THE OBJECTIVE
El zapador

'Chemtrails' en el Congreso y en la TV: ¿fomenta Iker Jiménez el espíritu crítico?

«Nos están fumigando» advierten los más entregados a la causa. Hay gente que cree en estas quimioestelas, igual que hay gente que cree en la telequinesis

‘Chemtrails’ en el Congreso y en la TV: ¿fomenta Iker Jiménez el espíritu crítico?

Montaje realizado por Javier Rubio Donzé.

«Están jugando a ser Dios y va a salir mal» sentenciaba César Vega el pasado 20 de abril en Twitter. Y continuaba: «Pedimos información al Ministerio de Defensa y también estamos trabajando en un proyecto de ley sobre el tema de la manipulación climática y el fenómeno chemtrail. Aviones que dispersan estelas químicas no pueden surcar nuestro cielo». César Vega es diputado en la Cámara de representantes de Uruguay. El nombre de su partido es «Partido Ecologista Radical Intransigente».

Cada cierto tiempo resurge la teoría de los chemtrails, que significa «estelas químicas». Líneas blancas que se forman en el cielo y que algún corazón malvado está colocando con intenciones no confesadas. «Nos están fumigando» advierten los más entregados a la causa. ¿Manipulación climática? Hay gente que cree en estas quimioestelas, igual que hay gente que cree en la reencarnación, en la telequinesis, en la levitación, en la homeopatía, en el éter luminífero, en la psicomagia de Jodorowsky, en los anunnakis del planeta Nibiru, en la transustanciación real de la carne o en la teoría del flogisto. 

Preocupa saber que estás teorías conspirativas ya no se limitan a cuatro frikis marginales. Los chemtrails se están haciendo mainstream y ahora han llegado a la política. También a la española. El 24 de mayo, Alicia V. Rubio Calle, diputada de Vox en la Asamblea de Madrid, buscaba una explicación a una foto en la que se veían unas rayas blancas en el cielo. Nadie hizo mucho caso a ese tuit. Sí al de Pablo Cambronero, un diputado díscolo y enreda que el 1 de mayo preguntó formalmente al Congreso —según él, «por aclamación popular»— si el Gobierno está «manipulando el tiempo a través del rociado aéreo de productos químicos».

En la madrugada del jueves Iker Jiménez y Carmen Porter trataron el tema en prime time e invitaron a Cambronero (ex de Ciudadanos). Iker insistió en una cosa que repite con frecuencia: en Horizonte los temas se tratan siempre «en libertad». Cambronero contó su película e Iker se preguntó por qué algunas voces le querían acallar. ¡Inconcebible! En su programa, ya se sabe, nunca se silencia a nadie. Después dio paso a un piloto llamado Javier Antolínez: «Lo que estamos viendo en el cielo no es normal». Después de soltar un sólido magufeo concluyó de esta forma: «Se está silenciando de forma total y absolutamente voluntaria. Hay alguien que está detrás que no permite que salga adelante, lo cual evidencia que lo que están haciendo es algo que no tenían que hacer».

¿Pero quién puñetas está haciendo todas estas maldades? Ya al final de la sección, Enrique de Vicente, fundador de la revista Año/Cero, dio una pista a los televidentes y sugirió que «Soros no da puntada sin hilo», mientras de fondo aparecían en pantalla imágenes de Soros, de Bill Gates y de Jeff Bezos. ¿Serán todos estos supervillanos los que están soltando productos químicos desde los aviones con perversos intereses? «¿Hay un plan secreto para cambiar el clima?» rezaba un faldón. Música de misterio en todo momento. El debate quedó muy abierto. Como le gusta a Iker. ¿Y si nos están mintiendo? ¿Por qué no? En Horizonte se practica un virtuoso escepticismo combinado con un particular método socrático de pregunta-respuesta muy de la casa. Sin necesariamente dar una respuesta. Lo importante es sembrar la duda y que en algún momento caigan las ideas como fruta madura. Igual que se siembran las nubes para que terminen precipitando. 

Enrique de Vicente fue la voz más discordante de la mesa de expertos. Se mostró enfadado con todos aquellos que dicen que no hay que hacer caso a esas estelas que vemos en nuestros cielos. Y los dividió en dos grupos: los sectarios «negacionistas» y los «tragacionistas». Iker se interesó mucho en todas las opiniones. Porque todas son siempre muy respetables. ¿Y si dos más dos no son cinco como siempre nos han contado? Música de misterio. Reflexión pausada. Iker es un hombre libre, con la mente abierta. Valiente. Ni negacionista, ni tragacionista: un dudacionista. Una meteoróloga muy mona trató de trasladar algo de cordura al debate. Pero no ayudó que confundiese cirros (un tipo de nube) con «cirrios» (palabra que no figura en nuestro diccionario castellano).

Un informe de la revista Nature de 2022 concluyó que las teorías de la conspiración están asociadas a los extremos políticos, y de manera más acusada en la extrema derecha: «Las teorías de la conspiración están intrínsecamente conectadas con la retórica de los líderes políticos populistas que posiblemente explotan las teorías de la conspiración por razones estratégicas. Tradicionalmente, las creencias conspirativas se han asociado con cosmovisiones autoritarias. Muchos estudios han encontrado una relación lineal entre la orientación política autodeclarada y el apoyo a la conspiración, sugiriendo que las creencias conspirativas son más comunes en la derecha política que en la izquierda política».

No nos debe de extrañar que el programa de Iker Jiménez sea un programa muy del gusto de la derechita punki más cafetera. Horizonte es un coladero de ideas desquiciadas. No me refiero a las simpáticas caras de Bélmez de Cuarto Milenio, sino a otras doctrinas algo tóxicas, como la propaganda rusa del Coronel Pedro Baños, Rubén Gisbert o Liu Sivaya. El objetivo del programa no es demostrar algo, el objetivo es sembrar la duda y la confusión. Y con eso para algunos —no digo que para Iker, que tiendo a pensar que es un buen tipo algo ingenuo— la partida ya está ganada. La desinformación asoma por doquier y el rigor es lo de menos. Chemtrails es un término erróneo, pero en Horizonte todos los allí congregados, dieron por válido el término.

Horizonte no siempre fomenta el espíritu crítico. Da pábulo a la paranoia. Y crea otros rediles. Esta contrarrevolución auspiciada por «la estirpe de los libres» acaba dando alas a cierto gregarismo irracional, que puede degenerar en estúpida intolerancia. Y no, no nos están fumigando.

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