Antonio San José: «La política no puede ser un cobertizo que ampare a cualquiera»
El periodista analiza cómo han cambiado los medios y la política española. Socio de la consultora Kreab España, «comunicación» es la palabra que mejor le define
Socio de la consultora Kreab España y contertulio de Herrera en Cope, nadie mejor que este periodista, nacido en Valladolid, puede dar fe de la cantidad de vueltas que da la vida. Antonio San José empezó muy joven, con apenas 16 años, en el diario de su ciudad natal, El Norte de Castilla, antes de trasladarse a Madrid para estudiar Periodismo.
Luego, ha formado parte de equipos directivos en radio y televisión, ha presentado telediarios y espacios de entretenimiento, ha sido responsable de comunicación de empresas públicas como Aena y Loterías y Apuestas del Estado, y sigue colaborando en diferentes medios hablados y escritos. Otro dato: desde hace ocho años, firma una columna semanal en el periódico donde comenzaron a fraguarse sus sueños. «Donde –dice él– me empecé a envenenar del periodismo».
En esta entrevista, el que fuera director y presentador de Los desayunos de RTVE, El primer café (Antena 3) o de Cara a cara, un espacio de entrevistas diarias en CNN+, analiza las transformaciones que se han producido durante los últimos años en los medios de comunicación y en la política española. «A la política -afirma el periodista– hay que llegar cotizado de casa, como ocurría en la Transición, y no puede ser un cobertizo que ampare a cualquiera».
Si hubiera que buscar una palabra para definir la trayectoria profesional y vital de San José, esa palabra sería comunicación, con mayúsculas. Aficionado a la música, al cine y a la lectura, gran conversador, viajero y amigo de sus amigos, Antonio San José intenta exprimir al máximo los pequeños placeres de la vida. Autor del libro Felicidad de las pequeñas cosas (2011), prefiere afrontar las dificultades y los problemas en positivo. «La vida son dos días, y uno sale nublado», recuerda en Fuera de micrófono, después de repasar y analizar algunos de los asuntos que hoy ocupan y preocupan a los ciudadanos españoles.
PREGUNTA.- Empezaste a ejercer el periodismo muy joven en El Norte de Castilla.
RESPUESTA.- Tenía 16 años. Me gustaba mucho el periodismo y, como mi familia conocía al director de El Norte de Castilla, un día este les dijo: «Que venga el chaval por aquí, a conocer como es esto». Era un periódico que empezaba a funcionar a las siete de la tarde. Ahora esto parece surrealista, pero la gente se iba a cenar a su casa y luego volvía a trabajar hasta las dos, las tres o las cuatro de la mañana. Era un periodismo bohemio que hoy prácticamente no existe. En un momento dado, me destinaron a la Agencia Colpisa, que acaba de crearse y que llevaba Manu Leguineche. Yo tenía que recortar los teletipos, pegarlos con goma arábiga en unas cuartillas y titular las crónicas. Me encantaba ir a comprar por la mañana El Norte de Castilla y ver que aquel titular lo había puesto yo. Ahí me empecé a envenenar del periodismo. Y, luego, con 17 años, empecé a hacer en Radio Juventud un programa, los sábados.
P.- Ser ahora columnista de ese mismo periódico te debe parecer una especie de recuperación de los escenarios de tu infancia.
R.- Es de las cosas que más me gratifican. Justamente, por eso que estás señalando. Un día, hablando con Carlos Aganzo, cuando era director de El Norte de Castilla, le comenté: «¡Cómo me gustaría escribir de nuevo en el periódico!». Porque forma parte de mi memoria sentimental. Yo aprendí a leer con El Norte de Castilla, uno de los grandes periódicos de nuestro país. Y Carlos me dijo: «Ya estás tardando; mándame el artículo». Así empezamos. Llevo ya ocho años publicando un artículo semanal, que hago con mucho cariño. Efectivamente, es esa sensación de vuelta, algo muy unido a mi propia vida personal y sentimental.
P.- Has hecho muchas cosas. ¿De cuál de ellas estás más satisfecho?
