Ni solo el peso, ni la resistencia física: esta es la mejor forma de comprobar el envejecimiento
Se puede estar delgado y no estar sano… O correr mucho y que no signifique un bienestar integral

Un hombre levantando mancuernas. | ©Freepik.
Envejecer es un proceso natural, pero no siempre resulta evidente si lo estamos haciendo de forma saludable. Es cierto que algunos indicadores, como mantener un peso estable o conservar la resistencia física, suelen tomarse como señales de buena salud. Sin embargo, el cuerpo ofrece otras pistas, a menudo más sutiles, que también deberían ser tenidas en cuenta. Algunas de ellas pueden pasar desapercibidas si no prestamos atención a ciertos detalles del día a día. Algunas, incluso, puede que te pasen tan desapercibidas como relacionar fuerza de agarre y envejecimiento.
Muchos consideran que gozar de buena forma física se resume en poder subir escaleras sin agotarse o correr unos kilómetros sin molestias. Estos datos, aunque relevantes, no lo dicen todo. Existen otras formas de evaluar cómo responde el cuerpo al paso del tiempo. La clave está en observar no solo lo que se ve, sino también lo que se siente y se mide de forma más técnica.
Un ejemplo claro de ello es la fuerza de agarre, un indicador menos comentado pero cada vez más valorado en medicina preventiva y fisiología del envejecimiento. Aunque no sea tan evidente como la báscula o la cinta de correr, la forma en la que agarramos objetos —desde una bolsa de la compra hasta una taza de café— puede ofrecer una información muy valiosa sobre nuestro estado de salud general. Por eso, comprender que la fuerza de agarre y el envejecimiento están muy relacionados es importante.
Por qué la fuerza de agarre es un buen indicador de la calidad del envejecimiento
La fuerza de agarre no se limita únicamente al poder de nuestras manos. De hecho, se considera un reflejo bastante fiable de la fuerza corporal total y, por tanto, del estado general de salud. Diversos estudios han demostrado que una fuerza de agarre baja se asocia con una mayor probabilidad de sufrir ciertas discapacidades. También que afecta a enfermedades cardiovasculares. E, incluso, deterioro cognitivo. Esto convierte al agarre en una herramienta predictiva, útil para detectar problemas antes de que se manifiesten de forma evidente.

Lo interesante de este indicador es que no solo mide la fuerza muscular, sino también el funcionamiento neuromuscular. Es decir, cómo responden nuestros nervios y músculos ante un esfuerzo. Una buena fuerza de agarre requiere coordinación, tono muscular y un sistema nervioso que funcione correctamente. No obstante, hay que dejar claro que el vínculo entre fuerza de agarre y envejecimiento no es, simplemente, pensar en levantar mucho peso. En otras palabras, no es solo cuestión de ir al gimnasio, sino de cómo se comunica el cuerpo consigo mismo.
Además, mantener una buena fuerza muscular está directamente relacionado con el bienestar general. Implica un buen flujo sanguíneo, una mayor densidad ósea y un metabolismo más activo. En conjunto, todos estos factores contribuyen a un envejecimiento más saludable y funcional. Por eso, medir y mejorar la fuerza de agarre puede ayudarnos no solo a estar más fuertes, sino también a vivir mejor y durante más tiempo.
Cómo se mide la fuerza de agarre
Medir la fuerza de agarre es un procedimiento sencillo y accesible. Normalmente se utiliza un dinamómetro de mano, un dispositivo que se aprieta con el puño cerrado y que registra la fuerza máxima aplicada. Es una prueba rápida, no invasiva y que puede repetirse de forma regular para comprobar si hay mejoras o retrocesos con el tiempo. Aunque existen valores de referencia según edad y sexo, lo más importante es observar la evolución personal. Por tanto, la clave no es empeñarse en ver qué relación guarda la fuerza de agarre y el envejecimiento, sino que exista una mejora funcional en ella.
Como es lógico, esta fuerza disminuye con la edad. Lo que se busca es que ese descenso sea lo más lento y controlado posible. A partir de los 40 años, muchas personas notan que pierden fuerza sin darse cuenta, hasta que una tarea cotidiana empieza a costar más de lo habitual. En ese momento, la pérdida ya está avanzada, por lo que conviene prestar atención antes de que ocurra. Incorporar ejercicios de fuerza en la rutina semanal puede marcar la diferencia. De hecho, la Universidad de Harvard asegura que unas manos fuertes están vinculadas a un corazón más sano.
Y es que no se trata solo de levantar pesas. Una menor fuerza de agarre está relacionada con un aumento del riesgo de caídas, fracturas y pérdida de autonomía. Detalles tan simples como poder sujetarse a un pasamanos, abrir un tarro o mantenerse estable al tropezar dependen de esta fuerza. Además, una masa muscular escasa suele implicar menor densidad ósea, lo que agrava los problemas en caso de accidente. Por tanto, trabajar el agarre es también una forma de cuidar nuestra seguridad futura.
La importancia del entrenamiento de fuerza
Aunque la fuerza de agarre sea un marcador muy útil, no es el único al que deberíamos prestar atención. Mejorarla es posible y recomendable, sobre todo mediante entrenamiento de fuerza variado, que incluya ejercicios para todo el cuerpo. Actividades como levantar peso, hacer dominadas o incluso colgarse de una barra ayudan a reforzar no solo las manos, sino todo el sistema muscular. Sin embargo, reducir el envejecimiento a un solo dato sería un error.

También es fundamental observar otros indicadores de salud general. El peso corporal, la capacidad pulmonar, la presión arterial o el nivel de glucosa son datos igualmente reveladores. Todos ellos, junto con la fuerza muscular, componen una imagen más completa de cómo estamos envejeciendo. Lo importante es no centrarse en un solo aspecto, sino entender que el bienestar es un equilibrio entre diferentes funciones corporales. En este sentido, la fuerza de agarre asociada al envejecimiento ofrece una panorámica general.
Por tanto, aunque el agarre no lo sea todo, es un buen punto de partida para revisar nuestra forma física y empezar a cuidarnos con más conciencia. Prestar atención a estos detalles puede parecer menor, pero marca una gran diferencia a largo plazo. Al final, envejecer bien no es solo cuestión de años, sino de cómo llegamos a ellos.