THE OBJECTIVE
Fuera de microfóno

Fernando Navarrete: «Los políticos siempre controlan RTVE, pero ahora es más descarado»

Dejó la química para encontrarla luego en TVE. Conoce como nadie los entresijos de la televisión pública y lamenta que siempre se busque su control

Encontró la química en televisión o, si lo prefieren, cambió la química por la televisión. Me explico: el realizador Fernando Navarrete es licenciado en Ciencias Químicas y trabajaba en una fábrica de vidrio cuando se apuntó a un curso de realización, con excelentes resultados. Hasta el punto de que fue contratado al día siguiente por TVE.

También es un apasionado de la mar y luce en la solapa con orgullo la Cruz del Mérito Naval, con distintivo Blanco, que le fue concedida en octubre del 2019. Por lo tanto, nunca ha tenido problemas para navegar, contra viento y marea, hasta llegar a puerto. 

En TVE, desde finales de los sesenta hasta la aparición de las cadenas privadas en los noventa, fue realizador de algunos de los programas más populares y de mayor éxito, como Estudio abierto, Directísimo, Fantástico, con José María Íñigo; o Viva el espectáculo (presentado por Concha Velasco), Segunda oportunidad, con Paco Costas, y los especiales de Fin de Año en los que participaron Martes y Trece.

Consejero de Radiotelevisión Española entre 2012 y 2018, a propuesta del PP, y fundador y vicepresidente de la Academia de Televisión hasta el pasado año, Navarrete conoce como nadie el sector audiovisual. Ha hecho programas de todo tipo, en España y en televisiones de medio mundo, nunca olvida sus inicios en Prado del Rey, al lado de profesionales que marcaron una época, como el siempre recordado José María Íñigo. «Íñigo era una persona extraordinaria, tanto a nivel personal, como profesional», afirma en la entrevista concedida a THE OBJECTIVE.

Como realizador del 90% de los debates electorales organizados por la Academia de Televisión, ha vivido situaciones insólitas, divertidas, y momentos de tensión, como el protagonizado por Pedro Sánchez, llegando unos minutos tarde al estudio.

Como consejero de RTVE, Navarrete luchó decididamente, aunque con escaso éxito, para que la televisión pública fuera menos dependiente de las productoras privadas, dejara de obsesionares con la competencia de las cadenas comerciales y apostara por «unos informativos potentísimos en habla hispana».

PREGUNTA.- Eres perfeccionista y con gran capacidad de trabajo.

RESPUESTA.- Soy normalito. Me gusta hacer las cosas bien, pero no soy un gran trabajador. Me obligo a hacerlas bien porque, si no, qué iba a ser de mi vida. Estuve trabajando en TVE hasta 1990. Después, me hice freelance y he trabajado, prácticamente, en todas las cadenas de televisión españolas y en muchas extranjeras. También he tenido el gusto de hacer espacios de grato recuerdo, como Furor, que lo pasé muy bien haciéndolo. Además de Trato hecho y programas con Bertín Osborne.

P.- Los programas que hiciste con José María Íñigo obtuvieron grandes audiencias. ¿Tendrían hoy éxito esos mismos espacios?

R.- La esencia del formato sí. Es un formato que se sigue haciendo, aunque de otra forma. Los medios técnicos y la forma de ver la televisión han variado tanto que yo ahora pienso más en audiovisual que en televisión. Lo que antes era televisión hoy es medio audiovisual: el teléfono, una pantalla, un ordenador, etc. Está todo mezclado.

P.- ¿Sientes nostalgia de aquella televisión?

R.- Cuando empecé Estudio abierto, le dije a su inventor: «Estás loco, ¡cómo vas a hacer un programa que tiene entrevistas y música a la vez, todo junto!». En ese momento, no existía nada parecido. El equipo era muy bueno y resultaba fácil hacer grandes programas con esos equipos. Los guionistas de Estudio abierto eran Jesús Torbado, Manu Leguineche y Jesús Picatoste. La presencia de José María Íñigo fue muy importante. Se convirtió en un icono de la gente. Estaba en las camisetas, en muchos sitios… Ahora la gente no puede hacerse idea de lo importante que era Íñigo en aquel momento, después de entrevistas como la de Uri Geller, que paró a toda España, absolutamente. Al día siguiente, a cualquier sitio que fueras estaban hablando de Uri Geller. Yo mismo dije: ¿qué ha pasado? Es un tema para estudiarlo sociológicamente.

«José María Íñigo era una persona extraordinaria»

P.- Íñigo siempre quiso que estuvieras a su lado.

