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Esto le pasa a tu cerebro cuando trabajas muchas horas a la semana, según un estudio

Aunque no lo parezca, se produciría un incremento de materia gris que no tiene por qué ser beneficioso

Esto le pasa a tu cerebro cuando trabajas muchas horas a la semana, según un estudio

Una mujer estresada en el trabajo. | ©Freepik.

Aunque muchas personas piensen que trabajar más horas simplemente equivale a ser más productivo o a progresar profesionalmente, la ciencia vuelve a recordarnos que el exceso puede tener consecuencias invisibles, pero profundas. Un nuevo estudio ha demostrado que trabajar demasiadas horas a la semana provoca cambios estructurales en el cerebro humano.

Estos efectos, que muchas veces pasan desapercibidos, no se notan a corto plazo. Pero eso no significa que no estén ocurriendo. Al contrario: cuanto más prolongado es el sobreesfuerzo, más se consolidan estas transformaciones en nuestra anatomía cerebral.

Lejos de ser una simple cuestión de cansancio o falta de sueño, el impacto de trabajar en exceso afecta a áreas clave relacionadas con el estrés, la ansiedad y el equilibrio emocional. Esto implica que nuestra salud mental podría estar más estrechamente conectada a nuestros hábitos laborales de lo que imaginamos. No obstante, aunque vamos a comprobar que el estudio tiene también algunos márgenes de interpretación, sí es evidente que sobretrabajar puede afectarnos de manera muy directa. Algo de lo que ya hemos hablado en THE OBJECTIVE, tratando fenómenos como el burnout.

Qué le pasa a nuestro cerebro cuando trabajamos muchas horas

El estudio, recientemente publicado en la revista científica Occupational and Environmental Medicine, fue llevado a cabo por un equipo internacional de neurocientíficos que analizaron a más de 100 voluntarios adultos en Corea del Sur. A lo largo del estudio, se observó a personas que trabajaban menos de 40 horas semanales frente a aquellas que superaban regularmente las 52 horas por semana.

A través de escáneres cerebrales y tests cognitivos, los investigadores detectaron cambios significativos en la estructura cerebral de quienes acumulaban jornadas laborales más extensas. Específicamente, se observó un aumento de la materia gris en regiones relacionadas con el procesamiento emocional y el control del estrés, lo que sorprendió incluso a los propios autores. No obstante, hay que coger con ciertas pinzas el estudio.

La principal, aunque sea una muestra observacional, es que el conteo total de participantes es bajo. Hablamos de solo 32 personas que trabajaban más de 52 horas a la semana frente a los sujetos (78 en total) que no trabajaban tanto tiempo. Además, el núcleo de la investigación se centró en trabajadores sanitarios, es decir, extrapolar de manera completa los resultados no es conveniente. No obstante, los hallazgos si son relevantes. Sobre todo por lo que suponen respecto a la materia gris.

Aunque pueda parecer que una mayor cantidad de materia gris sea algo positivo, los científicos advierten que esto no siempre es así. En contextos de sobrecarga crónica, este crecimiento puede estar relacionado con un esfuerzo constante del cerebro por adaptarse a un entorno de estrés, algo que a la larga puede resultar perjudicial.

La balanza entre lo positivo y lo negativo

El dato clave del estudio es claro: superar las 52 horas de trabajo semanales tiene un coste neurológico. Si se tiene en cuenta que los fines de semana deberían servir para descansar, trabajar más de 10 horas diarias de forma habitual implica un desajuste que va más allá del simple agotamiento. No es algo novedoso. Hay abundante literatura científica que avala que trabajar más de la cuenta perjudica seriamente a nuestra salud.

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Aunque la muestra del estudio no es amplia, hay mucha literatura científica que advierte de los riesgos de trabajar demasiado. ©Freepik.

Los expertos indican que estas jornadas maratonianas no solo aumentan los niveles de estrés y ansiedad, sino que alteran el equilibrio del sistema nervioso. El cuerpo se mantiene en un estado de alerta prolongado, lo que afecta también al sueño, el estado de ánimo y la capacidad de concentración. Curiosamente, otros estudios citan que, por ejemplo, la materia gris cerebral se ve reducida cuando llegamos a niveles de estrés crónico.

Por paradójico que parezca, el crecimiento de la materia gris puede interpretarse como una señal de alarma. En lugar de ser una ventaja cognitiva, refleja un mecanismo de defensa del cerebro ante una situación insostenible. Es decir, el cerebro se adapta, sí, pero pagando un precio en salud mental y bienestar general.


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