El zapador | La derechita punki está de luto con Tucker Carlson
A base de cínica demagogia, el presentador de la Fox se había convertido en referente de la derechita punki y su salida deja una sensación de orfandad
La derechita punki está de luto. Su ídolo se ha marchado. Más bien le han marchado. Paco Santas, alias Hughes, un columnista que persigue desmantelar el pensamiento «liberalio», el pasado 25 de abril tuvo que anunciar una noticia terrible: «Tucker Carlson deja la Fox y con ello cambia todo. No hay ya en el panorama mediático tradicional de radio, prensa y televisión una sola voz libre. No queda nadie. Ha desaparecido con él la última persona capaz de decir algunas cosas, no todas las cosas, algunas. Las que hay que decir. Por ejemplo, la verdad sobre Ucrania». Y para colmo de males se tendrá que montar un podcast: «El puto podcast».
El programa Tucker Carlson Tonight se había convertido dentro de su franja horaria en el show más visto de la televisión estadounidense. Unos tres millones de visionados diarios, unas cifras un tanto modestas para un país como Estados Unidos, que tiene más de 330 millones de habitantes. Por ponerlo en relación, El hormiguero ha superado los tres millones de audiencia en no pocas ocasiones. Huelga decir que en España somos muchos menos.
Noche tras noche, Carlson hacía las delicias de los «basadetes» de la alt-right norteamericana con sus encendidas peroratas de ceño fruncido, viralizándose muchos de sus discursos en redes sociales como Twitter, Instagram o Tik Tok. La derechita punki ha pretendido en estos últimos años arrebatar a la izquierda el monopolio de la rebeldía por medio de una guerrita cultural gamberra. Y se ha gustado haciéndolo. Sin embargo, da la sensación de que el pensamiento lateral, la incorrección política, la iconoclastia, la disidencia, el sano escepticismo, la heterodoxia, el ir a la contra o el plantear preguntas incómodas se le ha ido de las manos a ciertos sectores conservadores juveniles (y no tan juveniles), entrando de lleno en el campo de la irracionalidad, el magufismo y la paranoia victimista.
A base de cínica y desvergonzada demagogia, el presentador de la Fox se había convertido en un gran referente de la derechita punki y su salida deja una afligida sensación de orfandad. Nada de lo que alarmarse. Su hueco será rellenado de inmediato; el estilo marrullero y faltón de Carlson ha creado escuela y no faltarán imitadores. Y malicio que a Carlson —«el periodista más importante del mundo» según Hughes— no le irá nada mal. No tendrá que montarse «el puto podcast», pues es más que factible que Donald Trump —un «líder moral» (de nuevo) según Hughes— le dé rápido acomodo. Como asesor de campaña, por ejemplo. Ya lo hizo con el fundador de Fox News, Roger Ailes, en 2016, después de que fuera acusado por 23 mujeres de acoso sexual. Atrás quedarán aquellos desencuentros entre Carlson y el expresidente de los Estados Unidos. Ya no conviene acordarse de que el primero consideraba al segundo una «fuerza demoníaca, un destructor». Pelillos a la mar. De hecho, los corrillos presidenciales atestiguan que las relaciones entre ambos pasan ahora por un momento dulce.
Algunas de la opiniones políticas de Carlson son conocidas: se opone al aborto, defiende con vehemencia el derecho a portar armas, cuestiona los dogmas climáticos y los credos woke, maneja un discurso etnonacionalista y nativista frente a la inmigración, y denuncia las perversas maniobras de algo tan difuso e intangible como lo es el llamado Deep State. Lo preocupante es la indisimulada capacidad de mentir que ha ido desarrollando en los últimos tiempos, tratando de manipular constantemente a su entregada audiencia. Sus embustes le han costado a la Fox la friolera de 787,5 millones de dólares, que la cadena de Rupert Murdoch tendrá que pagar a la empresa de recuento de votos Dominion Voting Systems por haberla desacreditado por presunto fraude electoral, todo por alargar la patraña del «Stop the count!» urdida por Trump, del que luego Carlson acabaría renegando de manera cobarde.
En 2017 la estrella de la Fox consideraba que Rusia no era una amenaza para los Estados Unidos e hizo un llamamiento para que los Estados Unidos cooperaran con los rusos. El 2 de diciembre de 2019 aseveró que Putin no odia a Estados Unidos tanto como los progres liberales de la MSNBC: «Realmente no les gusta nuestro país». En esa misma ocasión afirmó que «deberíamos ponernos del lado de Rusia si tenemos que elegir entre Rusia y Ucrania». El 23 de febrero de 2022, a un día de la invasión de Ucrania, volvió a insistir en que no existían razones suficientes para desconfiar de un hombre como Putin.