R.- Y yo también quería estar con él. Íñigo era una persona extraordinaria. A pesar de haber trabajado juntos tantos años, no recuerdo nunca haber tenido una discusión por un tema artístico. Realmente, sólo hablábamos de temas de trabajo. Cada uno hacía su vida. No íbamos juntos a ningún sitio, salvo a montar en moto alguna vez. Tampoco éramos amigos íntimos. Profesionalmente, cuando en un programa hay una figura que se llama director y otra que se llama realizador, normalmente siempre se producen roces. Con nosotros no pasó. Llegó un momento en que firmábamos: dirección y realización, José María Íñigo y Fernando Navarrete.

P.- Debió ser muy duro para él tener que abandonar Prado del Rey, cuando estaba en la cumbre. ¿Qué pasó?

R.- Nosotros, que nunca habíamos tenido ningún tipo de censura y habíamos invitado al programa a quien habíamos querido, trajimos un día a hablar en una especie de tertulia a Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, entonces muy de Manuel Fraga. Hablaba muy bien, expuso sus opiniones sobre diferentes temas y a la tercera tertulia nos dijeron que había que suspenderla. Dijimos que no podíamos hacer eso y la respuesta fue que, entonces, se suspendería el programa tres semanas después. Nos pusimos chulitos y dijimos: «Pues hoy ya no hay programa, nos vamos», pensando que al día siguiente la gente iba a decir «¿por qué no se ha emitido Estudio abierto?», y nosotros contaríamos lo que pasaba. Pero resulta —para que veas lo que es la concatenación de hechos— que ese mismo día se produjo la catástrofe del estadio Heysel (Bruselas), en la final de la Copa de Europa (Liverpool-Juventus). Entonces, la segunda cadena de TVE conectó con aquellos acontecimientos y pasó inadvertida la no emisión de Estudio abierto. La noticia fue que había no sé cuántos muertos. Y ahí se terminó todo.

El realizador Fernando Navarrete. | Carmen Suárez

P.- Íñigo, entonces, tuvo que buscarse la vida trabajando en el circo de Ángel Cristo.

R.- Efectivamente. A mí, como era fijo de TVE, no me podían echar, pero a Íñigo le dejaron sin trabajo. TVE era la única ventana. No podías trabajar en ningún otro sitio. A partir de ese momento, Íñigo tuvo que buscarse la vida de otra manera. Sí, estuvo en un circo, pero, bueno, era porque también le gustaba. Luego, en 1988, cuando empezaron a emitir las televisiones autonómicas, comenzó a trabajar en lo que pudo. El mito de Íñigo terminó ahí, cuando lo echaron de TVE.

P.- ¿Los políticos siempre han intentado controlar la televisión pública?

R.- Totalmente. Los políticos siempre han querido tener la televisión en su mano. Pero en estos momentos el tema es más descarado. Muy descarado. Cada grupo político tiene su fuerza en un sitio, en una cadena, y cada uno hace lo que puede para que sus ideas, los problemas de los demás y las bondades propias salgan en televisión. Todos, todos…

«TVE tendría que apostar por informativos potentísimos, en lugar de competir con las privadas»

P. – ¿Cómo ha influido en TVE la retirada de la publicidad, decidida por Zapatero?

R.- La televisión pública tiene un objetivo diferente al de la televisión privada. Es un servicio público que pagan los contribuyentes. Las otras televisiones las paga Coca-Cola, los anunciantes. TVE, cuando dejó de tener publicidad, se financiaba con una subvención del Estado. A TVE le ha faltado dinero porque se ha gastado más del que debería para competir con las privadas. El ámbito de funcionamiento de una televisión pública no es la competencia con las privadas, sino el servicio público. Si TVE hubiera ido por el camino del servicio público, con el dinero que recibe de los Presupuestos Generales del Estado, se tendría que haber arreglado. Es decir, TVE, bajo mi criterio, no ha bajado en su importancia por la ausencia de publicidad. Ha bajado porque las otras televisiones han funcionado mejor. Y, con esto, no me gustaría que nadie se enfadara.

P.- También se ha criticado el enorme poder de las productoras en TVE. ¿Cuándo eras consejero de RTVE, se hizo algo para reducir esa dependencia?

R.- Yo lo he intentado y he conseguido algunas cosas durante la etapa en la que he sido consejero y presidente de comité de auditorías, pero esta labor no la puede hacer sólo un consejero. Primero hay que ver quién manda en la televisión. Mandan los políticos, el Estado, el Gobierno, el Ministerio. Ellos son los primeros que tienen que estar convencidos de que la televisión pública debe ser la mejor televisión informativa en castellano, para que eso que llamamos Marca España esté suficientemente defendido en todo el mundo de habla hispana.

Si TVE, en vez de divagar y de hacer programas en competencia con Telecinco y Antena 3, programas de tipo diversión, concursos, realities, o gastarse el dinero en el cine americano para ganar audiencia, empleara los recursos en crear un sistema de televisión informativa potentísimo en habla hispana, conseguiría su fin. La gente conectaría con TVE en todo el mundo de habla hispana. Eso trae consigo otras muchas cosas. No se ha hecho. Siempre que he podido he expuesto mi opinión, pero no era la opinión de los que mandaban.

