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Las victorias y derrotas de las batallas mediáticas de Berlusconi

‘Il cavaliere’ combatió desde sus medios de manera despiadada contra unos enemigos que en muchas ocasiones demostraron ser igualmente despiadados

Las victorias y derrotas políticas de Silvio Berlusconi, como pasa con las deportivas, están claras. Sus triunfos en las elecciones de 1994, 2001 y 2008 fueron sus tres grandes momentos de triunfo, aunque tan grandes como fueron esas tres victorias fueron las tres sonoras derrotas con las que finalizó cada uno de sus mandatos, el primero por divisiones internas, el segundo por derrota electoral y el tercero por tarjeta roja de los mercados europeos.

Menos se abunda en las apasionantes luchas mediáticas de Silvio Berlusconi que combatió desde sus medios de manera despiadada contra unos enemigos que en muchas ocasiones demostraron ser igualmente despiadados. En lo que parecía ser una dosis de humor negro a las pocas horas de su muerte Il Fatto Quotidiano, el periódico italiano de Marco Travaglio, uno de sus más conocidos detractores, titulaba que ahora Berlusconi se enfrentaba a su ‘último juicio’ y remataba destacando de él que era ‘primero de los populistas’, ‘plusmarquista de investigaciones desde la corrupción a la mafia’.

La lista de enemigos mediáticos de Berlusconi en Italia era amplia. En frente de él se situaban desde la publicación progresista La Repubblica a las liberales El Corriere della Sera (que dio la primicia de su muerte) o La Stampa. Pasando por el Grupo Sky Italia de Rupert Murdoch, mítico rival de Berlusconi por el control de la televisión en el país transalpino.

La batalla por la televisión privada: derrota en Francia y triunfo en España

Uno de los mayores aportes de Silvio Berlusconi a la historia mediática europea es ser uno de los auténticos pioneros de la televisión privada en una Europa donde las derechas centralistas y las socialdemocracias estatistas no parecían muy partidarias de dejar que empresarios pudieran tener televisiones nacionales. Silvio Berlusconi fue uno de los pioneros en la lucha por romper con los monopolios de los estados en materia de la televisión. Con ayuda de su primer gran aliado político, el primer ministro socialista Bettino Craxi, aceptó primero mirar para otro lado ante una red alegal de aquel Canale 5 y, posteriormente, hacer las modificaciones pertinentes para hacer legal el germen de lo que hoy es el Grupo Mediaset. Aquel Bettino Craxi caería políticamente durante la crisis de 1992-1993, prefiriendo morir exiliado en Túnez, que aceptar una prisión italiana, pero su ‘camarada’ Berlusconi demostraría tener mucha más entereza a la hora de enfrentarse a los banquillos.

Berlusconi no aspiraba sólo a ser pionero de la televisión privada en España, sino que su objetivo era pasarse por todas las cancillerías europeas para vender las bondades de ese modelo de negocio. En 1986 llegó La Cinq a Francia, un proyecto a pares entre Robert Hersant (el magnate de Le Figaro) y Silvio Berlusconi y al que posteriormente de uniría también el grupo Hachette de Lagardère. La Cinq se estrellaría totalmente en el año 1990 en uno de los primeros grandes fracasos de Berlusconi. Il Cavaliere, que no tenía el control de la gestión de aquel medio, siempre tuvo claro que sus socios, que eran quienes llevaron la gestión de La Cinq, habían errado al querer hacer una TV idéntica a la pública, en el caso de Francia a la TF1, y tomaría nota para que el error no se repitiera en España.

