Claves de Marco Aurelio: ocho ejercicios estoicos para transformar tu vida y ser mejor
Marco Aurelio y el estoicismo siguen ofreciendo claves atemporales para afrontar la vida con serenidad y sentido

La estatua ecuestre del emperador romano Marco Aurelio en la plaza del Capitolio, Roma, Italia. | Istock
Las Meditaciones de Marco Aurelio siguen siendo hoy una guía para millones de personas que buscan vivir con mayor plenitud. Al leerlas surge una cuestión inevitable: ¿cómo logró Marco Aurelio (121-180), emperador de uno de los mayores imperios de la Antigüedad, conservar la calma en medio de guerras, traiciones, epidemias y desastres naturales que marcaron casi veinte años de su reinado? La clave se encuentra en la filosofía que abrazó desde joven con auténtica pasión: el estoicismo. Los fundamentos esenciales de esta corriente de pensamiento y de sus Meditaciones son:
- El bien y el mal no dependen de lo que ocurre fuera, sino de la intención moral con la que actuamos.
- La libertad y la dicha se hallan en aceptar lo que nos toca vivir.
- Nuestra felicidad o sufrimiento no lo provoca la realidad, sino la interpretación que hacemos de ella.
- La búsqueda del bienestar personal debe estar siempre vinculada al interés por el bien colectivo.
Con sensibilidad y rigor, Frédéric Lenoir, filósofo, escritor, sociólogo, divulgador e historiador, traza en El sueño de Marco Aurelio (Ed. Deusto) el retrato de un emperador que, pese a su carácter a veces severo, fue también un hombre profundamente humano, empeñado en perfeccionarse a sí mismo y en ser útil a la sociedad.
Marco Aurelio, el emperador estoico
«Sin duda, Marco Aurelio se siente mucho más atraído por una existencia filosófica que por el ejercicio del poder imperial. Así lo escribe en sus Meditaciones: ‘Alejandro, César y Pompeyo ¿qué fueron en comparación con Diógenes, Heráclito y Sócrates? Éstos vieron cosas, sus causas, sus materias, y sus principios guías eran autosuficientes; pero aquéllos, ¡cuántas cosas ignoraban, de cuántas cosas eran esclavos!”. En efecto, la mayoría de los emperadores romanos fueron esclavos de sus impulsos, de su vanidad, de su orgullo, mientras que numerosos filósofos aprendieron a conocerse y pudieron ejercer una verdadera libertad interior que los hizo plenamente humanos. Consciente de esto, Marco Aurelio, que aceptó, no sin tormento, su destino imperial desde la adolescencia, no dejó de intentar conciliar la vida filosófica con el gobierno del Imperio», asegura Lenoir en el libro.

«Como modernos, podemos preguntarnos por las razones que empujan a un emperador filósofo, al que no le gusta ni el poder ni derramar sangre, a emprender una guerra en los confines de su imperio. En realidad, Marco Aurelio es, ante todo, un ciudadano romano y, como su fe estoica lo convence de que el Imperio se le ha concedido por la voluntad de los dioses (su destino), su primer deber es, por estas dos razones, protegerlo. Además, está convencido, como todos los ciudadanos romanos, de que Roma tiene una misión civilizadora».
«En realidad, los estoicos se preocupan más por la transformación interior del individuo y por su moralidad que por la revolución de las sociedades. Comparan nuestra vida con una obra de teatro, en la que somos los actores. No hemos elegido el papel que el destino nos ha asignado, y poco importa si somos hombre o mujer, rey o sirviente, reina o criada, esclavo o emperador. Lo único que importa es desempeñar bien el papel y, si es posible, disfrutar con ello al tiempo que se hace gozar al espectador […]. En lugar de pretender cambiar la sociedad, es mejor cambiarse uno mismo, puesto que el único mal es el mal moral».
Seguir los precentos de la doctrina estoica: deseo, juicio y acción
«Al final del capítulo II de las Meditaciones, Marco Aurelio hace una descripción sin concesiones de la existencia humana: ‘El tiempo de la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su sensación, turbia; la composición del conjunto del cuerpo, fácilmente corruptible; su alma, una peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar; su fama, indescifrable. En pocas palabras: todo lo que pertenece al cuerpo, un río; sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido’».
Y sigue el autor: «Después se pregunta: ‘¿Qué, pues, puede darnos compañía?’. Y responde de inmediato: ‘Única y exclusivamente la filosofía’. Para dar sentido y consistencia a la vida, se trata, pues, de llevar una existencia filosófica. Ahora bien, vivir con filosofía no consiste en conocer ni transmitir una enseñanza teórica, sino en vivir conforme a la Razón universal. Es dominar el discurso interior, es decir, representarse las cosas de manera justa; es aceptar lo que llega y que no depende de nosotros; es actuar con justicia y benevolencia; es esperar la muerte con el alma serena. Por lo tanto, es vivir según los preceptos fundamentales de la doctrina estoica, empezando por las tres disciplinas del deseo, el juicio y la acción».

Marco Aurelio «tiene la precaución de precisar varias veces que, si hay un ámbito en el que nunca debe rechazarse la ayuda de otros, es cuando se trata de mejorar nuestra manera de pensar o de actuar: ‘Si alguien puede refutarme y probar de modo concluyente que pienso o actúo incorrectamente, de buen grado cambiaré de proceder. Pues persigo la verdad, que no dañó nunca a nadie’. O también: ‘Ten presente que cambiar de criterio y obedecer a quien te corrige es igualmente acción libre‘».
«Vivir con filosofía es también, como señalan todas las escuelas de sabiduría de la Antigüedad, desarrollar las virtudes. La palabra griega areté significa ‘excelencia’, ‘nobleza de alma’. (…) En varios pasajes, Marco aURELIO asocia tres nociones: la verdad, la justicia y la templanza. Para él, corresponden a las tres virtudes que es necesario adquirir y cultivar para llevar a buen término las tres disciplinas del juicio, la acción y el deseo. La verdad permite rectificar el juicio; la justicia, corregir la acción; y la templanza, moderar el deseo».
Los ocho ejercicios espirituales de Marco Aurelio
En el extenso libro, el autor expone que «la fuerza del texto de las Meditaciones está en mezclar reflexiones, a menudo en forma de máximas, con recomendaciones muy concretas. Yo distinguiría aquí dos tipos de ejercicios: los que podría calificar de ‘experimentos de pensamiento’, que utilizan la imaginación y la visualización, y los que pueden calificarse de ‘experimentos prácticos‘, que se basan más en una acción concreta. Marco Aurelio se invita, y nos invita, a hacer ciertos experimentos de pensamiento que favorecen una toma de conciencia saludable:
- Tomar distancia observando desde arriba o considerando el carácter infinitesimal de la vida.
- Recordar que todo se reproduce de manera idéntica.
- Considerar las cosas en su propia esencia material para hacerles perder su aura.
- Imaginar lo peor para prepararse.
- Vivir el momento presente.
- Utilizar máximas filosóficas.
- Ejercer una vigilancia sobre los pensamientos y las palabras.
- Hacer un examen de conciencia.