No es tan malo como lo pintan: por qué cotillear puede ser mejor para tu salud de lo que parece
Siempre que no se haga con mala intención, puede que este tipo de conversaciones triviales tengan beneficios sociales

Dos mujeres conversan en el sofá. | ©Freepik.
Durante años, cotillear ha arrastrado una reputación poco halagadora. Se le ha asociado con la traición, la indiscreción o el simple pasatiempo vacío. En muchos contextos, chismorrear se percibe como una debilidad del carácter, una práctica que conviene evitar si uno quiere proyectar madurez, elegancia o empatía. Sin embargo, no todo es tan sencillo como parece: aunque esta conducta tenga mala prensa. Tanto como para que, según la ciencia social, pueda haber beneficios en el cotilleo.
De hecho, existen matices importantes entre los distintos tipos de cotilleo, y no todos tienen por qué ser dañinos. Hay formas de conversación que, sin dejar de centrarse en la vida de otros, se producen sin mala intención. De hecho, cumplen funciones sociales que van más allá de la mera curiosidad. En ese terreno ambiguo y cotidiano donde nos contamos cosas pequeñas sobre terceros, no necesariamente censurables ni relevantes. Tanto como para que pueda esconderse un mecanismo útil para la conexión interpersonal. Algo así como un cemento invisible que refuerza la estructura de nuestras relaciones que, además, ha evolucionado con los siglos. Tanto como para que incluso se pueda llegar a pensar que hay beneficios al cotillear.
Varios estudios han empezado a tratar este fenómeno desde una óptica distinta. Sobre todo, valorando su potencial para generar vínculos más fuertes y fomentar la cohesión en los grupos. Lo que antes se descartaba como ruido o distracción, se empieza a entender como una herramienta más para sobrevivir en el tejido social. Puede que no todo cotilleo sea constructivo, pero bajo ciertas condiciones, hablar de otros —aunque no estén presentes— nos ayuda a entender el mundo social en el que nos movemos. En este sentido, es lo que se ha analizado respecto a los hipotéticos beneficios del cotilleo.
El cotilleo bien entendido en la interacción social
No todos los cotilleos son iguales, y es importante saber distinguir entre aquellos que hacen daño y los que simplemente forman parte del día a día. En muchas ocasiones, lo que llamamos “cotillear” no tiene ninguna intención maliciosa. Se trata más bien de intercambiar información trivial, detalles sin importancia aparente, que nos permiten mantenernos conectados con el entorno. En este sentido, el cotilleo no se diferencia tanto de comentar el tiempo o hablar del último capítulo de una serie: es un código compartido que facilita la conversación.
Esta clase de cotilleo, lejos de ser tóxico, puede reforzar la confianza entre quienes lo comparten. Contar algo que se ha oído, o comentar brevemente la situación de una persona conocida, puede actuar como un gesto de complicidad. Se trata de una forma de demostrar que se está al tanto de lo que pasa, que se pertenece a un círculo o que se tiene acceso a cierta información. Todo ello sin necesidad de entrar en juicios de valor ni de exponer a nadie. Ahí es donde ya no consideraríamos como beneficios del cotilleo.
Además, este tipo de diálogo, si se mantiene dentro de ciertos márgenes éticos, también ayuda a construir una memoria colectiva. Es una manera de narrar lo cotidiano, de mantener vivos ciertos relatos del grupo social. Y, al contrario de lo que se podría pensar, no siempre implica frivolidad o superficialidad: muchas veces, son precisamente esos detalles nimios los que acaban generando la sensación de cercanía entre las personas. En definitiva, el cotilleo bien entendido no separa, sino que une. Además, conviene comprender que muchas veces esta cháchara o small talk, como se conoce en inglés, ocupa más tiempo de lo que pensamos en nuestro día a día. Sobre todo, si queremos mejorar nuestras relaciones sociales, algo de lo que ya te hablamos en THE OBJECTIVE.
La ciencia social al servicio del cotilleo
La idea de que cotillear puede ser útil no es una ocurrencia reciente. Numerosos estudios en psicología social, antropología y sociología han analizado durante décadas cómo el cotilleo contribuye a mantener la cohesión dentro de los grupos humanos. Uno de los hallazgos más repetidos es que compartir información sobre otros —siempre dentro de ciertos límites— puede facilitar la cooperación, fortalecer los lazos comunitarios y establecer normas sociales. En pequeñas dosis, parece tener un efecto regulador y, en ese sentido, un poco de cotilleo podría implicar beneficios.
Por ejemplo, investigaciones realizadas en entornos laborales han mostrado que los equipos que permiten cierto grado de cotilleo informal suelen tener niveles más altos de confianza y colaboración. Esto no significa que haya que fomentar los rumores maliciosos, sino más bien que el intercambio espontáneo de información actúa como una válvula de escape. Permite expresar opiniones, aclarar posiciones y, en ocasiones, incluso prevenir conflictos mayores. Por eso, ciertos investigadores sí consideran que hay beneficios en el cotilleo.
Otros estudios han encontrado que el cotilleo también cumple una función emocional. Al compartir ciertas historias, las personas procesan mejor sus propias experiencias y sentimientos. Hablar sobre otros, cuando no hay juicio ni intención dañina, puede convertirse en una forma indirecta de hablar sobre uno mismo. De este modo, el cotilleo —ese gesto tan cotidiano y a veces tan denostado— se transforma en una vía más para comprendernos, situarnos y, en última instancia, cuidarnos.