R.- Yo me hice periodista porque soy muy curioso y el periodismo te ofrece un regalo inigualable: cada día es diferente al anterior y también diferente al siguiente. La materia con la que trabajas va cambiando: la actualidad, las noticias… Hoy tienes que hablar de esto, mañana de lo otro, ahora tienes que ir de viaje con el presidente o con los reyes; hay que cubrir no sé qué o hacer una entrada en la calle en directo para un telediario o para un informativo de radio. Es algo que forma parte de mi propio ADN. He estado muy a gusto en la radio y los lunes, cuando voy a Herrera en Cope, disfruto mucho. Ponerme los auriculares me sigue motivando e ilusionando como el primer día. La televisión también es un medio fascinante que te permite llegar a muchísima gente. Cuando me tocó presentar los primeros telediarios de mi vida, te veía todo el mundo. El poder de llegada y penetración de la televisión es fascinante. Es un medio muy bonito.
P.- ¿Cómo funcionaba TVE durante el primer gobierno socialista? ¿El poder siempre ha intentado controlarla?
R.- Yo creo que es inevitable; desde la época de UCD. Imagínate la sucesión de directores generales. Hubo una época, con Rafael Ansón, en la que se intentó abrir la televisión, y se hicieron aquellos telediarios de Eduardo Sotillos, Lalo Azcona y Pedro Macía. Luego, hubo una primavera muy bonita también con Fernando Castedo, en la época de UCD, pero duró poco. Han sido puestos siempre sometidos al pimpampum de la política. TVE siempre ha estado cuestionada. El Gobierno, fuera del signo que fuera, ha intentado controlar o tener a favor la televisión. Ahora es un empeño bastante absurdo porque hay una panoplia de medios muy amplia y las dos cadenas públicas de televisión ya no tienen la efectividad de entonces. Pero la tentación continúa latente.
P.- ¿Qué recuerdos tienes de tus inicios en TVE, siendo Enric Sopena director de Informativos?
R.- Yo llegué a TVE procedente de Radio Cadena Española, donde hacía el informativo matinal. El director general de Radio Cadena, Jordi García Candau, un día nos reúne para decirnos que a partir de ese momento conectaríamos con los informativos de RNE. Yo creo que fue una decisión pésima, porque RNE tenía su línea y en Radio Cadena trabajábamos gente muy joven, con un estilo distinto. Podíamos ser complementarios. Al quitarnos los informativos, yo me fui a TVE, en la época de José María Calviño, y siendo director de Informativos Enrique Vázquez, aunque a los pocos días le sustituyó Enric Sopena.
P.- La oposición política de entonces denunció lo mal que la trataban.
R.- Enric Sopena fue cuestionado, como todos, pero yo trabajé con absoluta libertad. A mí me mandaron hacer información de Interior y tuve de compañero a Arturo Pérez-Reverte, que luego se convirtió en íntimo amigo y en escritor famoso. Nos llevábamos muy bien. Entonces, yo no estaba en la política diaria y la verdad es que nunca tuve ninguna indicación.
P.- ¿Te has sentido más cómodo haciendo tu propio programa o estando al frente de una redacción?
R.- Las dos cosas me gustan. Yo he sido entrenador y jugador. Además, he pasado de jugar a entrenar y de entrenar a jugar. En mi etapa de director de Informativos de RNE hice durante tres temporadas Edición de tarde (17.00 a las 20.00 horas). Por allí pasaron personajes tan fascinantes como Umberto Eco o Mario Vargas Llosa. En fin, gente muy importante. Me ha gustado las dos cosas: me encanta jugar, y creo que esa experiencia que acumulas jugando te sirve luego para entrenar y dirigir equipos.
P.- ¿Fue muy distinto el trabajo en una televisión privada, como Antena 3?
R.- Sí. A mí me llamó Pepe Oneto, cuando le hicieron director de Informativos de Antena 3. Trabajé con él muy a gusto. Fue una época fantástica. Hicimos El primer café y, efectivamente, en una empresa privada tienes dos presiones: la audiencia y la publicidad. Fueron años que recuerdo con mucho cariño.
P.- Luego hiciste durante 12 años miles de entrevistas en el programa Cara a cara, de CNN+. ¿Con qué personaje te quedarías?
R.- Era la primera vez que la compañía de Atlanta dejaba que su marca CNN se utilizara fuera de Estados Unidos. Entonces, estábamos influidos por lo que ellos hacían allí. Larry King hacía una entrevista diaria a un cantante, un político, un escritor o un médico -personajes de cualquier tipo– y nosotros aquí lo empezamos a hacer con Hilario Pino, pero se fue después a Telecinco y lo sustituí yo. ¿Personajes que me fascinaron? Por ejemplo, la actriz Jane Fonda, absolutamente encantadora y cordial, o Antonio Banderas, que parecía que nos conocíamos de toda la vida. Otro personaje que me sorprendió, porque lo tenía mitificado, fue la cantante Diana Krall. A Antonio Vega también le hice una de sus últimas entrevistas, antes de morir. Era un músico con una inteligencia extraordinaria -ponía poesía a las canciones- destruido por la droga. Cuando le hice la entrevista ya estaba bastante mal. Calculo que he hecho en mi vida más de 4.000 entrevistas.
