THE OBJECTIVE
El archivo del buitre

Las entrevistas a los presidentes: más accesibles cuando les empieza a ir mal

En ocasiones, los vetos de Presidencia del Gobierno a los medios más críticos se retiran en periodo electoral

La primera pregunta formulada por el más reciente entrevistador del presidente del Gobierno hacía recordar esos formatos humanos que tanto gustaban a Jesús Quintero o al último gran entrevistador de prensa escrita, Pedro Rodríguez: «¿Cuando usted, presidente, se mira en el espejo, usted que ve?». Quintero no tuvo ocasión de entrevistar a un presidente en ejercicio (aunque sí a candidatos a la presidencia del Gobierno). Los últimos ocho presidentes del Gobierno han tenido criterios diferenciados a la hora de conceder entrevistas. 

El 26 de febrero de 1975, el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, aparecía ante las cámaras de televisión para, bajo la batuta del anciano Manuel Aznar Zubigaray, responder a distintas preguntas planteadas por algunos de los principales directores de periódico del momento. Un formato de entrevistas al que también se sometió buena parte de miembros de su consejo de ministros. Entre los entrevistadores más afilados de aquel momento, una etapa aún sin libertades plenas, destacaban Antonio Herrero Lima, director de Europa Press, Horacio Sáenz Guerrero de La Vanguardia o Miguel Ángel Gozalo de la Cadena SER.

La llegada de Adolfo Suárez González al Gobierno supuso un ‘parón’ a las entrevistas periodísticas a presidentes. El futuro Duque de Suárez iba a valerse mucho de la televisión para emitir comunicados al país, a través con un ente público controlado en primera instancia por su publicista de cabecera, Rafael Ansón, pero no estaba dispuesto a someterse al formato de periodistas interrogándolo. Suárez cambiaría de actitud en 1982, cuando comenzó a conceder entrevistas con periodistas, justo cuando había dejado de ser presidente del Gobierno. Leopoldo Calvo Sotelo quiso diferenciarse de su antecesor y estrenó su mandato con una entrevista en la televisión pública realizada por Rosa María Mateo, donde trató de mostrarse más cercano, familiar, pero ni quitándose la corbata logró quitarse la imagen de serio y formal.

Muy diferente era la relación con los medios de Felipe González, un seductor mediático. Durante todo su mandato, no dejó de conceder entrevistas a medios públicos y privados. Tanto en las crisis de los inicios como para explicar el cambio de opinión del PSOE respecto a la OTAN, como en los momentos de las investigaciones judiciales a su Gobierno, como las del caso GAL, González siempre supo crecerse ante cámaras y micrófonos. Eso sí, en su última etapa, sus entrevistas sí fueron discrecionales: la Cadena COPE y los periódicos El Mundo y Abc quedaron excluidos en sus dos últimas legislaturas. A Abc sólo le retiraría ese veto ya como expresidente.

José María Aznar llegó al poder queriendo representar un nuevo estilo: mostrándose como un presidente dispuesto a conceder entrevistas a todos los medios. Pero esta actitud duró sólo la primera legislatura. En su segundo mandato, los entrevistadores fueron amigos de televisión como Alfredo Urdaci en La 1, Ernesto Sáenz de Buruaga en la 3 o los luises de la radio, Del Olmo y Herrero. Mientras que la Cadena SER y el diario El País quedaban fuera de la lista de entrevistas presidenciales.  

José Luis Rodríguez Zapatero escogió para su primera entrevista como presidente del Gobierno al locutor radiofónico más hostil a su partido, Federico Jiménez Losantos. Eso sí, sería la primera y la última entrevista que le concedió. Zapatero mantuvo entrevistas regulares con las principales cadenas de televisión y fue el primer mandatario que aceptó acudir como presidente en activo a programas de humor como los de Andreu Buenafuente o Eva Hache. No aceptó, en cambio, entrevista alguna que viniera del entonces llamado TDT Party, Intereconomía, Veo7, 13 o Libertad Digital. Pero sí aceptó seguir concediendo en periodo electoral entrevistas a prensa considerada crítica hacia su partido, como El Mundo o La Razón. En aquel ciclo de entrevistadores presidenciales ya se encontraba Carlos Alsina.

Al contrario que sus dos antecesores, Mariano Rajoy no es que evolucionara de una legislatura a otra, sino que nunca pareció muy entusiasta con las entrevistas, al menos desde que empezó a ser  presidente del Gobierno. Los programas informativos de la Cadena SER o La Sexta nunca estuvieron en su lista de opciones. Y una de las cadenas de radio donde en teoría parecía estar más cómodo, Onda Cero, acabo siendo la de uno de sus más célebres resbalones («¿Y la europea?»). No obstante, Rajoy sí aceptó conceder una entrevista en pleno bloqueo parlamentario, un periodo prelectoral interminable, al programa Salvados de Jordi Évole en marzo de 2016, que no precisamente afín a su Gobierno.

Pedro Sánchez ya mostró reparo a conceder entrevistas antes de ser presidente, intuyendo que algunas de las peticiones de entrevista que se la hacían entonces parecían planteadas a modo de encerrona para hacer lucir al entonces niño mimado de las televisiones progresistas, Pablo Iglesias Turrión, siendo famoso su plantón a La Sexta Noche. Una vez asumió la presidencia del Gobierno, sus espacios favoritos quedaron claros: la televisión pública y, principalmente, la Cadena SER y Al Rojo Vivo en La Sexta. Ahora el presidente del Gobierno parece dispuesto a romper el veto que ha mantenido los últimos cuatro años. No sólo por su entrevista a Carlos Alsina, o por sus inminentes visitas al Gran Wyoming o a Jordi Évole, sino por su entrevista al ‘demonizado’ Pablo Motos, que deja la duda de si en su ciclo incluirá a la otra ‘bestia negra’ de la izquierda tuitera en televisión, es decir: Ana Rosa Quintana.

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