Así se distribuyen las horas, según un estudio, para tener un día perfecto entre ocio y trabajo
La investigación parte de una aproximación estadística tras recoger miles de encuestas en nueve años

Un hombre juega con su hijo en un parque. | ©Freepik.
La felicidad y su búsqueda parecen haberse convertido en una meta casi obsesiva en muchas sociedades occidentales. No es que sea un concepto nuevo, pero sí parece que el empeño por alcanzarla ha crecido con el tiempo, alimentado por discursos que nos invitan a optimizar cada aspecto de nuestras vidas. Redes sociales, literatura de autoayuda y hasta aplicaciones móviles se enfocan en medir, cuantificar y mejorar nuestros niveles de satisfacción personal. Y en ese contexto, surgen iniciativas que pretenden dar con la fórmula mágica del equilibrio vital. Tanto como para que existiera un día perfecto.
La insatisfacción laboral, la falta de tiempo libre y la sensación de no llegar a todo se han convertido en problemas cotidianos que afectan no solo a nuestra salud mental, sino también a la física. Una realidad a la que contribuimos como sucede con el temido FOMO, del que ya te hemos hablado en THE OBJECTIVE. De esta manera, La calidad del sueño, las relaciones personales e incluso la productividad se resienten cuando no hay una armonía clara entre las distintas parcelas del día. Así, cada vez resulta más habitual que desde la ciencia se intente responder a preguntas que antes se consideraban propias del ámbito filosófico o personal.
¿Existe una forma de distribuir las horas del día que nos acerque a una vida más plena? Esa es la cuestión que se han planteado desde la University of British Columbia, en Canadá, al analizar los ingredientes que definen lo que muchas personas consideran un “día perfecto”. A partir de esa premisa, su investigación ha tratado de medir cómo se reparte el tiempo en las jornadas que la gente valora como especialmente positivas. Porque si hay algo que escasea en nuestro día a día es, precisamente, el tiempo.
Cómo se distribuye el día perfecto
El estudio ha analizado datos recogidos a lo largo de nueve años por medio de la American Time Use Survey, una encuesta nacional en Estados Unidos sobre el uso del tiempo que es, en cierto modo, que depende del INE estadounidense. Mediante técnicas de aprendizaje automático, se ha buscado responder a una pregunta concreta: ¿qué diferencia un día feliz de uno normal? La respuesta no se basa en intuiciones, sino en la relación entre más de cien actividades diarias y la percepción de bienestar de quienes las realizan.
Los resultados revelan puntos de inflexión claros: más allá de ciertas cantidades de tiempo, algunas actividades dejan de aportar beneficios o incluso se vuelven perjudiciales. Uno de los factores más decisivos para que un día sea valorado como mejor que uno típico es el tiempo dedicado a socializar. Sin embargo, los efectos positivos de socializar se estabilizan tras unas dos horas. A partir de ahí, sumar más tiempo a estas interacciones no mejora la percepción general del día. En cambio, el tiempo con amigos parece tener un impacto positivo constante, sin ese techo de eficacia.
Respecto al trabajo, los datos también son reveladores. Trabajar hasta seis horas no parece afectar negativamente a cómo las personas valoran su jornada. Pero cuando se supera ese umbral, la percepción de bienestar desciende de forma clara. En otras palabras, un día perfecto sí incluye trabajo, pero con límites temporales bien definidos. Según los investigadores, esto refuerza la idea de que cada minuto cuenta, y que las decisiones sobre cómo empleamos el tiempo tienen consecuencias muy concretas en nuestro bienestar diario.
Perseguir un día perfecto: ¿una labor irreal?

Aunque los resultados del estudio son llamativos, hay que tomarlos con cautela. Se trata de una investigación en fase preliminar que no ha sido aún contrastada por otros equipos científicos. Además, parte de una muestra basada en encuestas autodeclaradas, lo que limita su alcance. Aun así, ofrece una base sobre la que reflexionar acerca de nuestras rutinas y prioridades. Pretender seguir al pie de la letra la distribución horaria de un día ideal puede no ser realista para muchas personas, sobre todo si sus circunstancias laborales o familiares no lo permiten.
Sin embargo, el estudio señala tendencias que sí podrían aplicarse, al menos en parte. Por ejemplo, reorganizar la jornada para trabajar menos de seis horas seguidas, si es posible, o reservar un momento del día para el ejercicio físico o la conversación con amigos. No se trata de imponer una norma universal, sino de identificar qué elementos pueden sumarse sin grandes sacrificios para mejorar la percepción de nuestros días. A veces, pequeños ajustes pueden marcar una gran diferencia.
No obstante, más allá de su valor estadístico para buscar el día perfecto, la investigación ofrece una lectura interesante sobre cómo valoramos nuestro tiempo. En los días que consideramos más satisfactorios, coinciden ciertos factores: un equilibrio entre el trabajo y el ocio, espacios de calidad para compartir con otros, momentos para uno mismo y, si se puede, algo de actividad física. No es ninguna revelación inédita, pero sí una confirmación de que el bienestar no es tanto una meta lejana como una cuestión de proporciones. Y que, quizá, la clave esté en prestar atención a cómo se nos va el día, minuto a minuto.