P.- ¿De todas se aprende?
R.- De todas. Yo, además, sostengo que cualquier ciudadano tiene una entrevista. Todo el mundo tiene una historia que contar. El secreto de la entrevista es saber escuchar.
«A la política hay que llegar cotizado, como ocurría en la Transición»
P.- En las tertulias se habla mucho de lo que dice el político de turno y menos de los problemas reales que preocupan a la gente.
R.- Tienes razón. También se habla de inflación, de vivienda y de empleo, pero es verdad que los periodistas le dedicamos mucha atención a lo que dicen los políticos. Es lo que yo llamo periodismo declarativo. Que fulanito ha dicho esto en el Congreso, pues llamamos a otro a ver qué le responde. Nos enredamos en declaraciones y contradeclaraciones, que tienen escaso valor.
P.- Como experto en reputación, ¿qué nota le pones a nuestra clase política?
R.- La reputación no es buena. Tú y yo vivimos la época de la Transición, los primeros años de la democracia, y el político tenía un prestigio, daba igual a qué partido perteneciera. Hoy en día, la política está muy desprestigiada y tampoco los políticos hacen mucho para darle brillo a su oficio. Hay muchos casos de corrupción e ineptitud. Muchos nos han defraudado. La clase política en general, a mi juicio, debería estar mejor preparada. Quizá también tendría que estar mejor considerada, mejor pagada… Algunos son políticos porque no pueden dedicarse a otra cosa. A la política hay que llegar cotizado de casa, como ocurría en la Transición. Todos tenían un oficio; estuvieron un tiempo en la política y volvieron después a su profesión. La política no puede ser un oficio permanente, como algunos han intentado convertirlo, sino una ocupación temporal. El problema es que algunos políticos de ahora no tienen a donde volver. La política no puede ser un cobertizo que ampare a cualquiera.
P.- ¿Qué han aportado los nuevos partidos, Podemos, Vox y Ciudadanos?
R.- La ley electoral española se hizo siguiendo el modelo británico y americano: dos grandes partidos, uno de centro-derecha y otro de centro-izquierda, con algunos partidos que siempre han estado ahí, como PNV o la antigua Convergència Democràtica de Cataluña. Ahora se ha fragmentado el espectro ideológico. Hablando un día con Alfredo Pérez Rubalcaba, me decía: «Antonio, Vox siempre ha existido; lo que pasa es que antes estaba dentro del PP y ahora está fuera». No ha habido un resurgimiento de una ideología más conservadora en la derecha. Ha habido intentos de partidos de centro – CDS, UPyD, Ciudadanos -, pero todos han terminado quebrándose. Son opciones – no sé por qué – condenadas al fracaso, como está ocurriendo ahora con Ciudadanos. Algunos analistas dicen que vamos a volver a un bipartidismo imperfecto, pero es inevitable que surjan nuevos partidos. En los próximos años van a aparecer muchos partidos de corte local, como Teruel existe, Soria ya, Burgos avanza… Seguramente, el próximo fenómeno será ese.
«Los pactos no son malos; lo peor es el precio que se paga por ellos»
P.- Serán inevitables, entonces, los pactos y acuerdos para gobernar.
R.- Los pactos no son malos a priori. Lo peor es el precio que se paga por ellos. Yo tengo un voto, tú lo necesitas y te puedo poner el precio que quiera. Tú me vas a dar lo que yo te pida porque me necesitas para no pasarte cuatro años en la oposición. Ese es el problema. En algunos momentos se ha llegado al chantaje.
P.- Has hablado de la reputación de la clase política, pero ¿qué opinas de la reputación de la clase periodística?