La batalla por Telecinco

En 1989 Silvio Berlusconi desembarcó en España para vender la candidatura de Telecinco. Era una lucha de cinco candidatos por tres operadores. Antena 3 tenía ya una sentencia del TC a su favor. Quedaban sólo dos opciones. Entre sus rivales estaba Jesús de Polanco, titular del periódico más poderoso de España y la inteligente decisión de no competir por el mercado de la televisión en abierto al ir a por la tele de pago, por lo que se garantizó otro de los canales asignados. Así que la competición restante estaba entre la Telecinco de Berlusconi y la candidatura de Univisión que encabezaba, entre otros, Rupert Murdoch. Berlusconi jugó mejor la baza de las alianzas: a su lado estuvieron Germán Sánchez Ruipérez y la ONCE, empresario amigo del PSOE el primero y lotería del Estado en una etapa en la que este estaba controlado por el PSOE. Las gestiones fueron favorables, Murdoch se quedó fuera para siempre en la batalla por la tele analógica española, mientras que Berlusconi entraba para quedarse.

La segunda batalla fue interna. Sánchez Ruipérez quería una Telecinco más al estilo de la TVE de la época con todo un Ramón Colom al frente. Berlusconi no pensaba volver a repetir el error de La Cinq. Tejió toda una red de alianzas, con Miguel Durán, Javier de la Rosa, Santiago Muñoz Machado y demás gente dispuesta a tratar de forzar, cuando no pasar, le legislación de la época, y tomaron el control absoluto en un proceso que les llevaría todos al banquillo de la mano del juez Garzón, que, como tantas veces en sus instrucciones, no logró la condena deseada. A partir de 1994, Berlusconi y sus escuderos, Confalonieri y Dell’Utri, pusieron en rumbo de rentabilidad a Telecinco que, con el excomunista Carlotti y su sucesor Vasile, convirtieron Telecinco en una máquina de hacer dinero. Si la televisión en Italia fue su mayor triunfo audiovisual, Telecinco en España, fue su segunda gran recompensa audiovisual. 

La guerra por Mondadori

A finales de la década de los 80 del siglo pasado, Berlusconi no sólo fue a la conquista de la televisión en Italia y España, también buscaba el control de las publicaciones. Ya disponía de Il Giornale, poderoso periódico de derechas con todo un histórico como Indro Montanelli a su frente cuando puso sus ojos en la editorial Mondadori casi al mismo tiempo en que hacía lo mismo su magnate italiano rival, De Benedetti.

Hacerse con Mondadori no era sólo hacerse con un conglomerado de publicaciones y revistas, era hacerse con el periódico La Repubblica, principal referente de la prensa progresista de por allá. Lo que era una batalla por las acciones acabó siendo una batalla en los juzgados sobre la validez o no de poderes firmados y traspasos. Berlusconi ganó el juicio, pero, en esta ocasión, su rival tuvo mejores contactos políticos. El Gobierno Andreotti forzó una mediación que aceptó que Berlusconi se quedara con Mondadori (hoy regentado por su hija), pero no con La Repubblica, el diario quedó en las manos De Benedetti y sería un enemigo feroz de Berlusconi desde entonces hasta el fin. 

El triunfo sobre Montanelli y el ‘killer’

El histórico director de Il Giornale Indro Montanelli fue uno de los principales apoyos de Silvio Berlusconi en la batalla por Mondadori. En La Vanguardia fueron recogidos muchos de sus artículos loando lo buen jefe que era Berlusconi, que dejaba hacer a sus periodistas y no ejercía de ‘amo’ de sus medios. El ‘sidecar’ con el que ambos condujeron aquel periódico se rompió cuando Il Cavaliere decidió dedicarse a la política. Montanelli consideró aquello una traición y rompió con Il Giornale convencido de que el periódico sometido a un partido político estaba acabado.

En su lugar creó La Voce, pensando que recogería a los lectores de Il Giornale en nombre de la independencia. Se equivocó. Il Giornale de Berlusconi aplastó a La Voce en ventas, teniendo que cerrar su invento.

El periodista que sustituyó a Montanelli al frente de Il Giornale, Vittorio Feltri ha sido uno de los mayores defensores del berlusconismo, dispuesto incluso a destruir por su líder. Célebre fue la forma en la que eliminó al director del periódico eclesial Avvenire, Dino Boffo, que había osado cuestionar la vida de Il Cavaliere, aireando supuestos escándalos sexuales de este. Este lunes, las lágrimas de Vittorio Feltri por la muerte de Berlusconi eran reproducidas por diversos canales.

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