La Seguridad Social no se toca, a menos que lo pida el PNV
«El trato de Sánchez con el PNV deja en cueros a su ministro Escrivá frente a los suspicaces funcionarios europeos»
La consumación de la investidura de Pedro Sánchez no es el final de nada. Es el comienzo de una legislatura cogida con alfileres, en la que nadie se fía de nadie. Es eso que ahora se llama transversalidad y que, en este caso, significa desconfianza mutua, sospecha sistemática y amenazas constantes. Es lo que tiene pactar entre personas que a la mentira la llaman cambio de opinión, que a la impostura la llaman estrategia y que a la conveniencia la llaman verdad.
No se entiende de otra manera la euforia del PNV ante el compromiso contraído con el secretario general del PSOE de poner límite temporal de dos años al traspaso concreto de lo que establece el Estatuto de Guernica en su Artículo 18. 2 a) y 2 b) sobre transferencias en materia de Seguridad Social, afirmando que corresponde al País Vasco el «desarrollo legislativo y la ejecución de la legislación básica del Estado, salvo las normas que configuran el régimen económico de la misma» y donde se habla de obtener «la gestión del régimen económico de la Seguridad Social». El hecho de que el Artículo 149 de la Constitución que reserva las competencias exclusivas del Estado precise en su apartado 17 que no son transferibles «la legislación básica y régimen económico de la Seguridad Social, sin perjuicio de la ejecución de sus servicios por las Comunidades Autónomas» no les arredra. Llevan desde 1980 dando la murga con ello.
Durante años hemos asistido a los aspavientos de los gobiernos del PSOE y del PP cuando desde el PNV se pedía este traspaso. ¡La Seguridad Social única es sagrada! (Esta sacralización administrativa se usa mucho hasta el minuto anterior a bajar de los altares cualquier institución que se interponga a un logro político, por mezquino que sea). Ahora Sánchez le pone fecha sin inmutarse, aunque estoy seguro de que cada una de las partes interpreta de manera diferente el acuerdo de investidura que han firmado. La Constitución y el Estatuto vasco, tampoco coinciden, pero eso es peccata minuta.
«El silencio de aceptación de Díaz contrasta con la actitud beligerante de sus subordinados, los inspectores de Trabajo»
El trato de Sánchez con el PNV, sin embargo, ha dejado en cueros a su, hasta ahora, ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, frente a los suspicaces funcionarios europeos. El señor Escrivá ha dado muchas vueltas al futuro de la pensiones, pero estoy seguro de que no contaba (o nunca lo ha hecho explícito) con el troceo autonómico de la gestión de la tesorería de la Seguridad Social. Y tampoco cuenta con que, si el Gobierno cumpliera su promesa en tiempo y forma, los representantes catalanes le exigirían lo mismo en los dos años restantes de legislatura. ¡Faltaría más!
Qué decir de la jefa de Sumar y juanadearco del obrerismo. Ni palabra sobre lo que hasta hace bien poco calificaba como intentos de dinamitar el sistema de protección social de la clase trabajadora. Sánchez ha dejado a la señora Díaz como la Godiva de la leyenda frente a esa clase trabajadora por la que se desvela. Su silencio de aceptación contrasta con la actitud beligerante de sus subordinados, los inspectores de Trabajo que consideran el acuerdo nada menos que un ataque contra la Constitución.
Otros que bailan al son del txistu y del tamboril son los sindicatos, llamados administrativamente más representativos. Estas organizaciones están ocupadas en otras cosas, a saber, mantener las generosas subvenciones públicas (estatales, autonómicas y locales) y seguir presentes en los diversos organismos que parasitan y con el pensamiento puesto en la entrada en los consejos de administración de las empresas, porque ellos lo valen y porque otro acuerdo, esta vez el que firmaron Sánchez y Díaz, así lo dice.
Agradecería que curiosos o viciosos hicieran un inventario de las promesas de Sánchez a cada uno de sus supporters.