THE OBJECTIVE
El archivo del buitre

Cuando quien vetaba a Pablo Echenique era Pablo Iglesias

Iglesias rechazó expresamente incluir a Echenique en su candidatura al Consejo Ciudadano de Podemos en Vistalegre 1 a pesar de la petición expresa de este

El ya exportavoz de Podemos en el Congreso de los Diputados, Pablo Echenique, escribió un artículo en Twitter a modo de despedida política en el que más que desear a sus compañeros un «que os vaya bien», lanzaba algo más parecido a un «iros a la mierda» a los que forman su candidatura de Sumar en estas próximas elecciones generales, dado que en el texto, en sintonía con el publicado en CTXT por el gran jefe 24 horas antes, reprochaba a la que se supone es su candidata a la presidencia del Gobierno, que le hubiera botado tanto a Irene Montero como a él. 

Normalmente, en una negociación en la que el líder de un sector aspira en serio a que la máxima responsable de la marca incluya a un porcentaje de nombres de su equipo en la lista de ‘elegibles’, la labor de presión debe realizarse de manera interna para que, si se logra el objetivo, pueda presentarse de cara a los votantes como que obedece a una decisión unánime en la que la iniciativa de incluirles ha partido de la propia lideresa, en este caso Yolanda Díaz. Lo que nunca debería hacer cualquier que quiera negociar con sentido común es pregonándolo a los medios y activando a toda la horda tuitera pablista para que vapulee a la que se supone que es tu candidata tachándola de vendida al sistema, al machismo, a la mafia mediática y al fascismo sin que el instigador de la campaña haga nada por contenerlo sino, más bien, al revés, impidiendo cualquier arreglo. Porque si ahora se metiera a Irene Montero en alguna lista ya no podría venderse como una decisión de consenso promovida por la propia Yolanda Díaz en nombre de la integración, sino que sería visto como un acto de tutelaje y sumisión de Yolanda Díaz con respecto a su antecesor o a una corriente de presión, algo que difícilmente esté dispuesto a aceptar una candidata a la presidencia que tenga orgullo. 

Normalmente el momento de los reproches es tras pegarse el trompazo electoral. El momento en el que se rompen silencios y se clavan cuchillos. Pero lo que está haciendo el ‘pablismo’ (o el ‘belarrismo’, que los hay, como Fernando Garea, dispuestos a creerse que ella es la líder) es activar todo el ajuste de cuentas no para después de las elecciones, sino antes, cuando se trataba de que la coalición de todos los partidos integrados en Sumar fuera vista con ilusión para los votantes de eso que ahora llaman eufemísticamente ‘la izquierda a la izquierda del PSOE’. 

Esta actitud tan anormal sería extraña si se pretendiera que Sumar obtuviera los mejores resultados posibles, pero pasa a ser loquísima si se invierte la premisa, y lo que se busca es hacer el mayor daño posible a semanas de las elecciones, entonces la actitud es de una lógica aplastante. 

Cuando quien vetaba a Echenique era Pablo Iglesias

En el caso de Pablo Echenique no es la primera vez que se queda fuera de las listas al Congreso de los Diputados. En realidad, en aquellos dos mejores resultados de Podemos en las generales de 2015 y 2016, con aquellos 70 diputados, el popular tuitero no estaba entre los escaños morados. El motivo es que Pablo Echenique había sido el gran rival de Pablo Iglesias en la primera Asamblea de Podemos (Podemos Vistalegre I, 2014). Aquel era otro Echenique. Tras salir rebotado de Ciudadanos, había asumido posiciones próximas a los de Izquierda Anticapitalista.

Pablo Iglesias defendía una estructura de partido normal, con una ejecutiva (Consejo Ciudadano) y un secretario general, y con él estaban Íñigo Errejón, Carolina Bescansa y Luis Alegre. Eran el grupo ‘Claro que Podemos’, y frente a él, aparecía Pablo Echenique, pidiendo un partido vertical, sin cúpula, con cargos elegidos por sorteo, tres secretarios y liderazgos rotatorios. La candidatura de Pablo Echenique, que iba junto a Teresa Rodríguez, de Izquierda Anticapitalista, se denominó ‘Sumando Podemos’ (si llega a llamarse ‘Sumar’, la cosa hubiera tenido su guasa). 

Iglesias jugó la baza de decir que si no se aprobaba su modelo de partido, él se retiraba (en un momento en que era líder en alza). Ganó aquella votación por un 80% frente a un 12%, lo que le consolidaba como secretario general. Y la mejor parte es que cuando confeccionó su lista al Consejo Ciudadano, con más de 60 personas, vetó expresamente a Pablo Echenique de ella. 

Esa fue la primera vez que Echenique lamentó una exclusión de su nombre en un órgano interno de Podemos. Le respondió Iglesias desde La Sexta —ante una Ana Pastor que le insistía en que retirara el veto a Pablo Echenique por lo adecuado que sería incluirle en nombre de la ‘integración’— que él no era como los partidos grandes y que no apoyaba ‘los pactos de familia’, que si no se estaba de acuerdo con su estrategia, no se contaba con él.

Luego las cosas cambiarían y conforme Iglesias iba rompiendo con sus aliados en Vistalegre, Alegre, Bescansa o Errejón, se iba acercando hasta la fusión con el exenemigo Echenique que entraba por ‘dedazo’ directo y, ni más ni menos que como secretario de Organización tras la primera purga a los errejonistas. No duraría mucho. Al poco, fue reemplazado por Alberto Rodríguez (hoy también enemigo del pablismo) para evitar que terminara de destrozar la estructura regional de Podemos.

Ahora Iglesias defiende pactos de familias (tanto a nivel político como a nivel literal) y los pablistas piden puestos en listas de los que renegaban en 2014 y el mismo Echenique que ahora lamenta su veto con Yolanda Díaz en 2023, parece haber olvidado cuando denunció lo mismo de Pablo Iglesias en 2014. Con una diferencia: en su queja de 2014 se cuidó mucho de no hacer daño electoral a la marca Podemos de cara a las elecciones. Su intención actual es más bien la inversa.

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