Tras condenar con cierta tibieza la invasión imperialista del Kremlin, llegaron las llamadas a la calma, las consignas de no prestar apoyo a Ucrania, grandes dosis de whataboutism y el bulo de los laboratorios biológicos secretos de Estados Unidos en suelo ucraniano sobre los que no existe ninguna evidencia. Hasta tal punto ha difundido la propaganda putineja que la propia televisión rusa ha utilizado segmentos de los programas de Carlson para respaldar sus mensajes. E incluso le han ofrecido trabajo después de dejar atrás la Fox.
Carlson también se ha servido de sus diferentes atalayas mediáticas para despachar mensajes racistas y xenófobos, deshumanizando continuamente a los extranjeros no blancos. La nómina de comentarios discriminatorios es extensa. Ha acusado sin pruebas a grupos de inmigrantes de ensuciar el río Potomac, ha comparado a los iraquíes con «monos primitivos semianalfabetos», ha defendido al indefendible convicto Andrew Tate, un proxeneta racista y misógino que fue arrestado y encarcelado en Rumanía por trata de personas y violación…
Así que es verdad que Andrew Tate es un proxeneta y empresario de la industria pornográfica. Menudos referentes que ha adoptado la neoderecha anti-woke que patrocina Putin. pic.twitter.com/87pftfdydP
— Manuel (@Hedilla37) December 30, 2022
En mayo 2019 Tucker Carlson, abonándose a la teoría de la conspiración del gran reemplazo, sentenció: «La avalancha de trabajadores ilegales en los Estados Unidos ha dañado nuestras comunidades, ha arruinado nuestras escuelas, ha sobrecargado nuestro sistema de salud y ha fracturado nuestra unidad nacional». Muchos de estos inmigrantes son hispanos, a los que Carlson detesta con todas sus fuerzas, aunque sean ciudadanos de pleno derecho desde hace varias generaciones.
El 17 de marzo de 2021 intentó endilgarle el muerto a España para tratar de explicar los problemas migratorios que existen en América. Pura Leyenda Negra: «Al resto de nosotros se nos enseña que tenemos el deber de solucionar problemas en países que no entendemos, problemas que fueron causados sustancialmente, no por Estados Unidos, sino por otras potencias coloniales hace siglos. Entonces, si alguien tiene una responsabilidad heredada de lo que está sucediendo en América Latina, si alguien es en última instancia responsable de los millones de inmigrantes latinoamericanos que se mudan al norte, no es Estados Unidos, es España. Quizás el Gobierno español podría comenzar devolviendo el oro que ahora se encuentra en su banco central… Porque el punto no es ayudar a Estados Unidos. De hecho, se trata de castigar a Estados Unidos».
Las alarmas sobre la perturbadora personalidad del presentador ya habían saltado dentro de la Fox tiempo atrás. Es más, fue un vomitivo mensaje de 2021, el que —como ha revelado el New York Times— terminaría por precipitar el despido del señor Carlson. El mensaje fue enviado por la estrella de la Fox a uno de sus productores horas después de que violentos simpatizantes de Trump irrumpieran en el Capitolio el 6 de enero de 2021. Decía así:
«Hace un par de semanas, estaba viendo un vídeo de personas peleando en las calles de Washington. Un grupo de tipos de Trump rodeó a un niño de Antifa y comenzó a golpearlo hasta la saciedad. Eran tres contra uno, al menos. Saltar sobre un tipo así es deshonroso, obviamente. No es como luchan los hombres blancos. Sin embargo, de repente me encontré apoyando a la turba contra el hombre con la esperanza de que lo golpearan más fuerte, lo mataran. Realmente quería que lastimaran al niño. Podía saborearlo. Luego, en algún lugar profundo de mi cerebro, sonó una alarma: esto no es bueno para mí. Me estoy convirtiendo en algo que no quiero ser. El asqueroso Antifa es un ser humano. Por mucho que desprecio lo que dice y hace, por mucho que esté seguro de que lo odiaría personalmente si lo conociera, no debería regodearme con su sufrimiento. Debería estar molesto por eso. Debo recordar que en algún lugar alguien probablemente ama a este niño, y sería aplastado si lo mataran. Si no me importan esas cosas, si reduzco a la gente a su política, ¿cómo soy mejor que él?»
Algunos argüirán que se han cargado al último hombre libre de Estados Unidos, que lo han «cancelado». La realidad es algo más prosaica. Tucker Carlson ha sido devorado por sus repetidas mentiras y por su incorregible narcisismo.
¿Lástima? La verdad es que ninguna.