P.- ¿La televisión pública foránea es mejor o peor que la que se hace en España?

R.- Ningún país se distingue por hacer una buena televisión pública. Sí es verdad que existen cadenas, como CNN o BBC, con un poder informativo en habla inglesa importante. Ese mismo poder informativo es el que yo reclamo para TVE. Cuando he estado haciendo programas fuera de España, he visto dos cosas: uno, que, en cuanto a ingenio y forma de hacer televisión, estábamos al frente de todo el mundo, y también he visto cómo nos han copiado la programación otras televisiones europeas, sobre todo en la etapa que va del año 70 al año 85.

P.- ¿Cuál ha sido el mejor realizador de TVE, tu referencia en ese cometido?

R.- Cuando llegué a TVE yo tenía mis ideas acerca de la realización y de la imagen que salía por televisión. Yo nunca he sido un experto, ni un cinéfilo, ni he estudiado el plano en el cine. Lo he aprendido todo directamente, en el trabajo. Eso sí, tenía mis preferencias estéticas y una forma de hacer las cosas, que son las que fui desarrollando durante todo el tiempo. El que más coincidía con mis ideas era Valerio Lazarov, en el sentido de que la imagen no puede estar desligada del sonido. Tiene que haber una unión. Valerio fue importante en los musicales, pero sin olvidar a Fernando García de la Vega y José María Quero. He aprendido de cada uno de ellos, sobre todo de Enrique Martí Maqueda. De todos saqué provecho, pero no podría decirte quién era el mejor.

«El musical murió cuando los cantantes subieron el caché y la Pantoja pedía ya 12 millones de pesetas»

P.- ¿Por qué no se hacen ya programas musicales?

R.- El musical en televisión murió de éxito. Al aparecer la televisión privada, quisieron imitar los musicales de TVE, que tenían una gran audiencia. Pero llegó un momento en que los manager de los cantantes empezaron a pedir más dinero. A TVE venían prácticamente gratis. Si querías vender un disco, tenías que salir en la única televisión que había. A los cantantes número uno del mundo se les pagaba sólo el taxi. Si Elton John quería venir a cantar a TVE, su casa de discos le tenía que pagar el viaje y el hotel. A TVE no le costaba nada, cero. Al aumentar la demanda de artistas, los manager empezaron a pedir más. De las 50.000 pesetas que podía cobrar Isabel Pantoja se pasó a los tres millones, y luego a los cinco. La última vez que recuerdo, el caché de Isabel Pantoja ascendía ya a 12 millones de pesetas. Entonces, el programa ya no era rentable. Ahí murió el musical.

P.- Como exvicepresidente y realizador de los debates políticos electorales, ¿qué opinión tienes de la Academia de la Televisión?

R.- Yo he hecho todos los debates, menos el último. La Academia, entre otras cosas, está para eso: para ofrecer un marco de neutralidad y de tranquilidad a los partidos políticos. La Academia es el único punto de unión real de los profesionales de la televisión. ¿Podría funcionar mejor?, por supuesto; ¿tendría que hacer otras cosas?, pues a lo mejor. Pero, para mí, la Academia es necesaria.

Fernando Navarrete conversa con Javier del Castillo. | Carmen Suárez

P.- ¿La realización de los debates ha sido uno de tus trabajos más difíciles?

R.- Más divertidos. Difíciles no. Es más difícil, en un musical con Lola Flores y Rocío Jurado, decidir quién de las dos cierra el programa. Los políticos, al final, se ajustan a lo que les vas diciendo. Ha sido divertido medir la altura de las sillas, la temperatura o fijar el mismo número de planos a uno y a otro, para que no haya privilegios. La preparación es muy divertida. Y muy emocionante y bonito el momento en sí de la realización.  La realización es muy sencilla, porque cada uno está en su sitio y no se mueve, cosa que no ocurre con los cantantes.

«Pedro Sánchez llegó tarde a un debate porque estaba terminando de maquillarse»

P.- En tu opinión, ¿qué candidato de los que han pasado por esos debates —Zapatero, Rajoy, Rubalcaba y Sánchez— ha estado mejor?

R.- No sabría qué decirte. Lo han hecho todos muy bien. En cuanto a la forma de hacer las cosas, te diría que Rajoy te lo pone superfácil, colaborador en todo; Rubalcaba y Zapatero también… Pedro Sánchez ha sido un poco más rebelde. Llegó tarde a un debate a Cuatro (junio, 2016). Tenían que reunirse los candidatos tres minutos antes de empezar y Sánchez no apareció.

