Wanda Nara y la enfermedad de los periodistas
En la historia periodística de España, especular sobre enfermedades ha tenido célebres episodios
La enfermedad de Wanda Nara, la mediática influencer y presentadora pareja de Mauro Icardi, ha reabierto el debate sobre los límites del periodismo, después de que el pasado viernes el popular periodista Jorge Lanata, estrella del Grupo Clarín en Trece, diario Clarín y Radio Mitre, desveló en este último programa que la enfermedad que padecía Wanda era leucemia cuando ésta todavía no lo había hecho público. La propia presentadora ha comunicado después en redes su deseo de que sus hijos se enteraran de toda noticia relativa a su salud por ella misma y no por los medios de comunicación.
En Argentina, el elenco principal de periodistas de espectáculos y cotilleos ha salido en tromba a repudiar la actitud de Jorge Lanata, considerando que había cruzado líneas desvelando a todo el público algo tan íntimo, desde Beto Casella hasta Marcelo Tineli, sin olvidarse de todo el staff de Intrusos, no se sabe si porque los periodistas acostumbrados a hablar de infidelidades han sufrido un repentino ataque de ética o si es porque les ha mosqueado que un periodista acostumbrado a informar de política se haya metido en su terreno.
¿Equivalentes en España?
En la historia periodística de España especular sobre enfermedades ha tenido célebres episodios en el mundo de la prensa de cotilleos, pero en casos mucho peores que el de Jorge Lanata, porque en muchas ocasiones se airearon rumores no suficientemente contrastados.
Quizá el caso más célebre fue el de la inminente muerte de Miguel Bosé por SIDA. El periodista Jorge Fiestas soltó en el programa de Encarna Sánchez en COPE aquello de que el artista tenía una enfermedad muy de moda, palabra que le costaron a la cadena de emisoras y a la directora del espacio una importante suma de dinero, una pena de la que se libró el periodista que soltó el bulo, dado que abandonó el mundo de los vivos poco después de aquel episodio.
A aquel bollo también saltó la que entonces era columnista Beatriz Pottecher cuando escribió en El Mundo aquello de que había un Miguel que agonizaba en una clínica. Mercedes Milá juntó a Bosé con Pottecher en su programita de Queremos Saber de aquella Antena 3 TV de Asensio y se vio que mucho más triste que el artículo eran las excusas de Pottecher diciendo aquello de que «a lo mejor se refería a Miguel Boyer».
También en los tribunales acabó la historia de Amparo Muñoz cuando Rosa Villacastín y Carlos Aguilar dijeron en la portada del Ya que se agonizaba por SIDA (se ve que era una fijación de aquella época poner a agonizar a famosos por aquella enfermedad). Muchos serían los problemas de salud de Amparo Muñoz, pero no vinculados al SIDA. También Julián Lago llevó ese tema a la portada de su medio. Lo curioso es que Amparo Muñoz no demandó a Rosa Villacastín pero sí a Julián Lago y no lo hizo entonces, lo hizo sólo después de asistir al programa de La Máquina de la Verdad donde, bajo la batuta del mencionado Lago, el temible Jesús Mariñas la hizo picadillo.
Más chungo fue el caso de José María García, que hace poco volvía a la palestra gracias a Telefónica. En su caso no puso en circulación rumor o bulo ninguno, sino que leyó en antena de su programa de radio la biopsia de Jannine Girod. Lo hacía, según sus palabras, para defenderla y dejar mal a su entones enemigo, el presidente del Real Madrid, Ramón Mendoza, pero a Girod no le hizo demasiada gracia la forma de defenderla de ‘SuperGarcía’ desvelando algo tan íntimo como su historial médico y le demandó en un caso que también costó unos cuantos milloncejos a su emisora. (Los buitres nunca dejan de preguntarse por qué en la catarata de entrevistas que concede de manera periódica García siempre se le acaba preguntando por lo mismo, Aznar, Florentino Pérez, pero nunca parece querer hablar de otros episodios del tipo Carlos Goyanes, Javier de la Rosa, Julio Merino o este mismo de Jannine Girod que, mal que le pese, también forma parte de su historial).
En el caso concreto de Jorge Lanata, no obstante, es difícil no darle la razón en el sentido que las lecciones de éticas de periodismo dadas por otros periodistas no suelen ser muy sostenibles. Pues o parten de veteranos con sucesos chungos equivalentes que tienen obviar o parten de quienes no tienen historial chungo porque nunca han dado primicia alguna.
Patético fue cuando surgieron el tema de los audios de Villarejo ver a unos cuantos periodistas jactándose que ellos ‘nunca se reunieron con él ni con nadie equivalente’, dicho por aquellos que nunca han dado ninguna exclusiva de investigación en su vida, precisamente por ello, mientras guardaban un incómodo silencio aquellos que sí las han dado y que saben que, en gran medida lo han hecho por compartir mesa con figuras bastante peores que el demonizado.
Cada palo que aguante su vela en este tema. Tanto el periodista que difunde el estado de salud de una persona sin su consentimiento, como la persona oculta por el anonimato que realizó la filtración.