos a favor de la leche desnatada es su menor contenido en grasa. La leche desnatada, en comparación con la leche entera, puede tener alrededor de 3 gramos menos de grasa por cada 100 ml.
Sin embargo, como señala Aitor Sánchez, esta reducción es prácticamente insignificante desde el punto de vista calórico: “son cantidades sin incidencia en el total diario”. Es decir, la diferencia es tan pequeña que no produce un cambio significativo en el consumo calórico diario ni en la composición corporal.
¿Por qué son mejores los lácteos enteros?
Una de las principales diferencias entre la leche entera y la desnatada no radica en la cantidad de grasa, sino en el sabor y la capacidad saciante.
Los lácteos enteros tienen un mayor contenido de grasa, lo que les aporta un sabor más rico y satisfactorio. Por el contrario, al consumir leche desnatada, la reducción de grasa puede llevar a una menor saciedad, lo que a su vez puede llevar a comer más a lo largo del día o a picar entre comidas.
Este efecto, explica Aitor Sánchez, es uno de los motivos por los cuales no se produce una pérdida real de peso al optar por productos desnatados.
La importancia de las grasas saludables en una dieta
Las grasas saludables juegan un papel fundamental en una dieta equilibrada y son esenciales para el correcto funcionamiento del cuerpo.

Por mucho tiempo, las grasas se han malinterpretado como sinónimo de aumento de peso o de un consumo poco saludable.
Sin embargo, los expertos han desmitificado esta creencia y han señalado que no todas las grasas son iguales, ni todas contribuyen al mismo modo al bienestar físico.
¿Qué función tienen las grasas saludables en el cuerpo?
Las grasas saludables no solo proporcionan energía, sino que también desempeñan funciones clave en el organismo. Entre sus principales beneficios se encuentran:
- Absorción de vitaminas: son necesarias para la absorción de vitaminas liposolubles como la vitamina A, D, E y K. Sin estas grasas, el cuerpo no podría asimilar adecuadamente estos nutrientes esenciales.
- Producción hormonal: son precursoras de hormonas importantes, como las hormonas sexuales y las corticosteroides, que regulan procesos fundamentales como el metabolismo, la reproducción y la respuesta al estrés.
- Mantenimiento del sistema nervioso: las grasas saludables, especialmente los ácidos grasos omega-3, son vitales para el desarrollo y la función del cerebro. Estas grasas ayudan a mantener la comunicación entre las células nerviosas y favorecen la plasticidad cerebral, lo que contribuye a la memoria, la concentración y el estado de ánimo.
- Protección celular: forman parte de la estructura de las membranas celulares, ayudando a mantener la integridad y la función adecuada de las células en todo el cuerpo.
Fuentes de grasas saludables
No todas las grasas son iguales. Es importante aprender a distinguir entre las grasas saludables y las grasas saturadas o trans, que sí se asocian con un mayor riesgo de enfermedades. Las fuentes principales de grasas saludables incluyen:
- Pescados azules: salmón, sardinas, boquerones y atún son ricos en ácidos grasos omega-3, esenciales para la salud cardiovascular, cerebral y antiinflamatoria.
- Aguacate: este fruto es una excelente fuente de grasas insaturadas, que contribuyen al control del colesterol y ofrecen saciedad, ayudando a evitar el picoteo entre comidas.
- Frutos secos: almendras, nueces, avellanas y semillas como las de chía y linaza son ricos en grasas saludables, fibra y micronutrientes que apoyan la salud del corazón.
- Aceite de oliva virgen extra: este aceite contiene antioxidantes naturales y tiene un impacto positivo en la salud cardiovascular, ya que ayuda a reducir los niveles de colesterol malo (LDL) y a aumentar el colesterol bueno (HDL).
- Chocolate puro: con más de un 85% de cacao, el chocolate amargo aporta grasas saludables, antioxidantes y un sabor delicioso, pero debe consumirse con moderación.
- Huevos: los huevos son una buena fuente de grasas saludables, proteína y otros nutrientes esenciales. Aunque se ha oído mucho sobre los huevos y el colesterol, recientes estudios han demostrado que su consumo moderado no afecta negativamente al colesterol en la sangre.
El equilibrio es clave
Es fundamental tener en cuenta que, aunque las grasas saludables son esenciales, el equilibrio en su consumo es clave. El exceso de grasas, aunque sean saludables, puede llevar al aumento de peso si no se acompaña de una actividad física adecuada y un consumo equilibrado de otros nutrientes.
Lo ideal es incorporar grasas saludables en el contexto de una dieta variada y equilibrada, combinándolas con carbohidratos complejos, proteínas magras, frutas y verduras.