P. ¿Qué explicación os dio?

R.- Que estaba terminando de maquillarse. Cuando llegó el minuto cero, tampoco estaba. Con lo cual, la emisión empezó tarde. Llegó la hora y todas las televisiones de España anunciaron la conexión y nos decían «no podemos entrar, ¿qué pasa?, ¿qué pasa?». Pues ahí estuvo el rótulo, hasta que apareció. Fueron tres o cuatro minutos, que es mucho… Me imagino que habría gente que diría: ¿qué ha pasado, ha habido una revolución? Esto fue porque el actual presidente llegó tarde.

P.- ¿Influyen mucho estos debates televisivos en el voto de los ciudadanos?

R.- No lo sé. Habría que hacer un estudio sociológico. Yo, personalmente, jamás he votado otra cosa diferente a lo que tenía ya pensado votar después de un debate. Para mí, un debate es una reafirmación de posturas. Cada uno de los candidatos dice lo que quiere decir, lo que ha dicho siempre, y lo asegura. Si no te has enterado antes, es que no estás en el mundo. Te está diciendo lo que quieren oír sus votantes. Está bien hacerlo, pero no creo que en España tenga mucho efecto.

P.- Tu pasión por la televisión la han heredado tus hijos, tres de ellos también realizadores.

R.- Sí, sí. Mis hijos varones, los tres son realizadores. A pesar de haberles dicho que era mejor que se dedicaran a otra cosa, no han seguido mis consejos y ahí están.

Navarrete preparando el especial Fin de Año de 1984. /Foto: J. del Castillo. A la derecha, recibiendo la Cruz del Mérito Naval, octubre 2019. /Foto cedida por el entrevistado.

P.- Una de tus grandes pasiones es el mar. ¿Por qué?

R.- El mar tiene para mí dos facetas diferentes: una, lo que hay debajo, y otra lo que hay arriba. Por arriba se navega en vela, cosa que a mí me encanta: buscar motivos para hacer expediciones a los sitios más lejanos posibles en compañía de amigos. Disfrutar de esa vida del mar. No te puedes imaginar lo que significa, en medio del Atlántico, ver amanecer y anochecer, las estrellas, la charla… Por debajo, me apasiona el buceo. En los años 90 estuve buscando una escuadra de trece galeones para hacer una serie. Y, ahora, estoy preparando otro documental sobre un submarino alemán hundido en la Segunda Guerra Mundial, que podría esconder material secreto del general Rommel. Encontré un superviviente de este submarino, al que he podido grabar, y, gracias a sus indicaciones, he encontrado el submarino. He grabado el submarino y ahora estoy en el momento de averiguar si hay en él un tesoro o un secreto de Rommel.

«Los políticos son los dueños del planeta y los demás no pintamos nada»

P.- ¿Cómo ves la situación política y el nivel de la clase política actual?   

R.- ¿Quieres que te hable de política? La política en España, en Europa y en el mundo la veo así: un grupo profesional de políticos se ha adueñado de los destinos del planeta Tierra. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen. No quiero seguir, pero es así. Son los dueños, democráticamente y legalmente, de cada uno de los países y parten el bacalao. Hacen las leyes, toman las decisiones y los pobres mortales que estamos aquí votando no pintamos nada. Así de claro.

P. La televisión ya no se ve como antes. Se ve en los móviles y en las tablets.

R.- La televisión clásica ha variado; la parte técnica, el color, el 3D, la forma de presentar las cosas, los colorines, los gritos… Y el espectador también ha cambiado. La televisión clásica ha ido perdiendo espectadores y los jóvenes prefieren ver películas y otros contenidos por sus medios, cuando quieren. Se desentiende del concepto televisión. Para mí, la televisión en la que he vivido y me he criado se ha muerto.

P.- ¿Qué tipo de televisión te gusta?

R.- A mí me gusta la televisión en general, no hacer un programa específico. Por ejemplo, hice un espacio de seguridad vial, Segunda oportunidad, con Paco Costas. Hice también otro de economía, en el que mis asesores eran Ramón Tamames, Cristóbal Montoro y Carlos Solchaga. ¿Cómo no vas a aprender con estas personas? Aprendes un montón. También hice programas infantiles, como Lápiz y papel. He tenido la oportunidad de hacer muchas cosas diferentes y esa es la gran hermosura de esta profesión.

P.- ¿Cuál es tu criatura preferida?

R.- Furor ha sido el programa con el que más me he divertido, mientras lo hacía y lo preparaba. Tendría que haber pagado mucho dinero por poder hacerlo. También tengo grandes recuerdos de Estudio abierto, por ser el más antiguo, aunque hice otro anterior que se llamó Aquí España. Este era un programa bilingüe destinado a los trabajadores españoles en Alemania, que se emitía allí los sábados. Lo quiero mucho porque fue el primero, aunque Estudio abierto sería luego donde triunfé, entre comillas, como realizador.  

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