R.- Hay que entonar el mea culpa y reconocerlo. El periodismo está sufriendo una disrupción absoluta. Como nunca. Disrupción de modelo periodístico y de negocio. Ya casi nadie lee periódicos en papel. Quedamos los últimos románticos, que tendrían que llevarnos a un museo. Yo, cuando compro el domingo tres o cuatro periódicos, mi quiosquero casi me da un abrazo y dos besos. Y la gente dice: «Este señor qué raro es». A mí me gusta pasar páginas, mancharme las manos, oler la tinta. Son placeres baratos, que no hacen daño a nadie, y me gusta. También leo los periódicos digitales y considero que ha sido un avance tener la información instantánea, en tiempo real… El problema es que los medios impresos no se venden y la publicidad escasea. Por lo tanto, se quiebra un modelo de negocio. Luego, por encima de los 50 años, no queda nadie en las redacciones. Y eso es un drama absoluto. Todos hemos aprendido de nuestros mayores –«¡Chaval, ven aquí! Pero ¡qué te han enseñado en la facultad!». Y te corregían-. Los chicos de ahora ¿de quién aprenden? El papel actual del periodismo no es contar la noticia, que ya te ha llegado por cualquier canal, sino bucear, investigar, construir historias. Las redes son el refugio de mucho frustrado, mucho loco y mucho indeseable».
«Las redes son el refugio de mucho frustrado, mucho loco y mucho indeseable»
P.- Se deberían contrastar más las informaciones, antes de lanzarlas al aire…
R.- Yo distingo siempre entre medios de comunicación y canales de comunicación. Medios de comunicación son las cabeceras de La Vanguardia, ABC, El Mundo, El País, El Norte de Castilla, El Faro de Vigo, Sur de Málaga… Si tú mañana te vas a operar de algo, el médico te va a decir, indefectiblemente: tráigame usted una radiografía y una analítica porque sin ella yo no le opero, no le meto en el quirófano. En los medios tradicionales hemos aplicado protocolos de contraste y comprobación. Pero, lo que llega por las redes sociales ¿quién lo difunde y quién lo contrasta? Los bulos, las fake news y todo esto se produce porque detrás no hay nada. Que si me han dicho, que lo he leído… A veces, en esta locura, confundimos un grupo de WhatsApp con un medio de comunicación. Este bombardeo continuo lleva a la desinformación.
P.- ¿Las redes son el refugio de odios y falsedades?
R.- Son el refugio de mucho frustrado, de mucho loco y de mucho indeseable que, amparado en el anonimato, se dedica a calumniar, a mentir, a extorsionar… Bueno, la condición humana. ¿Twitter es malo? Yo en Twitter también me encuentro a gente fantástica y aprendo cosas. Lo malo es que conviven lo bueno y lo malo bajo el mismo paraguas o en el mismo tubo.
«Sánchez Dragó puso un tuit a las nueve y a las diez se había muerto. La vida son dos días y uno sale nublado»
P.- En 2011 escribiste un libro titulado Felicidad de las pequeñas cosas. ¿Qué cosas te hacen feliz?
R.- Hay pequeños placeres, todos ellos poco costosos, en los que puedes encontrar la felicidad accesible, cotidiana. Se puede alcanzar la felicidad charlando con un amigo, como ahora, tomando un café mientras lees el periódico, disfrutando de un atardecer o de un amanecer… La música me encanta y estoy todo el día con Spotify, que es uno de los mejores inventos de la humanidad, sin duda alguna. Son pequeñas cosas que hay que saber vivirlas conscientemente. Uno de los problemas de nuestra sociedad es que vamos muy atolondrados, como pollos sin cabeza, corriendo a todos los lados. Y no sabes si el café está bueno o malo, no disfrutas de un plato de comida, no sabes disfrutar de la amistad y de la conversación con un amigo. Vamos demasiado deprisa. Deberíamos pisar un poquito el freno, ralentizar uno poco las pulsaciones y disfrutar de lo que nos rodea: pensar que cada día es único e irrepetible. Sánchez Dragó puso un tuit a las nueve de la mañana y a las diez se había muerto. La vida son dos días y uno sale nublado, así que hay que disfrutarla.
P.- ¿Te gusta viajar?
R.- Sí, me gusta viajar. Hacía mucho tiempo que no iba a San Sebastián y este año me fui con mi mujer y mi hijo a pasar allí la Semana Santa. Hoy San Sebastián es muy diferente a la ciudad de los momentos duros, cuando entrar en la parte vieja era complicado. Es una ciudad fantástica, maravillosa, preciosa, así como los alrededores. Estuvimos también en el País Vasco francés y disfrutamos de los paisajes, de la comida y de la gente. Esto siempre es muy útil para cargar pilas y para despejar la mente. Me gusta mucho viajar. Como me gusta la música, leer, ir al cine… Hay una serie de actividades que, como periodistas, nos enriquecen. Me decía Miguel Ángel Aguilar: hay que ir a los bares y estar conectado con el mundo. Si no lees, si no escuchas, si no ves, no puedes ser buen periodista.