THE OBJECTIVE
El zapador

A Pablo Iglesias le hubiese gustado ser el capo Berlusconi

Es lógico que envidie lo que consiguió el ex primer ministro italiano: conquistó el poder mediático y luego el político

A Pablo Iglesias le hubiese gustado ser el capo Berlusconi

Ilustración elaborada con inteligencia artificial. | Javier Rubio Donzé

El pasado 12 de junio falleció el tres veces ex primer ministro de Italia Silvio Berlusconi. Su muerte desató multitud de reacciones. Algunas positivas, otras negativas. Una de las más incendiarias fue —¡cómo no!— la de Pablo Iglesias. Con el cadáver todavía caliente el ex vicepresidente del Gobierno de España no tardó en cargar contra Il Cavaliere desde RAC1: «Yo creo que Berlusconi es un precursor de la sociedad en la que vivimos. La propia repugnancia de un personaje corrupto, un violador, un representante de la banalización de la política es un adelantado a su tiempo. […] es un precursor de lo que llegará después en los Estados Unidos con Donald Trump y de lo que se está instalando también ahora mismo en España. ¿Existirían figuras como Ayuso si no hubiera existido previamente Berlusconi?».

Durante su intervención también cuestionó su poder mediático: «El problema de esto es que no haya mecanismos democráticos para evitar que semejante personaje pueda ser en España el dueño de uno de los principales representantes del oligopolio mediático».

Un año antes de fundarse Podemos, en 2013, Iglesias comentó en la Universidad de la Coruña mientras escenificaba una posible negociación de gobierno: «¿La Consejería de Turismo? Pa ti la Consejería de Turismo. Dame los telediarios, uno de los telediarios al día y tú te dedicas a gestionar los campos de golf en Andalucía que dan muchos puestos de trabajo y lo que tú quieras. Y dame a mí los telediarios».

Pablo Iglesias siempre ha defendido que la existencia de medios de comunicación privados ataca la libertad de expresión. Y nunca ha disimulado: «A mí me gustaría que un partido de izquierdas ganara las elecciones y me nombrara director de una televisión pública. Eso es lo que más me gustaría». E imaginó un posible futuro: «El precio para que yo apoyara un terrible acuerdo de Izquierda Unida con los reformistas traidores protroika del PSOE sería que pusieran en nuestras manos una televisión».

Escuchando estas declaraciones queda claro que lo que más le hubiese gustado a Pablo Iglesias hubiese sido tener un control total de los medios, algo parecido a lo que consiguió Silvio Berlusconi. Por descontado que lo intentó. Hoy RTVE está controlada por la izquierda, pero no por él, ya que el círculo de Galapagar se ha visto relegado a la irrelevancia. La historia de Pablo Iglesias es la historia de un fracaso. Es lógico que envidie lo que consiguió el ex primer ministro italiano. Su historia sí fue una historia de éxito. Conquistó el poder mediático para luego conquistar el poder político. Se corrompió hasta el tuétano y salió casi siempre indemne. Se rodeó siempre de señoritas guapas que aceptaron con gusto refrescarse en el baño junto a él. Y en la cama. El macho alfa italiano superó con creces al macho alfa morado. En dinero, en mujeres, en conquistas políticas, en populismo y en traiciones. Entendió mucho mejor el juego de la seducción y fue más canallita.

Además, consiguió ser muy querido por tirios y troyanos porque derrochaba simpatía a todas horas; y clase, algo que no se puede decir del revolucionario de la complu. Berlusconi recibió en vida el título honorífico de Cavaliere un 2 de junio de 1977 de manos del presidente de la República Giovanni Leone a propuesta del Consejo de la Orden de la Federación Nacional de los Caballeros del Trabajo, una orden italiana que premia el mérito en el trabajo desde el año 1901 y que tiene como objetivo reconocer a los empresarios más importantes de Italia. En 2014 renunció al título después de ser condenado por fraude fiscal en el Proceso Mediaset. Dio exactamente igual. Todo el mundo le siguió llamando Il Cavaliere. Y diría que el término incluso se reforzó. ¿De qué sirve un papel en estos casos? A Iglesias se le conoce como «el marqués de Galapagar» sin haber recibido nunca ese título de manera oficial, con una salvedad, cuando pronunciamos Il Cavaliere visualizamos a un tipo elegante, enérgico y opulento, mientras que cuando decimos lo de «marqués de Galapagar» nuestra mente imagina algo menos glamuroso: la escena sería la de un jetilla esmirriao, malhumorado, ataviado con una sudadera con capucha, bebiendo tinto de verano Don Simón junto a una tinaja ubicada en el jardín de una casa rústica de la Sierra de Guadarrama. 

No sabemos si tras su deceso Berlusconi ha asaltado los cielos o ha descendido a los infiernos, el caso es que vivió como le dio la gana y murió enterrado en billetes. Su imperio mediático y sus activos inmobiliarios serán repartidos entre sus cinco hijos. El patrimonio que heredarán está valorado —según Forbes— en 7.000 millones de euros. Por el contrario, Pablo Iglesias se tiene ahora mismo que conformar con mendigar algunas perras desde Canal R(e)D con el objetivo de derribar a millonetis poderosos como Amancio Ortega o Juan Roig. Millonetis como Silvio, un italiano de clase media que escaló en vida hasta obtener todo lo que el presentador de Canal R(e)D desearía, en resumidas cuentas: poder; poder mediático y poder político. Le imagino farfullando desde Villa Tinaja: «Se intentó pero no se consiguió: pudimos, pero no se pudo». Es el trágico final de Podemos que algunos se niegan a aceptar.

¿Tratará Pablo Iglesias volver a la palestra política? Es posible, pero para conseguirlo tendrá que estudiar bien la senda berlusconiana. Ha empezado con buen pie, pues ya se ha olvidado de la televisión pública. Ahora tendrá que hacerse fuerte en la empresa privada, concretamente en Melancolic Films SL, de la que es administrador único desde el 26 de abril de 2023.

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