Cómo elegir los caldos más saludables del supermercado: en qué debes fijarte
Convertidos en alternativa rápida, estos precocinados pueden generar más efecto placebo que beneficios
Con la llegada del frío, el caldo se convierte en un aliado perfecto para calentar y reconfortar el cuerpo. Esta bebida, que puede ser la base de sopas y otros platos, suele ser además una alternativa rápida y fácil cuando el tiempo para cocinar es escaso. Sin necesidad de pasar horas en la cocina, los caldos listos para consumir ofrecen una opción práctica y rápida. Una bendición que, en pocos minutos, puede proporcionar un plato caliente y reconfortante.
Los cambios en nuestros hábitos de vida también han dado lugar a una mayor demanda de alimentos que ahorren tiempo. La vida acelerada y las largas jornadas laborales han hecho que el supermercado se llene de opciones de caldos envasados de todo tipo. Desde caldos de pollo hasta de verduras y pescado, amén de los de moda caldos de huesos. Sin embargo, aunque estas alternativas parecen saludables a primera vista, la realidad es que no todos los caldos envasados que encontramos son igualmente beneficiosos para la salud.
La amplia oferta de caldos en el supermercado puede confundir a los consumidores. No todos los caldos tienen la misma composición, y muchos de ellos contienen ingredientes añadidos que los alejan de la opción más saludable. Elegir caldos saludables requiere prestar atención a ciertos detalles en el etiquetado y en la lista de ingredientes. Es importante saber en qué debemos fijarnos para encontrar el caldo más saludable y adecuado a nuestras necesidades.
En qué fijarte para encontrar un caldo saludable
Cuando se trata de elegir caldos saludables, hay varios aspectos clave que debemos revisar. El primero es analizar el contenido de macronutrientes en la etiqueta. Los caldos comerciales, en general, son pírricos en cuanto a macronutrientes, lo que nos da muestra de lo poco recomendables que pueden ser a nivel nutricional. No tanto por el perjuicio que hicieran como por el poco valor nutritivo que suponen. Algo de lo que hemos advertido otras veces en THE OBJECTIVE.
Aún así, en el caso de las grasas, es habitual que haya un pequeño porcentaje de ellas, que puede ser de origen vegetal –como el aceite de oliva– o animal. En cuanto a las proteínas, aunque no suelen ser muy elevadas en los caldos, es recomendable que incluyan algo de este nutriente, especialmente si el caldo es de pollo o carne. Lo cierto, analizando algunos de los caldos más comerciales del mercado, es que son poco más que agua con sal. Si bien es cierto que esta tendencia ha cambiado y ahora los caldos del supermercado tienen una menor cantidad de sodio.
La lista de micronutrientes es también fundamental en la elección. Los caldos pueden ser una buena fuente de minerales como el calcio o el magnesio, pero, sobre todo, es esencial que tengan bajos niveles de sodio. Muchos caldos envasados presentan cantidades excesivas de sal, lo que puede ser perjudicial para la salud, especialmente en personas con problemas de presión arterial. Un caldo saludable debería contener menos de 0,5 gramos de sodio por cada 100 mililitros, una cantidad que respeta las recomendaciones diarias de consumo.
Por último, es crucial revisar la lista de ingredientes. Los caldos saludables no deberían incluir conservantes ni aditivos, ya que estos componentes pueden afectar tanto a su sabor como a su calidad nutricional. En un buen caldo, el principal ingrediente debería ser el que se menciona en el envase; por ejemplo, en un caldo de pollo, los primeros ingredientes deberían ser agua, pollo y vegetales naturales. Si encuentras nombres desconocidos o aditivos como potenciadores de sabor y glutamatos, probablemente no estás ante la opción más saludable. Aun así, insistimos, no es oro todo lo que reluce en este sentido con los caldos.
Por otro lado, olvida caldos milagrosos que pretendan convertirse en un aliado saludable de primer orden. La actual tendencia de los productos con colágeno es el caso más paradigmático; el colágeno es la proteína más abundante en nuestro organismo y, como sucede en otros casos, su producción decrece con la edad. De hecho, no hay evidencia científica de que ingerir colágeno a través de suplementos repercuta directamente en la salud articular o de la piel. Algo que advierte la Universidad de Harvard que, además, hace hincapié en la ausencia de estudios comparativos en humanos sobre las virtudes del colágeno ingerido.
El caldo como complemento, no como alimento
Es importante recordar que, aunque los caldos pueden ser muy reconfortantes y útiles en una dieta equilibrada, no deben considerarse un alimento completo. La composición básica de un caldo suele ser agua y algunos nutrientes, muy diluidos, por lo que carecen de la cantidad de calorías y macronutrientes necesaria para considerarlos una comida completa. Para que un caldo se convierta en una opción más nutritiva, es fundamental combinarlo con otros alimentos que completen su perfil nutricional.
Añadir verduras al caldo, como zanahorias, puerros o espinacas, no solo aporta vitaminas y minerales, sino también fibra. Por tanto, contribuye a mejorar la digestión y aumentar la sensación de saciedad. La combinación de caldo con proteínas también es muy recomendable. Incluir carne de pollo, pescado o incluso huevo es una excelente manera de aprovechar el líquido del caldo y hacerlo completo y nutritivo.
Algunos cereales, como el arroz o los fideos, también pueden ser una buena adición a los caldos, especialmente para aquellos que buscan un aporte de carbohidratos. Esta combinación, que resulta típica en sopas y guisos, permite obtener una mezcla equilibrada de nutrientes. En este sentido, las mejores opciones siguen siendo los caldos caseros en los que puedes controlar el tipo de alimentos que incluyes y, sobre todo, donde luego puedas aprovechar los elementos con que los has hecho.